Vocación por preservar la historia

Un histórico pedazo de Buñuel en la UNAM

Filmoteca UNAM exhibe el capitel que usó el aragonés durante la filmación de Simón del desierto

Una de las misiones más importantes de la Filmoteca de la UNAM es la preservar y rescatar la historia fílmica de México y el mundo, además de poner ésta a disposición del público general o de académicos que realicen investigaciones sobre el tema. Por ese motivo, la institución universitaria ha colocado en la entrada de sus instalaciones un pedazo de historia: el capitel usado por Luis Buñuel durante la filmación de Simón del desierto (1965), el último proyecto del cineasta español realizado en nuestro país antes de regresar a Francia.

La película tiene como personaje principal a Simón (Claudio Brook), un hombre profundamente religioso que para acercarse a Dios decide vivir en lo alto de una columna en el desierto. El diablo (Silvia Pinal) deseoso de tentar su fé lo pone a prueba en diversas ocasiones e intenta seducirlo. Fue producida por Gustavo Alatriste, que también produjo Viridiana (1961), ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1962, y El ángel exterminador (1962), merecedora del Premio FIPRESCI en la edición del 63 del certamen cinematográfico.

Fotos: Filmoteca UNAM.

Descubrimiento

El capitel ha estado a resguardo de la Filmoteca desde finales de la década de los 90, cuando, gracias al documentalista Emilio Maillé se localizó y posteriormente fue trasladado a las instalaciones del archivo fílmico durante la administración de Iván Trujillo. Maillé realizó el descubrimiento durante el rodaje del documental El Buñuel mexicano (1997) dedicado a los años que pasó el director de Los olvidados (1950) en territorio nacional.

“Un antiguo chofer de Buñuel me dijo: ‘parece que las columnas de Simón del desierto siguen por ahí. Están entre Ixmiquilpan y Actopan (dos municipios en el Estado de Hidalgo). Fui varias veces, preguntamos en las carreteritas hasta que la encontré. Es una ranchería, ahora creció, pero era muy pequeño en ese entonces, se llama Taxadho, ahí estaba el capitel y la columna pequeña. Simón del desierto comienza cuando Simón hace el cambio de una columna pequeña a una grande, el capitel es de la grande, que fue dinamitada en el rodaje para una toma que nadie ha visto”, recordó el realizador en entrevista.

“Estaba botado ahí. Lo bonito es que el chofer también me dio unas fotos que él tenía del rodaje de la película, la gente del lugar no había visto nunca Simón del desierto, así que regresé a la semana siguiente, llevé una televisión y un VHS. Para ellos fueron dos cosas: ver a los tíos, abuelos, papás representados y, de pronto, esa columna que no tenía mucho significado para ellos se convirtió en su historia. Le dieron importancia”, añade el realizador de Poetas del cielo (2019).

Sin embargo, no fue hasta la presentación de El Buñuel mexicano en la entonces Muestra de Cine Mexicano de Guadalajara (ahora transformada en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara) que las autoridades de la Filmoteca de la UNAM se enteraron del hallazgo y decidieron actuar para recuperar la pieza. Así lo recapitula Francisco Gaytán, Subdirector de Rescate y Restauración, quien fue el encargado de realizar las gestiones para adquirirla:

“En esa época, que todavía era celebratoria del centenario de Buñuel, nos enteramos que la Filmoteca Española estaba comprando todo sobre él, se enteraron del capitel y también lo querían comprar. Entonces, rápidamente fui con Iván (Trujillo), terminé yendo como cuatro veces a Taxadho, una comunidad muy pequeña pero comunista. Aparentemente no se tomaban decisiones por persona, el capitel estaba en el predio de uno de los campesinos y le estorbaba, porque estaba sobre los surcos, entonces le tenían que dar vuelta con el buey para sembrar. Nunca me dijo el campesino que sí, tuve que hacer los cuatro viajes, entonces le pensé que probablemente querían dinero. Fue Iván y, efectivamente, se les dio una lana y nos la trajimos”.

“Fue por 1988. Metimos una grúa hasta las actuales instalaciones. Fue un trabajo muy bueno, en esa comunidad, muy religiosa y bien intencionada, tiene el otro capitel, con una parte de la columna. Él que está aquí es de la grande, la que se quedó allá tiene su columna. La tienen en el atrio de la iglesia, forma parte del lugar, es el centro de la comunidad. Don Luis estaría encantado de la idea”, añade Gaytán entre risas.

Para Hugo Villa, actual Director de Actividades Cinematográficas de la UNAM, la adquisición del capitel en los 90 y su actual exposición son una muestra de que la Filmoteca mantiene su vocación pública “sobre todo de esta que es de la Universidad Nacional, también le da relevancia enorme a este tipo de encuentros. La generación que estuvo al frente de la Filmoteca supo de su valor y consiguió traerlo acá.”

Villa comenta que actualmente sería complicado realizar un rescate de este tipo, sobre todo porque hoy día la Filmoteca, como muchas otras alrededor del mundo, debe competir contra coleccionistas privados en su lucha por preservar la historia fílmica del país. “Si bien, entonces, Luis Buñuel ya era objeto de reverencia por su carrera. Los objetos que rodeaban a las películas no lo eran, lo que hoy entendemos por memorabilia y esta emoción por ellos, se empieza a fincar en las instituciones públicas muchos años después. Antes no valoramos esas cosas, salvo quienes estaban directamente ligados a la película o el cine.”

Continuó: “llegar con esas ideas a las instituciones era complicado, las mismas copias de las películas se tasajeaban, era como se demostraba que el distribuidor ya no estaba usando las copias que le dio el productor. Hoy nos daría un infarto a todos los que nos dedicamos a la preservación. No había reverencia a la memorabilia. Se veneraba sólo la obra. Hoy día, tal vez, ni la Filmoteca Española tendría dinero para comprar el capitel. Se lo llevaría Steven Spielberg o James Cameron, para ponerlo en la alberca donde hace pruebas para sus películas. Llegarían con carretillas de dinero para comprarlo.”

“Cuando Hugo hablaba de cómo a esto no se le daba la atención antes. Este capitel existe como reflejo de lo que era Buñuel, se hizo para durar toda la vida. No es un decorado de cine, que se hacen para el rodaje y se tiran o se deshacen solos. Está hecho para aguantar y durar los años que sean, eso era Buñuel, esto que va a durar para siempre”, añadió Maillé.

En el libro Conversaciones con Buñuel, del escritor español Max Aub, el arquitecto Sáenz de la Calzada –diseñador de la casa del director en México– recuerda la concepción de la columna de Simón del desierto: “Acepté encargarme del proyecto, y dibujé un plan para una columna que sería, creo, de ocho metros de alto y vacía. Era de concreto con un gran capitel que realmente no pertenecía a ningún estilo en especifico, pero era más o menos bizantina, para que pudiéramos erigir una plataforma encima para que fuera lo suficientemente grande para que el actor hiciera lo que necesitaba. Hicimos un par de viajes al Valle del Mezquital y la columna se construyó. Fue hecha de concreto reforzado y la golpeamos después para que tuviera la apariencia de piedra, y me parece, por lo que me dijeron después, que la hicieron estallar. Yo le sugerí que rompiera la base y pusiera una carga de dinamita dentro para que saliera disparada como un cometa”.

Su significado para la historia del Cine Mexicano

Simón del desierto tiene un lugar especial en la filmografía de Luis Buñuel, primero por su atípica duración (43 minutos) y porque fue la última película que filmó en México. Buñuel recuerda el proyecto en sus memorias, Mi último suspiro, en apenas unos cuantos párrafos:

“Dos años después (de la primera proyección de El ángel exterminador), en 1964, Alatriste me ofreció la posibilidad de realizar en México una película sobre el sorprendente personaje de Simeón el Estilita, anacoreta del Siglo IV, que pasó más de cuarenta años en lo alto de una columna en un desierto de Siria.

“Yo pensaba en ello desde hacía tiempo, desde que (Federico García) Lorca me había hecho leer en la residencia (de estudiantes) La leyenda áurea. Se reía a carcajadas al leer que las deyecciones del anacoreta a lo largo de la columna semejaban la cera de una vela. En realidad, como se alimentaba de unas cuantas hojas de lechuga que le subían en un cesto, sus excrementos debían semejar, más bien, pequeñas cagarrutas de cabra”, anota Buñuel.

“Es la más francesa de sus películas mexicanas. La que marca el paso de lo que iba a seguir, todas sus películas mexicanas son muy libres, con destellos fantásticos de poesía y creación. Pero ésta está en otro tono, pero es un mediometraje, es de una duración muy extraña, que nunca se supo bien porqué, yo al menos no sé. Él dice que la había planeado más larga y ya nunca se supo si por algunas cuestiones con Alatriste se tuvo que reducir. Muy extraña, libre y muy ligada a La Vía Láctea, al Fantasma de la libertad, que son películas con un tono muy separado de las mexicanas”, comenta Emilio Maillé sobre el mediometraje.

La extensión del proyecto se mantiene como uno de los puntos más interesantes y enigmáticos en la carrera de Buñuel, porque su duración impidió que circulara ampliamente en cines como otras películas del director. Así lo explica Mario Barro, académico de la Facultad de Artes y Diseño de la UNAM (FAD) y miembro de la Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia de la misma institución:

“La película tiene ese corte que aún hoy resulta abrupto, el paso del desierto a Nueva York en un ambiente casi apocalíptico, llegan a un baile sin lógica o explicación, lo cual no sorprende siendo Buñuel. Se conservan copias de un guión de largometraje donde se ve que Buñuel tenía planeadas otras escenas y secuencias que no rodaron. Es una película extraña por ese motivo, pero es una de las películas donde Buñuel se sintió muy cómodo y arropado con el equipo que lo acompañó. Trabajó con Silvia Pinal, que fue la musa de estas tres películas, ya que tenía esta relación sentimental con Gustavo Alatriste. Es uno de los papeles más brillantes en la carrera de Silvia Pinal, junto a su interpretación en Viridiana, muy sensual.”

Barro añade: “Las escenas que no se filmaron incluyen más contrucción de la arrogancia de Simón, porque lo caracteriza su prepotencia, su sensación de ser superior al resto de los seres y le visita el Emperador de Bizancio y Simón demuestra estar por encima del bien y del mal. Tiene momentos donde hay cambios de estaciones, escenas con nieve, por ejemplo, se desarrolla más su arco. No se nota que haya cambios radicales en la narrativa.”

El misterio de la duración ha integrado a la academia durante años, muchos lo achacan a posibles problemas de dinero del productor y, otros, a una lucha entre el director y Alatriste. No obstante, la protagonista de Simón del desierto, Silvia Pinal ofreció, durante una entrevista para The Criterion Collection, una posible explicación del misterio, además de señalar que la filmación fue una de las experiencias que más atesora de su carrera.

“Quitando la importancia que tiene Viridiana para mi vida y mi carrera, Simón… fue la película que más me gustó hacer con Buñuel, en la que más me divertí, en la que es una pena que no haya podido exhibir como una película de largometraje. Él tenía la idea de hacer algo sobre Simeón el Estilita, de ahí nació Simón del desierto. Ya tenía la idea, le parecía extraordinario un hombre que con su fé subsiste y se queda en la columna y gana adeptos por su fé y manera de vivir. Él estaba fascinado con eso, pero la historia era muy divertida. Yo era el diablo, salía de niña le enseñaba el liguero, me abría el vestido y le enseñaba los senos. Caray, me divertí horrores”, aseguró la actriz.

“Simón del desierto fue la tercera película que hicimos con Don Luis, Gustavo (Alatriste) como productor y yo como actriz y colaboradora económicamente con mi sueldo. Nos divertimos mucho empezando a pensar en esa película, porque en esa época estaba usándose mucho las películas de tres episodios, como las de Sophia Loren y Mastroianni que eran tres episodios. Entonces le dije: Don Luis yo quisiera hacer una película de tres episodios. Me dijo que era muy buena idea, pero que él ‘haría uno y por qué no buscamos a alguien que produzca el segundo y dirija otro, el tercero’, se me hizo muy buena idea”.

“Entonces Gustavo y yo nos fuimos a hablar con (Federico) Fellini. Yo ya lo conocía porque había trabajado en Italia con Vittorio de Sica, había hecho una película. Fuimos a hablar con Fellini y nos dijo que le encantaría hacer un cuento que estuviera con Buñuel, pero por qué no lo hacemos con Giulietta (Masina). Entonces Gustavo le dijo que querían hacerlo con Silvia, para que en la película estuviera en los tres cortos. ‘A mi me encantaría que fuera Giuletta, caray, ojalá que convenzan a Don Luis que fuera Giuletta y yo encantado lo hago’. Por supuesto, la que salió diciendo que no fui yo, por supuesto que no. Era mi esfuerzo, mi premio, digámosle así. ‘Pues vamos a hablar con Jules Dassin’, dijo Don Luis, ‘un chico que me gusta mucho, es muy inquieto, me gusta mucho su dirección, me llevo muy bien con él’. Entonces ahí vamos, a hablar con Jules Dassin y salió con lo mismo que Fellini: ‘¿Por qué no lo hace Melína Merkoúri?’, que era su mujer. También dije que no,” recordó entre risas la interpreté en la entrevista incluida en los extras de la edición casera preparada por The Criterion Collection de Simón del desierto.

“Entonces, realmente, yo fui la que impedí que se hicieran los cuentos con esos directores, porque no querían hacerlos conmigo, querían hacerlos con sus mujeres. Entonces, salió de pronto (Buñuel) y me dice: ‘pues, no tenemos, ¿por qué no que lo dirija Gustavo?’ Le dije que Gustavo nunca había dirigido, ‘yo lo puedo apoyar en las cosas que necesite’. Y no quise que me dirigiera Gustavo, yo creo que ahí empezó nuestro rompimiento, porque no quise que me dirigiera”, concluyó Silvia Pinal.

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