2019, el año en que nos alcanzó Blade Runner

La película de Ridley Scott que se desarrolla en noviembre de 2019, proponía una sociedad distópica. ¿Qué tan parecido es el 2019 al de este filme de culto?

Era noviembre de 1982 y en la cartelera figuraba una cinta de gran ambición: Blade Runner. El público de ese entonces recibió con frialdad el tercer largometraje del joven cineasta Ridley Scott, quien en 1979 transformó el campo de la ciencia ficción cinematográfica con Alien: el octavo pasajero, el éxito de ésta no se extendió a la taquilla de la cinta protagonizada por Harrison Ford, Sean Young y Rutger Hauer.

Blade Runner “gira en torno a un grupo de seis seres que se escapan de un planeta prisión y llegan a la Tierra. Su vida sólo dura cuatro años porque su crecimiento sentimental es incontrolable. El relato transcurre en la ciudad de Los Ángeles en el año 2019. Grandes espectaculares de temática japonesa y edificios-pirámide imponen su presencia.También los carros voladores, tantas veces citados en la historia del cine, visten la escena. Enseguida, Rick Deckard (un Blade Runner) es llamado a encargarse de “retirar” a las réplicas que tienen como objetivo encontrar a su creador, el director de Tyrell Corporation. Pretenden hacerle una serie de preguntas de orden existencial. La historia de amor entre Deckard (Harrison Ford) y Rachel (Sean Young) es melancólica: son dos seres rotos”, detalló sobre la trama la escritora Leda Rendón, en un artículo sobre el largometraje publicado en Marzo del 2012 en la Revista de la Universidad.

Tal vez el futuro imaginado por Scott y todo el equipo de producción, ambientado en un distante noviembre de 2019, era demasiado opresivo para el público en general o, quizá, la lucha creativa entre el realizador y el estudio –una de muchas en la carrera de Scott– auguró para muchos cinéfilos un desastre y la evitaron.

“Él (Scott) parece estar más ocupado con crear sus mundos cinematográficos que poblarlos con personajes plausibles, y ése es el problema esta vez. Blade Runner es un logro visual asombrosamente interesante, pero un fracaso como historia… La debilidad de la película, sin embargo, es que permite que los efectos especiales abrumen la historia. (Harrison) Ford es duro y discreto en el papel central, y Rutger Hauer y Sean Young son efectivos como dos de los replicantes, pero la película no está realmente interesada en estas personas o criaturas”.

Esas breves líneas, en este caso escritas por el famoso crítico cinematográfico estadunidense Roger Ebert para el Chicago Sun Times con motivo del estreno de la película, son sólo un ejemplo de la manera en que la crítica especializada y una buena parte del público rechazó inicialmente el proyecto, fue en los formatos caseros –hay más de siete versiones disponibles para los interesados– y el boca en boca que Blade Runner alcanzó su estatus de película de culto.

“El lugar de Blade Runner como película de culto llegó tiempo después… Las razones para ser considerada como una joya de la cinematografía son varias: la profundidad temática, el guión de estilo audaz, los escenarios futuristas, la paranoia en torno al control del estado y la idea de un creador al que se le puede cuestionar. De este modo, cumple la función primordial del arte: ser espejo de los deseos de otros hombres. A esto contribuyó la música del compositor griego Vangelis; las actuaciones, en especial la de Edward James Olmos, y la historia. La estética cyberpunk ha influido a filmes tan populares como Batman y Robocop, entre muchas otras”, agregó Rendón en su análisis de la cinta para la Revista de la Universidad.

El articulista Mauricio González apuntó en Confabulario, suplemento cultural del diario El Universal, sobre la trascendencia de la película inspirada por la novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Phillip K Dick, lo siguiente:

“Es un lugar común afirmar que la cinta de Scott (Alien, Los Duelistas) ayudó a definir el movimiento ciberpunk, corriente que contrapone el avance tecnológico con el colapso del orden social. Es cierto: desde las novelas de William Gibson a casi cualquier cinta de ciencia ficción que visualice una realidad postapocalíptica, sin obviar el animé al estilo de Akira o Ghost in the Shell, el subgénero distópico no se entendería sin Blade Runner. Su influencia, sin embargo, rehúye la categorización genérica. Basta con prender la televisión, observar un comercial, disfrutar un videojuego o pasear por una ciudad emblemática del orbe para corroborar la relación vital y orgánica que la película sostiene con nuestro tiempo.”

La vigencia de Blade Runner no se limita sólo a cómo proyectamos el futuro o qué pensamos de la relación entre tecnología y sociedad, sino a nuestras propias consideraciones sobre lo humano. Así lo expone la autora Noemí Novell en su artículo titulado Frankenstein y Blade Runner. Variaciones sobre el tema de Prometeo, dentro del Anuario de Letras Modernas 2005-2006. Vol. 13 de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM:

“El creador en Blade Runner es un corporativo, aunque el responsable y ‘genio’ principal en el diseño de los replicantes es el doctor Eldon Tyrell, que comparte un poco del crédito con JF Sebastian y, en menor medida, con Chew, el hombre que diseña los ojos. Las razones por las que la Corporación Tyrell fabrica replicantes cada vez más perfectos no son la gloria o la trascendencia de la enfermedad o la muerte, como en el caso de Frankenstein, o el puro mandato divino, como hace Prometeo, sino para venderlos como esclavos en las colonias del espacio exterior; en palabras del propio Tyrell: ‘Commerce is our goal here at Tyrell. More human than human is our motto’. El afán altruista es sustituido, pues, por el interés comercial.”

El profesor Alier Escobar, investigador de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, amplió dicho punto en un texto del 2014 para la Revista Ciencia de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC) que lleva por título ¿Sueñan los humanos con un futuro no apocalíptico? Reflexiones sobre Blade Runner:

“La falibilidad de la ciencia, a la luz de los objetivos cibernéticos del control y la previsión, es evidente en la programación del androide, pues en sentido estricto no debía cuestionar su longevidad ni mucho menos delinquir para alargarla. Es decir, no estaba programado para ello, lo que representa una gran afrenta para la ciencia. La rebelión evidencia que los inventos tecnológicos padecen de la entropía, manifestada a través de la evolución del algoritmo que les dota de humanidad. Por eso tienen una caducidad tan corta: porque los creadores suponían que las máquinas podrían desarrollar emociones.”

Y agregó: “…se presenta en el argumento del filme una paradoja importante de la cibernética: mientras más perfecta sea la máquina, más parecida será al ser humano, y mayores probabilidades habrá de que falle. En el lema de la corporación, Tyrell muestra claramente la complejidad de esta paradoja, pues pretender ser ‘más humano que el humano’ es una idea fundamentalmente humanista, que toma sólo lo positivo y evade lo negativo de la propia condición. Así, para el optimismo científico, ser más humano que el humano significa ser más fuerte, más inteligente, más productivo, etcétera; es decir, todo lo que el humano no puede ser pero aspira a realizar, y se ignoran los aspectos perniciosos que también son parte de su disposición”.

A diferencia esos momentos que se pierden en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, parafraseando la famosa frase dicha por Rutger Hauer en Blade Runner, el legado del trabajo dirigido por Ridley Scott se ha consolidado con el paso de los años –aun con su muy poco exitosa secuela: Blade Runner 2049–, transformando y cuestionando nuestra propia humanidad.

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