Seis poemas (no muy frecuentados) para el Día de San Valentín

La celebración anual del Día de San Valentín suele toparse con los mismos versos de los mismos poetas; siempre, Sabines o Benedetti, y acaso Villaurrutia. Acá una breve selección de poemas amorosos de la lengua española quizá no muy visitados.


El amenazado

Jorge Luis Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.

Ya los ejércitos me cercan, las hordas.

(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)

El nombre de una mujer me delata.

Me duele una mujer en todo el cuerpo.


El manto y la corona

Rubén Bonifaz Nuño

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Si comparado con mi amor, que nace,
me voy quedando chico,
¿qué soy junto al amor que tú me tienes?

Igual que una palabra
que cercan otras muchas en un libro,
soy entre lo que dices;
entre lo que tú piensas,
como un olor de anís en un armario;
como barca mecida, circundada,
por agua y viento inalterables,
circundada y tranquila, alegre y dócil,
estoy en lo que haces.

Y tus palabras y tus pensamientos
y tus hechos, me prestan un sentido
y un pasado y un rumbo.

Náufrago, roto, enronquecido,
encendí mis hogueras en la orilla
más alta, sobre el mar, y tú las viste
al pasar, desde lejos, y llegaste
y curaste mi sed, fuiste a mis llagas,
arropaste mi frío,
y me guardaste inerme y consolado
sobre tu corazón.
Allí en silencio,
mientras mi amor en vela te contempla,
he tocado tu amor y estoy dormido.


Un poema vertical

Roberto Juarroz

Algún día encontraré una palabra
que penetre en tu vientre y lo fecunde,
que se pare en tu seno
como una mano abierta y cerrada al mismo tiempo.

Hallaré una palabra
que detenga tu cuerpo y lo dé vuelta,
que contenga tu cuerpo
y abra tus ojos como un dios sin nubes
y te use tu saliva
y te doble las piernas.
Tú tal vez no la escuches
o tal vez no la comprendas.
No será necesario.
Irá por tu interior como una rueda
recorriéndote al fin de punta a punta,
mujer mía y no mía,
y no se detendrá ni cuando mueras.


Frente al mar

Amparo Dávila

La luna, sobre el mar,
es un lento naufragio
de blancos pétalos;
en vasta soledad, la playa,
es una muda queja de ausencia.

Mírame aquí, frente al mar,
vacías las manos de perlas y corales
secas las redes, recogidas las velas.
Mis pies viajeros
han anclado para siempre
en esta playa muerta;

estoy cansada y sola
como perdida isla,
como una voz
en el viento derramada,
inmersa en la náutica tristeza
de perla humedecida.

Una faro sin luz
gime a los lejos
ciego como buzo a mitad de la noche,
rodeado de escolleras hostiles
y arrecifes fantasmas.

Mírame aquí, frente al mar,
gritando sin gritar
esta angustia lenta,
esta oceánica tristeza
de caracol nocturno,
este dolor de ola solitaria
y este inmenso cansancio
de mástiles caídos
y remos fatigados.

Como el mar me invadiste
y yo fui playa dócil
a la tibia caricia de tus olas;
por ti aprendí los signos del silencio
y su larga cadena de pausas recortadas,
mientras tus manos
trazaban mapas
sobre la red sumisa
de mis cabellos extendidos.

Mírame aquí, frente al mar,
mínima y sola,
rodeada de sal ensombrecida
y de espumas rotas.
Hay niebla en el mar
y yo sollozo un llanto seco, estéril,
de arenas azotadas
y resacas amargas y salobres.

Ni remos, ni velas, ni gaviotas…
Una quietud sombría
invade de pronto
mientras la luna,
caída sobre el mar,
es como lento naufragio
de blancos pétalos.


El poema de amor que me pediste

Guillermo Fernández

Entre tus piernas me disfrazo de Asno de Oro
me pongo la invención de todos los trajes nocturnos
para que la mañana me encuentre como una catedral
recién lavada
y por la incómoda estrechez de tus pensamientos
finjo paseos nutritivos por una galería renacentista

En mis conversaciones con amigos
desfilas como cisne nacarado
como nube oficial que sombrea lo acezante de mi Olimpo

Por ti pueden ponerse en cuatro patas los versitos
suicidarse la Estrella del Sur
por no inquietar la levedad de tu sueño

Déjame verte caminar a lo largo de la noche tlatelolca
acariciar la hierba aplastada por la caballería

Está chato el colmillo que siempre quise clavarte en el alma

Puedes seguir babeando mis pensamientos y mis actos
mearte en mi boca
tomar o rechazar el mendrugo de vida que nos queda.


Guerra florida

Francisco Hernández

para Raúl Renán

se miran a los labios fijamente
deponen las rodelas y los mazos
acarician sus largas cabelleras
intercambian destellos
y brazaletes de jade
se besan
se derrumban
combaten cuerpo a cuerpo
hasta que prisioneros
uno en el otro
sueñan que cambia
de color el viento.

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