Tener que vivir fuera de Cuba sería una condena, afirma Leonardo Padura

El escritor participó en la edición 35 de la FIL de Guadalajara

Foto: Diana Rojas.

Guadalajara, Jalisco.- Oír hablar en cubano, ver a la gente actuar, saber cómo piensan las personas, cuáles son sus preocupaciones, sus frustraciones, las esperanzas que puedan obtener en un momento determinado, “eso es lo que me alimenta como escritor y por eso sostengo tanto este sentimiento de pertenencia. Tener que vivir fuera de Cuba sería prácticamente una condena, sería un destierro, más que una elección”, señaló Leonardo Padura.

Es un escritor muy generacional, precisó durante su Conversación sobre Como polvo en el viento en la edición 35 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Sus novelas policiacas con el personaje de Mario Conde son la representación de una generación, forman parte de una mirada. En esos trabajos narrativos de Mario Conde maneja conceptos como el cansancio histórico que aparece en La neblina del ayer, del agotamiento ideológico o moral, incluso físico, que por momentos tiene este grupo que va envejeciendo, de novela en novela.

Leonardo Padura Fuentes es doctorado honoris causa por la UNAM (2017), narrador, novelista, periodista, guionista de cine, crítico y ensayista; sus trabajos se han traducido a alrededor de 18 idiomas. Es licenciado en Filología por la Universidad de La Habana y ha recibido como reconocimiento a su trayectoria el Premio Nacional de Literatura de Cuba 2012, además del Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2015, entre otras distinciones.

Como polvo en el viento, dijo, “no es un texto en el que yo haga un análisis de lo que ha significado la diáspora en Cuba. A diferencia de El hombre que amaba a los perros donde hay una mirada más cerebral, más meditada, estudiada, investigada con respecto a lo que hablo, en este caso es una novela que he calificado de más visceral, porque son las historias que yo tenía dentro, que fui conociendo a lo largo de todos estos años, son muchísimas experiencias con respecto a esta dispersión que ha sufrido mi generación. Con un principio que lo expresa uno de los personajes de Como polvo en el viento: Todas las razones para irse de Cuba son válidas y todas las razones para quedarse en Cuba son válidas. Lo importante es respetar unas y otras”.

Libre albedrío

En ese sentido, añadió, es una novela que se emparenta con otros de sus libros anteriores, que es sobre la libertad de elección, el libre albedrío de las personas. “Yo siento que hay razones de carácter político, de carácter económico, de carácter familiar, de todas las posibilidades de justificación, de la sustentación de quedarse o de irse de Cuba, pero ha sido el drama, uno de los grandes dramas de mi generación y es un drama que lamentablemente continúa desarrollándose en Cuba”.

No por gusto hace que sus personajes sean universitarios, “porque mi generación es una generación universitaria. En un momento determinado esa preparación encuentra un techo que hoy es un techo que sigue existiendo en Cuba y por eso ha provocado que esta diáspora no se detenga”.

Muchas historias del exilio Padura las conocía por haberlas oído, por haberlas tenido cerca, “tengo un hermano que vive en Miami, una parte grande de mi familia por parte de mi madre se fue, otra parte de la familia materna también; tengo muchos primos, tengo más primos en Estados Unidos que en Cuba. Muchos de mis tíos murieron allá también y es una experiencia que he vivido, este desgarramiento del exilio y las distintas maneras de comportarse del exilio”.

Contó que la persona con la que más contacto tuvo con el beisbol fue uno de sus tíos, el hermano mayor de su padre. “Mi padre fue el que me enseñó los principios del beisbol, pero este tío que era el vago de la familia, el tío que casi nunca trabajaba y tenía mucho tiempo para ir a los estadios de pelota en toda La Habana, tenía una hija de mi edad y no podía llevar a la hija y me llevaba a mí. Ese tío en el año 68 se fue de Cuba. Yo tenía 13 años en ese momento y siempre recuerdo la despedida de este tío. Se hizo en la casa de los abuelos, mi padre trajo su carro, se fueron al aeropuerto y era un velorio porque las personas que se iban de Cuba se iban para siempre, su casa la cerraban, ya no era de ellos, pasaba al Estado, su automóvil se había entregado unos días antes, perdían todos sus derechos ciudadanos y esa persona no volvía”.

El tío nunca más volvió a Cuba, añadió, “y yo fui por primera vez en el año 92, logré ir a Nueva York, él vivía en Queens. Vio a su tío y le preguntó: “te acuerdas del día que te fuiste de Cuba, de la despedida que te hicimos en casa de los abuelos y me dice: no, no me acuerdo. Había borrado ese recuerdo para poder seguir viviendo, para su propia supervivencia había borrado lo que él había sido en Cuba”, concluyó.

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