TRÁGICAMENTE ORIGINAL SU PROPUESTA PRESENTADA EN LA MUESTRA LO QUE LA GENTE HACE POR DINERO

Karla, Hilario Reyes Gallegos, 2016. Impresión fotográfica en blanco y negro. Fotos: © Manifesta 11, Wolfgang Traeger.

En 2016, Christian Jankowski, el artista austriaco, tuvo a su cargo curar la edición undécima de la bienal Manifesta, en la ciudad de Zúrich, Suiza. Muy en la línea de su práctica, que suele insertarse en una variedad de contextos sociales y culturales para producir un relato inesperado, Jankowski propuso a sus colegas explorar la trama de relaciones entre identidad social y economía, en términos de un mapa de las profesiones de Zúrich. El título era por demás irónico: What people do for money (Lo que la gente hace por dinero). Esta era la muestra que, incluso sin una orientación crítica, entendía la sociedad como conformada por una serie de modos de ganarse la vida. El peso de su argumento no estaba en la metafísica de la profesión y el llamado, sino en la resignación generalizada de que, bajo el capitalismo, no queda otra más que ganarse una vida que, de antemano, se tiene perdida.

La presentación de Teresa Margolles en esa Manifesta era trágicamente original, pues derivaba del resultado más indeseable que un proceso artístico podía tener: la muerte violenta de su principal protagonista. Margolles había propuesto realizar una acción titulada Póker de damas, que consistiría en un diálogo que tendría lugar el 10 de junio de 2016 en el hotel Rothaus, en la zona roja de Zúrich, entre prostitutas transgénero mexicanas (Jacqueline, Valeria y Karla) de Ciudad Juárez, México, y una trans ecuatoriana, Sonia Victoria, que residía y trabajaba en Zúrich. El diálogo no pudo tener lugar porque Karla –que en los papeles oficiales respondía al nombre de Hilario Reyes Gallegos– fue asesinada a golpes el 22 de diciembre de 2015 por un cliente. El crimen obligó a invertir el flujo de la acción: Sonia Victoria viajó a Ciudad Juárez para reunirse con otras trabajadoras sexuales trans, las amigas de Karla: Valeria, Berenice y Vivian, en el sótano del hotel Bombín de Juárez, a fin de rendirle homenaje mediante un diálogo entre prostitutas varones. El relato que la cámara de Margolles recogió de boca de Valeria y Vivian es por demás gráfico de la imbricación entre placer y violencia machista, y entre dinero y deseo, en la vida de riesgo de la prostituta masculina:

Va: Y ya no está aquí con nosotros. Y a ella le tocaron sus ideas, su futuro, sus ganas de vivir […].

Vi: Simplemente fue que le tocó una mala persona, por su gusto o por su necesidad sexual […]. A ella le gustaba, como a muchas de nosotras, el sexo. La verdad porque fue en la posición que ella se encontró; la verdad, era una posición en la que estuvo tratando de tener una relación con alguna persona, un maldito aprovechado que abusó de su fuerza física, y no iba a poder defenderse. Como dijo ella ahorita, no tenía un espejo enfrente para ver lo que estaba pasando, ¿ok?

Entonces eso fue lo que a ella le pasó y lo que la llevó a eso, no tanto una necesidad económica.

Los familiares llegaron, reclamaron el cadáver, se lo llevaron y se cerró el caso.

No hubo nada, no pudimos hacer nada; nosotras tampoco tuvimos un lugar donde ir a despedirnos.

Vista de la instalación en Manifesta 11, Zúrich, 2016.

Lo excepcional de la obra radicaba en la rara combinación que ofrecía: la más cálida fraternidad unida a la más terrible crudeza. Particularmente descarnada era la forma en que estas prostitutas latinas, viviendo en México y Suiza, describían la dialéctica de su propia esclavitud. La forma a la vez ya enteramente asumida, y sin embargo intolerable, en que hablaban del fondo monetario de su existencia: una experiencia sin redención ni ilusión, que aparecía con la nitidez de la más terrible autoconciencia:

Y mientras tú me pagues, y tú me trates como tú me quieras tratar, yo te voy a hacer el servicio. Porque un placer lo damos, un servicio, 15, 20, una hora, es un pago. Uno no siente porque no puede sentir satisfacción cuando no la hay. No, yo sé lo que soy, porque soy Edgar Flavio Ramírez Carranza. El ser prostituta requiere meterte con los clientes y hacer lo que ellos quieran, y hasta donde tú llegues, ellos van a llegar; pero también incluye estar bebiendo, estar drogándote y llegar a un mundo que tú no pediste. Aguantamos lo que sea, hasta que nos escupan, nos meen y nos caguen.

La interminable violencia que en los últimos años ha envuelto a ciudades fronterizas como Juárez y, en una escala menor, una gran parte de las metrópolis de México y América Latina había quedado capturada en el espejo, con violentos rastros de carmín. La habilidad de Margolles, su grandeza estriba precisamente en haber creado las circunstancias para que este hablar silenciado se hiciera efectivo. No otra cosa expresó Sonia Victoria Vera Bohórquez, la transgénero y masajista que escribió el texto de presentación de la obra de Margolles en el catálogo de Manifesta 11:

Trabajar con Teresa Margolles fue un gran honor. No me había dado cuenta qué gran artista era ella. De repente estaba ahí hablando con mi hermana, con mi tío. Era muy loco: la encontré muy estimulante, por el modo en que habla y piensa. Me enseñó a mirar la vida desde otra perspectiva.

Cuando nos conocimos, hablamos de muchas cosas privadas, algunas no precisamente bonitas. Teresa también ha tenido malas rachas. Pienso que es lo que la ha hecho una gran mujer y una gran artista. Hablamos de mi trabajo, claro. La mayoría de la gente no sabe nada de nosotros. “¿Qué es lo que la gente hace por dinero?”. Este lema se aplica a mi trabajo más que a ningún otro que pudiera ocurrírseme.

De viva voz, la prostituta transexual se plantea como paradigma de una rotunda cosificación, como el extremo desde el cual el conjunto de las relaciones de coacción económica puede ser contemplado, para mostrar también el sitio desde donde la cadena total de los intercambios se transparenta. Ese es un mirar “desde otra perspectiva”.

Póker de damas, 2016. Video de un solo canal con sonido, 9:10 minya (fotograma 2). Foto: cortesía IIE.
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