Urgente revisar el modelo educativo

Se deben modernizar las aulas con base en las experiencias de éxito obtenidas durante la pandemia: José Antonio Pérez Islas

Es necesario propiciar mayores espacios de participación y socialización. Foto: Víctor Hugo Sánchez.

Después de dos años de serias complicaciones ante el cierre de escuelas y la inconsistencia de las clases a distancia, es urgente revisar el modelo educativo para propiciar mayores espacios de participación y generar nuevos contenidos para las juventudes, aseguró José Antonio Pérez Islas, coordinador del Seminario de Investigación en Juventud.

Los esfuerzos realizados para enfrentar la contingencia en materia educativa no fueron suficientes y los resultados son poco favorables, por lo cual se debe tener claro que las cosas aún pueden seguir igual y esa idea de regresar a una supuesta normalidad requiere otro enfoque: “Primero debemos transformar el salón de clases y modernizarlo con base en las experiencias de éxito obtenidas durante la pandemia, impulsando un nuevo modelo educativo que permita transformar el proceso de enseñanza-aprendizaje en uno de aprendizaje mutuo”, indicó.

Insistió en que las aulas deben transformarse, incorporando las herramientas digitales utilizadas durante la pandemia, pero ahora para estrechar la comunicación y enriquecer los procesos de aprendizaje. “En el salón, como profesor, cada vez confirmo que soy el que menos sabe de cosas distintas, los estudiantes ya conocen muchas más. Entonces, se debe dar un giro hacia un esquema de aprendizaje mutuo, lo cual nos llevará a establecer una relación distinta entre estudiantes y docentes”.

Es fundamental revisar también los contenidos en los planes de estudio pues ya desde antes de la pandemia se detectó, principalmente en el nivel bachillerato, que existen muchas dudas de las y los estudiantes sobre materias a las cuales no les encuentran ninguna utilidad en su vida profesional; “por ejemplo, las etimologías o el cálculo diferencial, que no saben para qué les servirán en la cotidianidad. Si no pensamos que los contenidos necesitan ir en otro sentido, vamos a seguir errando”, advirtió el investigador.

Es un momento de la vida de las y los jóvenes en donde lo afectivo es central y no hay ninguna materia, en educación media superior, que aborde esos temas, porque no sólo es el asunto de los desamores en el noviazgo, sino también hay desapegos y conflictos con los mismos hermanos, con la familia y con los amigos, es un problema psicosocial que es prioritario atender como un tema que a los estudiantes les resulta de gran interés, destacó.

En este sentido, apuntó, quienes imparten clases requieren aprender a escuchar a la juventud para saber lo que necesitan y contar con mayores elementos a fin de plantear una revisión al modelo educativo escuchando, pero siempre de la mano de las y los alumnos, pues tienen mucho qué decir. Hacer un cambio en las políticas públicas sin preguntarle a los sujetos es un gran error y, hasta ahora, todas las reformas educativas que se han impulsado no han tomado en cuenta a los estudiantes.

De igual forma, abundó, es necesario reconstruir dos procesos que se agudizaron con la pandemia y que terminaron por cortar la formación de las y los jóvenes: Uno es el de socialización relacionado con la función de las instituciones como la familia, la escuela y el trabajo, y que también tuvo muchos agujeros fundamentalmente porque la mayoría de las instituciones no lograron responder de inmediato ante la emergencia.

El otro, agregó Pérez Islas, es el que se conoce como la socialidad, es decir, el mecanismo asociado al vínculo con los demás: amigos, vecinos, barrios, novias y novios; como espacios en donde se aprenden cosas, que también se vieron severamente afectados por el cierre de los lugares comunes de reunión. “Entonces hubo un proceso de socialidad que se rompió y generó todo tipo de broncas afectivas y soledades, con relaciones de pareja que se perdieron, y con secuelas aún más graves para quienes perdieron el trabajo o tuvieron que abandonar definitivamente sus estudios”. En este punto, consideró, las instituciones educativas deberán desempeñar un papel fundamental para ayudar a reconstruir ese tejido social.

Además, Pérez Islas comentó que en la agenda social de las y los jóvenes, otro de los temas que trastocó durante este periodo fue el de la colectividad. Al tener que dejar de ir a la escuela y con ello no poder ver a los compañeros de estudio y a las amistades, también se cortó una parte importante del aprendizaje y la mayoría fueron obligados a refugiarse en su individualidad, muchas de sus actividades y conversaciones se redujeron al uso del teléfono celular.

Por ello, es urgente retomar esa colectividad para volver a hacer comunidad, que además de compartir experiencias, permita arraigar ese sentido de pertenencia a una comunidad, lo cual es indispensable en un mundo que cada vez acentúa más las individualidades, concluyó.

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