Víctimas constantes: mujeres, indígenas, defensores, periodistas…

La cultura, el contexto, la sociedad, todo lo que nos rodea tiene una parte fundamental en nuestra conducta, en cómo nos relacionamos

Para detener un ciclo de violencia como el que se vive actualmente en México es necesario “hacer un diagnóstico, un ejercicio de autoevaluación muy honesto, para entender en dónde estamos”, argumentó Olmo Navarrete Rigo, colaborador del Seminario de Estudios de la Globalidad de la UNAM.

Con ese objetivo, un grupo de especialistas del seminario en el que participa el investigador se dio a la tarea de analizar los fenómenos alrededor de la violencia que se viven hoy día en territorio mexicano. El resultado del estudio es el libro Salud mental y violencia colectiva. Una herida abierta en la sociedad, coordinado por el exrector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, y Dení Álvarez Icaza, secretaria técnica del Comité para la Atención a la Salud Mental de la Comunidad Universitaria.

En el segundo capítulo, titulado “Algunas teorías en torno al origen de la violencia colectiva”, Álvarez Icaza, María Elena Medina-Mora Icaza y Navarrete Rigo exploran las ideas de diversos científicos sociales que podrían ayudar a entender la génesis de dicho fenómeno.

Para el especialista de la Facultad de Psicología de la UNAM éste fue un ejercicio “muy interesante”, ya que permitió “un proceso cuasi antropológico, científico” que les permitió comprender cómo se han acercado históricamente a estudiar estos procesos. “Lo que podemos ver, descubrir y teorizar al respecto de los ejercicios es que la cultura, el contexto, la sociedad, los otros que nos acompañan juegan una parte fundamental en nuestra conducta, en cómo nos relacionamos. En realidad la violencia a menudo –a pesar de que hay otras teorías que hablan de una maldad innata o de un problema profundo– se encuentra en esta maraña. A veces es difícil entender las relaciones de poder sociales, en las que cada uno de nosotros ocupa un papel”, explicó.

A esto añadió: “Dentro de los conceptos principales que se manejan en el libro, hablamos de violencia colectiva con la definición que nos da la Organización Mundial de la Salud. Esta violencia que se ejerce y cuya característica es un contexto particularmente social, una adhesión a un partido, a una forma de pensar, a una religión, o una violencia que se ejerce por discriminación hacia una condición de sexo, de género, de preferencia, de etnicidad”.

Desgraciadamente México “es un caso muy claro donde podemos ver que día a día, puntualmente, hay comunidades indígenas que siguen recibiendo todo tipo de agresiones y y violencias colectivas hacia su comunidad, a su cultura. Tenemos también esta violencia que nos acecha –desgarradora– de los feminicidios y la violencia de género. Y otra también muy importante, la violencia que se ejerce a los periodistas”, puntualizó el maestro en investigación de campo en psicología social por la Universidad Autónoma de Barcelona.

¿Romper el ciclo?

El análisis exhaustivo del volumen también permitió elaborar algunas de las posibles salidas a la violencia en México, que ha crecido exponencialmente en los últimos años. “La violencia genera más violencia”, como anota uno de los apartados del capítulo.

De acuerdo con Navarrete Rigo, todo empieza con educación. Así lo definió: “El primer punto para poder identificar y tratar de resolver o dar el primer paso hacia adelante pasa por poder reconocer qué es violento, entender qué es la violencia. En muchas ocasiones, nosotros experimentamos violencia y somos violentos con otros sin saber qué es violento. Es fundamental para poder emprender los procesos que una persona entienda que la omisión o acción que está llevando a cabo tiene una violencia implícita que, probablemente, no sea evidente a sus propios ojos”.

Y concluyó afirmando que “esta educación en conceptos, en principios, en teorías, entidades y complejidades, nos va a ayudar a que las personas poco a poco nos vayamos quitando esa pequeña cubierta en los ojos de cada uno de nosotros. Ejercemos la violencia en diferentes colores, diversas formas y maneras. Es el primer paso. Debemos quitarnos como sociedad el estigma de acercarnos a los profesionales de la salud mental para que podamos explicar qué sentimos, por qué lo sentimos y para que nos ayuden a clasificar esas violencias. Entenderlas para poder afrontarlas de a poco y, lo más importante, dejar de ejercerlas. La violencia se puede expresar de mil maneras muy complejas, culturalmente construidas”.

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