SERIE QUE EXPONE EL DILEMA FEMINISTA DE SOCAVAR EL BINOMIO MUJER-MADRE

Santamaría, 2022. Fotografía digital. Colección de la artista. Fotos: cortesía Instituto de Investigaciones Estéticas.

A lo largo de la historia del arte occidental y a pesar de que las flores son un motivo recurrente en la pintura de caballete, su representación fue normalmente considerada parte de un género menor, vinculado general y genéricamente a la producción femenina. A su vez, la representación de vírgenes, acompañadas de una extensa iconología floral, también ha sido un tema repetido en la historia de las representaciones asociadas a lo femenino: una iconografía encargada de afianzar el binomio mujer-madre por medio de las madonnas y otras dulces y floridas imágenes maternales.

Aunque las flores son también protagonistas de esta fotografía, a diferencia de las representaciones más tradicionales de las conocidas como “naturalezas muertas”, la obra de la artista Judith Romero captura una planta silvestre de pequeñas flores vivas, amarillas, vibrantes. Éstas no se acomodan en jarrones, ni se combinan ornamentalmente con otras especies; tampoco hacen uso del claroscuro para demostrar pericia técnica. Las flores capturadas por Judith crecen de forma espontánea: son capaces de brotar incluso entre el concreto. La naturaleza aquí retratada no está para nada muerta y a pesar de que no acompaña ni adorna cuerpos femeninos, la toma tiene que ver con mujeres y decisiones propias.

Judith captura esta imagen como parte de un proyecto fotográfico y documental en el que lleva trabajando más de una década. Mediante el uso de la fotografía y el formato audiovisual, la artista conversa con mujeres que han decidido no ser madres y que, al asumir esta decisión como propia, han tenido que enfrentarse de maneras diversas a lo que sus entornos esperaban de ellas. En este proceso, la Santa María interviene de forma, quizá, inesperada. La planta de la que brotan estas pequeñas flores amarillas está vinculada a la historia de Zoila: una mujer oaxaqueña, médica cirujana y partera que no quiso ser madre, pero cuyo trabajo consiste tanto en acompañar a mujeres que llevan su embarazo a término, como en ayudar a algunas otras que deciden interrumpirlo en las primeras semanas de gestación.

Zoila es una de las 20 mujeres protagonistas del proyecto de Romero y, aunque en el resto de las fotografías tomadas por la artista es la imagen de la partera la que acapara todo el protagonismo (Zoila escuchando los vientres de mujeres embarazadas, Zoila recibiendo bebés, Zoila cortando con la luminosa llama de una vela el cordón umbilical que une los dos cuerpos), es quizá la imagen de la Santa María la que representa, de una manera más elocuente, la riqueza de un proyecto que es artístico pero también político, feminista; un trabajo que expone y comparte la complejidad de una decisión capital para la vida de muchas mujeres y para la suspensión, en diferentes sentidos, de los estereotipos de género.

Musa paradisiaca, Oaxaca, 2024. De la serie Biodesnudez. Fotografía digital.

Podemos entonces decir que la obra de Judith Romero se inserta en las discusiones que, desde los años 60 del siglo pasado, han ocupado preocupaciones abordadas desde los movimientos feministas: aquellas que han insistido en que las vidas y las experiencias de las mujeres deben ser narradas en primera persona y que, además, han hecho evidente que las producciones simbólicas (incluyendo las artísticas) son un vehículo fundamental para lograrlo. Pero, en general, ha sido la maternidad el tema que ha tenido un lugar más visible en los trabajos de las pensadoras, las activistas y las artistas feministas; la cuestión sobre la no maternidad ha sido, en cambio, un asunto mucho menos visibilizado. Es en este sentido que el trabajo de Judith Romero tiene un lugar importante en la historia reciente del arte feminista de México. Titulado en su origen Otras mujeres, el proyecto surge de la necesidad de entender por qué hoy día, y aún a pesar de los grandes logros alcanzados desde los feminismos, sigue resultando difícil compartir y hacer visibles las razones que llevan a muchas mujeres a decidir no ser madres y, con ello, socavar los cimientos de ese binomio tan pesado, de ese par tan contundente: mujer-madre.

La obra se compone de series fotográficas y entrevistas (escritas y videograbadas) en las que la artista convoca a una veintena de mujeres procedentes de diversos contextos socioeconómicos, geográficos y de sexualidades diversas: algunas son maestras, otras trabajadoras del hogar, artistas, secretarias, diseñadoras, médicas, sociólogas, antropólogas. La mayoría viven en países latinoamericanos (México, Brasil, Argentina, Chile); otras dos tienen su residencia en Europa (España y Polonia). En todos los casos, en las imágenes y en las conversaciones registradas, hay puntos de encuentro: la infancia, la soledad, la religión, el mandato social y los estereotipos, el derecho al control sobre el propio cuerpo, las relaciones familiares, la independencia. Pero también aparecen historias de vida y experiencias muy distantes: el goce de la sexualidad, los proyectos de familias alternativas, la violencia sexual, el aborto, la discriminación capacitista, la producción de identidades que escapan de la norma. De este modo, Judith explora la complejidad de una decisión que refleja el entramado complejo de nuestras elecciones de vida, en la que intervienen muchos factores y de la cual no debemos excluir el deseo y el ejercicio de la libertad.

La fotografía de la Santa María forma parte, como dijimos, de la serie dedicada a Zoila. En su trabajo como partera utiliza esta hierba que, como ella misma explica a la artista, tiene usos medicinales ginecológicos: la Santa María, una planta de origen americano del orden de las asterales, tiene propiedades oxitócicas, de manera que su ingesta puede estimular la contracción del útero. Es empleada, por lo tanto, en el trabajo de parto con el objeto de inducir o acelerar el nacimiento del bebé. Pero, a su vez, es un recurso natural utilizado en los acompañamientos de interrupción del embarazo, ya que por sus propiedades también tiene usos abortivos.

De algún modo la Santa María recoge, de manera metafórica, la reunión y la convivencia de decisiones diversas con resultados no necesariamente enfrentados: induce o interrumpe, pero en ambos casos acompaña decisiones relacionadas con el control y el cuidado de nuestros propios cuerpos. Además, la Santa María –que comparte nombre con la representación del ideal materno– es, como vemos en la fotografía, una planta común muy fácil de conseguir: sus flores salpican de manera recurrente las tierras fértiles, pero también adornan inesperadamente y con una luminosidad especial las veredas, interrumpiendo con ello la aspereza del cemento colado.

Autorretrato, 2022. Fotografía digital.
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