“No me veo trabajando para nadie, sino creando algo útil en beneficio de los demás. Quiero seguir en el campo y aplicar lo aprendido en la escuela para que no se quede allí, en papeles archivados”, afirmó María del Rosario Rosas Rangel, estudiante de 24 años originaria de Ichaqueo, un pequeño poblado al sur de Morelia, Michoacán, con 230 habitantes.
De padres campesinos, creció valorando la siembra y la cosecha, cuidando el ganado y la tierra que la vio nacer. Es la menor de cuatro hermanos. Hizo la educación básica en su comunidad, después migró a la capital michoacana para cursar el bachillerato y luego la licenciatura en Ciencias Agroforestales, la carrera 128 de las 133 de la UNAM y la número 13 impartida en la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad Morelia.
María del Rosario pertenece a la primera generación de esa disciplina, que inició en agosto de 2020 con 17 alumnos, en plena pandemia por la Covid-19 y de manera virtual. “Mi sueño frustrado había sido estar en la UNAM; vi que abrieron esta opción y presenté mi examen de ingreso”.
Recorre varios kilómetros para llegar a la ENES y se siente afortunada por ser parte de un grupo de jóvenes que busca reconciliarse con el ambiente y transformar las prácticas agroforestales actuales.
“Esto tiene que ver con cómo nos hemos relacionado con el entorno, lastimado las zonas silvestres e intensificado nuestras formas de producir. Por eso nace esta nueva carrera con distintos objetivos; uno de ellos es lidiar con tales retos”, explicó Ignacio Torres García, coordinador de la licenciatura.
A decir de Torres García, México es un país con una gran diversidad biofísica, cultural y social, y con una larga historia de relación entre los grupos humanos y el medio. Esto se expresa en la riqueza de los paisajes agrícolas, forestales y agroforestales, así como los procesos de domesticación y manejo de la diversidad de plantas, animales y hongos.
En el país, 80 % de las selvas y bosques son propiedad de ejidos y comunidades, y 81 % de las unidades rurales económicas son de agricultura familiar. Paradójicamente, 42 % de la población se encuentra debajo del umbral de la pobreza, y 20 % se considera en estado de inseguridad alimentaria.
Ante esta problemática se necesitan profesionales capaces de aprovechar la diversidad mencionada y que incluyan la heterogeneidad de modelos productivos presentes en México. “Debemos comprender toda la complejidad social y ambiental para relacionarnos de mejor manera con nuestras formas de producir, con los ambientes naturales y con los demás seres no humanos con quienes convivimos día a día y compartimos el planeta”, afirmó Torres García.
La reciente licenciatura forma profesionales críticos y ético-reflexivos, quienes contarán con los conocimientos, valores y habilidades teórico-prácticas necesarias para desarrollar proyectos que incidan en la transformación de la realidad alimentaria, energética, social y ambiental del país. “Son alumnos preocupados por la realidad y por cómo resolver las problemáticas actuales”, aseguró Torres García, doctor en Ciencias Biológicas por la UNAM.
Los alumnos se formarán en los campos de conocimiento de las ciencias biológicas, de la tierra, agrícolas y forestales, además de las bases sociales y humanísticas para participar en el planteamiento, análisis y solución de diversos problemas, como confirma María del Rosario, quien sabe del valor del trabajo de campo y busca su reconocimiento.
“Las personas de afuera venían, querían comprar nuestro maíz y frijol muy barato y no pagaban siquiera el trabajo, pero a partir de identificar el manejo que hacemos podemos ver que nuestro producto vale más que los otros porque éste no tiene químicos.”
Lo aprendido en la licenciatura lo aplica para controlar plagas comunes en la siembra y desarrollar un sistema de riego que ahorre tiempo en el rancho de sus padres, donde trabaja para tener una parcela variada que permita el autoabastecimiento.
Como María del Rosario, Noemí López también forma parte de la primera generación de la carrera. Ella es originaria de la Sierra Norte de Puebla, donde su familia se dedica a la producción de café bajo sombra.
Gracias a su formación identifica la gravedad de los problemas socioambientales actuales y confía en que ella y sus compañeros ayudarán a resolverlos. “Es importante que más gente de zonas rurales y forestales venga a prepararse y regrese a sus comunidades a aplicar esos conocimientos, y que los citadinos que quieran transformar los espacios urbanos en sitios más sustentables se interesen en este tipo de formación, porque sí se pueden hacer muchas cosas”, aseguró.