Los líderes religiosos tienen la última palabra

“Sin esperanzas de que se respeten los derechos de las mujeres”

Su situación en Afganistán no es tema prioritario para la opinión pública internacional; la atención mundial está enfocada en Ucrania: Marion Lloyd

Hubo una esperanza inicial de que esta vez el gobierno talibán en Afganistán tendría que tomar una postura más moderada sobre todo en cuanto a los derechos de la mujer. “Es decir, que no se iba a implementar un gobierno tan radicalmente islamista, y que respetarían hasta cierto nivel los derechos de las mujeres, como el derecho de asistir a la escuela en todos sus niveles”, afirma Marion Lloyd, investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación.

Pero a final de cuentas esta era una esperanza irreal, afirma en entrevista con Gaceta UNAM. “Básicamente todo el tiempo el gobierno talibán iba dando largas de cuándo iban a permitir que las mujeres regresaran a las escuelas. Ha habido mucha confusión, porque se hablaba de que no les permitirían acceder a las high school y luego se decía que tampoco a la educación secundaria. He estado investigando más y resulta que es después de los 12 años –a partir del séptimo grado, que sería educación secundaria y media superior en términos mexicanos– que las mujeres no han podido ir a la escuela desde que tomaron control los talibanes en agosto del año pasado”.

A finales de la década de los 90, Marion Lloyd trabajó como periodista freelance con base en Nueva Delhi y cubrió toda la región de Asia del Sur. Llegó en febrero de 1998, cuando los talibanes llevaban varios años en el poder en Afganistán. Escribió para el Boston Globe, Houston Chronicle y South China Morning Post.

Uno de los voceros del gobierno talibán dijo que a partir del 23 de marzo ya iban a abrir las escuelas secundarias y media superior para las niñas, y dos días después se echaron para atrás, precisa.

Lo que sabemos, expone, “es que hay dos fuentes de poder en Afganistán que están en pugna. Está el gobierno político, que reside en Kabul, y el gobierno de los clérigos, en Kandahar. Estos clérigos y líderes talibanes, que son como la línea dura del grupo, tienen una especie de consejo al cual asisten los jefes políticos, pero son los líderes religiosos quienes tienen la última palabra”.

Lo que ha salido en la prensa, añade, es que en una de estas reuniones, a principios de marzo, el grupo más extremista y más conservador dijo: “No estamos de acuerdo, no estamos listos, no pueden regresar las niñas a las escuelas hasta que se garantice su seguridad”.

Y esa seguridad tiene estos componentes: “Uno es que se tapen de la cabeza a los pies, que puedan rediseñarse los uniformes escolares para que las niñas no muestren nada, que estén totalmente cubiertas, respetando el pudor islámico. Y está el otro, que no han dicho abiertamente pero que tiene más trasfondo, y es que se quiere cambiar el currículo para las niñas, y ese es más preocupante”.

La idea sería que a partir de los 12 años –digamos que a partir de la secundaria–, indica, “las niñas sólo estudiarían ciertos contenidos, y estos estarían determinados con base en la ley y la tradición islámicas. Los currículos también se centrarían en educación y salud”.

Hay una disputa muy fuerte dentro de los talibanes, sigue, “en cuanto a cuál debe ser la educación para las niñas y las mujeres. Inclusive es muy curioso, porque el mismo ministro de educación de Afganistán dijo no estar de acuerdo en que las niñas no asistan a la escuela, pero él no es finalmente quien toma la decisión”.

Hay muchos líderes políticos en Kabul que están muy frustrados, explica, porque por una parte tienen la presión de la comunidad internacional, que les está deteniendo miles de millones de dólares en apoyos internacionales por este tema. El Banco Mundial dice: ¿Cómo vamos a entregar este dinero al gobierno talibán si no están permitiendo que las mujeres vayan a la escuela? Que las niñas adolescentes vayan a la escuela. “Hay líderes talibanes que quieren que sus propias hijas asistan a la escuela”.

En el otro lado, cuenta, “está una visión mucho más conservadora, radical, que ve todo esto como una amenaza al poder, al poder de los hombres, y quiere, básicamente, estos papeles supertradicionalistas para las mujeres”.

Dentro de Afganistán como sociedad, explica, hay divisiones muy profundas. “Está la Afganistán de Kabul y de las grandes ciudades, en donde las niñas sí fueron a la escuela durante los últimos 20 años de ocupación estadunidense; y luego está el Afganistán de los pueblos, en el que aun con la posibilidad de asistir a la escuela no lo hacen. Sabemos que la tasa de alfabetismo de mujeres en este país hoy en día es como de 35 por ciento, la mitad de la tasa de los hombres. Hay una parte muy grande de la sociedad afgana que tampoco cree que las niñas deberían ir a la escuela. Existen estas divisiones muy fuertes, tanto dentro del gobierno talibán como en la sociedad en general”.

La situación de las mujeres en Afganistán no es tema prioritario para la opinión pública internacional. La atención mundial está enfocada en Ucrania, concluye. “El conflicto afgano no está recibiendo la atención que merece. El mundo está un poco cansado del tema, en el sentido de que llevamos tantas décadas y no se ve solución. Estamos viviendo una situación mundial tan extrema, hay tal cantidad de desastres a nivel global que se dispersa la atención”.

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