Taller en Ingeniería Ni un Machismo Cotidiano Más

Inadmisibles todas las formas de violencia contra las mujeres, manifestó Carlos Escalante Sandoval, director de la FI

La Universidad Nacional asume una política de cero tolerancia frente a la violencia contra las mujeres, y reitera la voluntad de atender las demandas de su comunidad ligadas a esta grave problemática, que sin lugar a dudas atenta contra los derechos humanos y, por lo tanto, requiere ser desterrada de sus instalaciones, afirmó el director de la Facultad de Ingeniería (FI), Carlos Agustín Escalante Sandoval.

Al leer un pronunciamiento, en el marco del taller Ni un Machismo Cotidiano Más, en conmemoración del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y las Niñas, añadió que la entidad a su cargo, en congruencia con el indeclinable y permanente compromiso con la igualdad de género, declara inadmisible todas las formas de violencia contra las mujeres o de otro tipo, porque comprometen la sana convivencia de su comunidad.

En la Facultad, agregó Escalante, se está actuando para erradicar esa violencia, con el propósito de favorecer un clima que enaltezca la integración, la inclusión, la pluralidad y la libertad de acción de su comunidad. En congruencia con esta visión, con ánimo participativo, se perfeccionan los mecanismos y protocolo de atención, acompañamiento y seguimiento de estos casos. “La entidad refrenda su convicción de combatir la violencia contra las mujeres”.

En el taller, José Alfredo Cruz Lugo, comunicador y activista, dijo que hay que diferenciar la violencia de la agresividad. “Los humanos nacemos con una condición inherente que puede asociarse a esta última; la necesitamos como un motor de vida, incluso se le asocia a mecanismos resilientes”.

Pero la violencia no tiene nada que ver con la agresividad; en este caso es una decisión y “si hay alguien que puede pararla, es quien la ejerce”, abundó el excoordinador de la red latinoamericana de masculinidades MenEngage.

El coordinador general de la organización Círculo Abierto y conductor del programa radiofónico Rostro corazón, explicó que la violencia que se ejerce es selectiva. Es decir, “yo elijo dónde y a quién violentar; no busco quién me la hizo, sino quién me la paga”.

Es muy común que los varones asocien una emoción, el enojo, al ejercicio de sus violencias. Se trata de un sentimiento legítimo, necesario, lo mismo que la felicidad, el amor o la tristeza. El problema es cuando yo violento con base en ella, y así trato de justificar la violencia.

A través de la resignificación de la identidad masculina se puede hacer entender al hombre que su enojo es válido, pero que debe ser capaz de sentir esa emoción y expresarla sin violentar. “Necesita ser duro con el problema, pero suave con las personas”.

Cruz Lugo recalcó que es importante distinguir que la violencia explícita que miramos en gritos, pellizcos, insultos o patadas, es sólo la punta del iceberg; eso es sólo lo que se alcanza a mirar por encima, sin embargo, tiene costos e impactos que son difíciles de trascender y se sostienen en otros tipos de violencia estructural.

Esta última es la que está implícita en modelos económicos, políticos y sociales en los que descansan nuestras sociedades y que está estrechamente vinculada con temas como la salud pública o la justicia social, expuso.

La base del iceberg es la violencia cultural de género, la que está en nuestros pensamientos y creencias acerca de lo que suponemos que significa ser un masculino o una femenina en la sociedad. Pero esas ideas justifican un sistema de valores, prácticas y conductas, y se convierten en un nuevo orden social que legitima los machismos y micromachismos cotidianos.

Hay que tratar de incidir directamente en esa base, pero no es sencillo, porque hay que ponerse los lentes del género frente a la interpretación de la realidad. Así se comienza a cuestionar una serie de prácticas que para el imaginario social y cultural son legítimas, y después comienza la transformación.

La masculinidad, concluyó, se ha construido desde bases rígidas; como parte de ella hay que apostar a no ser o parecer mujer, homosexual o niño, sino más hombre. Ahí nacen mecanismos de discriminación y segregación como la homofobia. Entonces habrá que comenzar a ser críticos, desobedecer y educar para la paz. “Se necesitan hombres emancipados de sus propios mandatos culturales”.

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