Instituto de Fisiología Celular
Universitarios rediseñan prueba que detecta el SARS-CoV-2
Es utilizada para fortalecer la vigilancia epidemiológica y la investigación sobre el coronavirus; reduce riesgos, costos y tiempos para el rastreo con una muestra de saliva
Sumándose al esfuerzo que distintas instituciones académicas han hecho para ofrecer tecnologías útiles para paliar los efectos de la pandemia, Julián Valdés y sus colaboradores en el Instituto de Fisiología Celular (IFC) de la UNAM simplificaron la prueba de detección por PCR del virus que provoca la Covid-19, para lograr una versión más barata y rápida que las disponibles comercialmente y que, además, reduce los riesgos asociados con el manejo de muestras infecciosas.
La principal innovación en la prueba consistió en el diseño de un buffer o “solución amortiguadora”, cuyos componentes permiten inactivar el virus para su análisis sin necesidad de purificar el material genético de la muestra, como ocurre en otros protocolos que se usan masivamente para diagnosticar la presencia del virus SARS-CoV-2.
Actualmente, la prueba del IFC se usa sobre todo para realizar investigación y para identificar casos y rastrear contactos sospechosos; el equipo ha hecho más de 1500 pruebas desde el inicio de la pandemia. “En la cuarta ola de enero 2022, realizamos pruebas al personal de nuestro Instituto dos veces a la semana y ello permitió identificar muchos casos con y sin sintomatología”, detalló el especialista.
Dado que no se requiere un hisopado, la prueba –cuyo costo es menor a cien pesos– sería ideal para su uso en escuelas y guarderías como parte de la vigilancia epidemiológica.
El kit de colecta consiste en un tubo capilar con el que la persona recoge una pequeña cantidad de su propia saliva (20 microlitros) y la cual se mezcla con el buffer, que contiene un detergente, una proteasa (enzima que degrada las proteínas) y un inhibidor de RNAsas que impide que se dañe el material genético del virus, lo que dificultaría su detección.
Ya en el laboratorio de diagnóstico, la muestra de saliva con el buffer se calienta para inactivar al virus (ver infografía), y poder ser analizada mediante una prueba estándar de PCR (reacción por cadena de la polimerasa, por sus siglas en inglés) en tiempo real (qPCR).
La mayoría de los protocolos de diagnóstico realizan tres reacciones de PCR independientes para detectar dos genes virales y un control, por lo que, para reducir aún más los costos, el equipo del IFC optimizó el PCR para detectar en un solo tubo todos los blancos.
Purificación versus inactivación
Valdés cuenta cómo fue que nació la idea del buffer: “Notamos que teníamos la infraestructura básica necesaria para hacer las pruebas en mi laboratorio, pero no contábamos con las condiciones para tomar las muestras de manera segura, ni los kits necesarios para purificar el ARN del virus. El diseño de nuestro buffer resuelve ambos puntos”.
Los protocolos más usados dependen de purificar el ARN viral antes de realizar el PCR, que es el estándar de oro internacional para el diagnóstico de SARS-CoV-2. Sin embargo, la purificación del ARN toma tiempo y requiere el uso de kits comerciales de los cuales ha habido desabasto en distintos momentos de la pandemia.
Además, esta estrategia es costosa porque implica el manejo y toma de muestras con equipo de protección e instalaciones con características de bioseguridad específicas. Nuestro buffer inactiva al virus a la vez que libera el ARN, lo que nos permite hacer la prueba con la muestra “sucia” y manipular cientos de muestras simultáneamente”, explica Brandon Bustos, estudiante de posgrado en el laboratorio de Valdés y quien participó del desarrollo.
La reducción en el uso de equipo de protección significa además menos producción de desechos, señala Valdés: “durante la pandemia se han generado toneladas de basura al día derivado de las pruebas. Nuestro protocolo reduce al mínimo la cantidad de desechos generados”.
La principal innovación consistió en el diseño de un buffer o “solución amortiguadora”, cuyos componentes permiten inactivar el virus para su análisis
El protocolo rediseñado en el IFC y cuyo desarrollo fue financiado por la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación (SECTEI) tiene una efectividad superior al 80 % (mayor a muchas de las pruebas rápidas de antígenos disponibles comercialmente), por lo que puede resultar útil para la detección temprana de casos y rastreo de cadenas de contagio.
En el diseño del buffer participaron además Nallely Cano y Silvia Garza, integrantes de los grupos de investigación de Julián Valdés y Félix Recillas, también en el IFC.
Sobre su participación, Bustos –quien es primer autor del artículo que acredita el avance junto con Garza– cuenta: “Al inicio de la pandemia a mí también me daba mucho miedo contagiarme, ver a mi familia, tomar el transporte. Por eso me entusiasmó muchísimo la idea de poder contribuir. Al principio pensamos que el protocolo se usaría sólo en nuestro Instituto; nunca me imaginé que se fuera a publicar. Me gusta pensar que al final, aunque fuera sólo un poco, nuestro trabajo ayudó a superar esta situación, a que volviéramos al trabajo y a ver a nuestras familias”.
La validación de la prueba y su eficacia se describen en un artículo recién publicado en la revista internacional Vaccines.