Tener el libro en la mano es una sensación erótica

“Lo importante es seguir leyendo, no interesa si se trata de volúmenes antiguos, tablillas de barro o tabletas electrónicas”

Foto: Gaceta UNAM.
Antaño, los libreros eran hombres que sabían todo, recomendaban muchas cosas y eran un mundo de conocimiento; hoy en día no necesitan eso, tienen las computadoras y no precisan dominar tanto. Lo importante es seguir leyendo, no interesa si se trata de volúmenes antiguos, tablillas de barro o tabletas electrónicas, el caso es leer, invitó Angelina Muñiz-Huberman, doctora honoris causa por la UNAM.

“Tener el libro en la mano es hasta una sensación erótica, porque pasa uno las páginas, tocándolas, acariciándolas; es otra situación. Creo que hay que acomodarse a todas las épocas para saber cómo hacerlo y desarrollarlo y no estar dominado por las modas, porque eso a veces es transitorio, se olvida y se deja de lado; de ahí que a leer se ha dicho.”

Compartió con alumnos y maestros de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán su texto “Los libros ¿por qué?”, publicado en Literal, Latin American Voices/Voces Latinoamericanas, como parte del conversatorio de la galardonada por la UNAM, en el que estuvo acompañada por Manuel Martínez Justo, director de la FES Acatlán, y Rubén Darío Medina Jaime, académico de dicha institución.

“Me rodean los libros. No podría estar sin ellos. Me atosigan. Me pesan. Me encantan. Están en todas las habitaciones. Arriba y abajo, por las esquinas, los recovecos, los intersticios. No hay lugar sin ellos. Son el lugar en sí. Han desplazado a los muebles: en las sillas son columnas, en la mesa la han atestado, en la cama tengo que empujarlos. Treparon por las paredes y ahuyentaron cuadros y fotografías. Les pido permiso para que me dejen pasar. Pero son muy educados y me dejan.”

En esta maraña “sé cómo encontrarlos. Incluso al tacto los reconozco. Son mis aliados. Mis estrategas. Mi memoria guardada. Hasta sé de qué lado de la página buscar lo que recuerdo. Luego de millones de horas de lectura me acomodo entre ellos”.

En su texto, la autora de Morada interior y Huerto cerrado, huerto sellado, entre otros títulos, reflexionó que ante todo el libro es una esperanza porque incendia sin quemar y abraza sin herir, pues todo es posible en sus páginas, las cuales en momentos de grandes conflictos suelen ser quemadas, aunque copias de esos textos perduran gracias a los amantes de sus enseñanzas.

Recordó que cuando sube al poder Hitler, una de las primeras cosas que empieza a perseguir es el texto escrito, lo que no puede ser borrado a pesar de que fueron quemados: esos textos existen y están dando vueltas, evidencia de que ésta fue una acción fútil.

La ganadora del Premio Nacional de Artes y Literatura 2018 destacó que incluso en el Quijote se menciona la quema de libros como alusión a la de personas, pues los dictadores creen que con esta acción se rompe el espíritu de los artistas, pero los que vienen después seguirán ejerciendo su arte.

“La parte espiritual, la parte artística del hombre, la parte de su esencia, esa no se puede destruir, y eso es lo que hay que salvar en las universidades y todos los lugares a donde uno va”, comentó Muñiz-Huberman.

Manuel Martínez Justo comentó que para la FES Acatlán es un gran honor y un privilegio escuchar y aprender de Angelina Muñiz-Huberman, autora a quien es muy importante leer, conocer su trayectoria académica y, desde luego, reconocer su legado.

Le emocionó un relato llamado “Soledad”, en el que escribe: “Soledad llegó de España como muchos otros niños y niñas, sabía que lo había perdido todo, casa, tierra, hermanos, el principio era cada día, en cada país, en cada cara. Atrás quedaba lo irreparable, adelante, la incertidumbre, había sido derrotada, a sus espaldas estaba el fin, ante sus ojos la vida”, y fue precisamente en este país, en este México y en esta Universidad Nacional Autónoma, donde Angelina Muñiz-Huberman encontró una nueva vida, “y nos dio más vida a nosotros, porque nos transmitió conocimiento y una forma muy suya de ver la vida”, señaló Martínez Justo.

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