Vicisitudes del proceso editorial de un libro

Primera sesión del foro virtual Haceres y Saberes del Ámbito Cultural

La editora independiente Andrea Fuentes, el ilustrador y grabador Mauricio Gómez Morín y la mediadora de lectura Marimar Argüelles se dieron cita para dilucidar sobre lo que implica confeccionar un libro hasta el momento en que llega a las manos de sus lectores, en la primera sesión del foro virtual Haceres y Saberes del Ámbito Cultural. Oficios de la Cultura, organizado por la Cátedra Internacional Inés Amor en Gestión Cultural.

La conversación, moderada por Anel Pérez, directora de Literatura y Fomento a la Lectura, y Socorro Venegas, directora general de Publicaciones y Fomento Editorial, llevó de título Quehaceres del Libro y la Lectura. Lo que Perdimos y lo que Ganamos. En ella se reconoció la labor tan significativa del recientemente fallecido Enrique Fuentes, fundador de la emblemática Librería Madero, y se mencionaron algunos de los oficios que ya están en desuso, otros en tránsito y los que vendrán a futuro en la hechura de los libros físicos.

Andrea Fuentes expuso que en el enorme universo de lo libresco intervienen muchos actores y son múltiples las aristas que lo componen. “Hay diversas especializaciones en un oficio que resulta algo incuantificable y, por ende, no medible, donde no siempre se nombra a todos los que hacen el libro y lo sostienen”, subrayó la directora general de La Caja de Cerillos Ediciones.

En su turno, Mauricio Gómez Morín se definió como un aprendiz de todo y maestro de nada. Refirió que desde muy joven se inició como grabador y de ahí pasó a la impresión. “Soy un ente a.C y d.C; antes y después de la computadora”. Enseguida comentó que una de las características más peculiares de los procesos editoriales contemporáneos, a diferencia de los anteriores como la fotomecánica y las pruebas de color, es que todo ese trabajo técnico garantizaba la buena hechura de los libros, y eso es algo que en lo personal extraña bastante, aunque reconoció los avances en cuanto a la producción de imagen digital.

“Hoy en día me asumo como un creador de imágenes híbridas. Todo el tiempo estoy trabajando en soportes físicos y digitales”, dijo quien fue durante 11 años director de arte de las colecciones infantiles del Fondo de Cultura Económica.

En su intervención, Marimar Argüelles aseveró que uno no puede ser mediador de lectura si antes no se reconoce como un lector experimentado, lo que exige de conocimiento, tiempo y perspicacia. Rememoró que a principios de los años 60 del siglo pasado lo que ahora se entiende como mediación de lectura se le denominaba animación de lectura, y se le concebía como un instrumento de transformación social a partir de que se promovía una visión crítica de la realidad. “Se empezaba a movilizar a la ciudadanía para acercarla al conocimiento”.

Luego, especificó que la mediación se enfoca en que el lector tenga ciertas herramientas que le permitan crecer en su autonomía, y que también pueda ejercer las muchas formas de la lectura. “El reto de la mediación está en ser conscientes de que leer no es necesariamente un camino llano. Lo importante es el sentido trascendente que conlleva el acto de leer… El papel del mediador es conducir al lector a otras capas más allá de lo textual”, señaló la docente del programa Universo de letras de la UNAM.

Librerías independientes

Andrea Fuentes sugirió tomar en cuenta todos los agentes activos que se involucran en el proceso editorial y que están en un permanente diálogo, lo que llega a fructificar y plasmarse en el producto final, aunque ese proceso no está del todo visible para los lectores. Planteó, además, que deben reconocerse los esfuerzos de las librerías independientes que han conseguido sortear muchos obstáculos durante la pandemia, lo que le dio pie para afirmar que “el librero no es alguien que tiene un negocio y vende libros, sino una persona que lee profundamente y cultiva saberes de muy diversa índole”.

Los tres participantes en el foro coincidieron en que el proceso de edición es rico, complejo y múltiple, aunado a que el lector no es un receptáculo sino alguien que transforma esa recepción. Para cerrar la sesión, Socorro Venegas apuntó: “Este no es sólo un ejercicio nostálgico. De igual manera nos ayuda a comprender nuestros oficios en torno al libro”.

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