La pluralidad no es un mal que deba exorcizarse

La pluralidad no es un mal que se debe exorcizar; ésta y la diversidad ideológica son bienes que, si se procesan mediante el diálogo y la deliberación democrática, ayudan a construir ciudadanía, afirmó Pedro Salazar Ugarte, exdirector del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ).

No obstante, el nivel de polarización al que se ha llegado en algunas sociedades organizadas con reglas democráticas, inhibe la posibilidad de contar con una ciudadanía de “alta intensidad”, basada en la confianza y la cual no supondría homogeneidad de ideas o aplanamiento ideológico, sino la posibilidad de convivir desde la divergencia, abundó.

Al dictar la conferencia magistral de apertura del Seminario internacional Reflexiones en torno a la polarización política y sus efectos en la democracia constitucional, organizado por el IIJ, precisó que ese fenómeno inhibe la posibilidad de articular el intercambio de ideas democráticas desde un punto de vista respetuoso e imparcial hacia el interlocutor.

Probablemente, dijo, la polarización es el efecto de una decisión orquestada por una parte de actores políticos en una sociedad y momento histórico determinado; pero esa estrategia no surtiría efecto si no hubiera las condiciones que la hacen posible. La primera de ellas es la desigualdad estructural que aqueja a nuestras sociedades y que objetivamente está ahí.

Otra causa son las profundas violencias, la criminal, la de género, que están en nuestras sociedades. “Las expresiones de violencia verbal que desde el poder se usan todos los días, de amenaza de violencia física, de normalización de la descalificación del interlocutor que no piensa como uno, es un elemento que impide la construcción de una dinámica propiamente democrática”.

La desconfianza en las instituciones permite la polarización porque ellas dejan de servir como instancias de mediación, de atemperamiento, de convivencia, de espacios por medio de los cuales se puede procesar el diferendo, y “el conflicto que no es canalizado es caldo de cultivo de sociedades que se fragmentan”, añadió Salazar Ugarte.

El jurista agregó que, además, vivimos en un entorno y contexto mundial donde la incertidumbre está instalada en el eje de nuestra existencia y convivencia diaria, con un elemento adicional que las tecnologías han potenciado y han permitido: la diseminación de información falsa, deliberadamente mentirosa o fake news.

De igual modo, nuestras democracias constitucionales se basaron, entre otros elementos, en la promesa de que las sociedades serían igualitarias, libres, pacíficas, ciertas, confiables, pero no ha sido así y ello le ha pasado una factura enorme a la institucionalidad democrática.

El universitario mencionó que un contexto de polarización social tan intenso como el que estamos viviendo, inhibe el buen funcionamiento de las instituciones, cuando menos en principios básicos para el constitucionalismo democrático como la división de los poderes.

La democracia es una construcción que presupone la correspondencia de diferentes fuerzas políticas y sociales, ninguna de las cuales puede y debe hacer su voluntad singular, sino que todas ellas están obligadas a considerar a las otras, y a no desatar espirales de conflicto que supongan la negación de la coexistencia en la diversidad, sostuvo al citar a José Woldenberg.

De manera aguda y profunda

Durante la inauguración del encuentro, Hugo Concha Cantú, investigador del IIJ, recalcó que en México el fenómeno de la polarización tanto política como social se vive de manera tan aguda y profunda desde, por lo menos, el comienzo de este gobierno, lo que coincide con fenómenos similares en todas las democracias contemporáneas, como las de Estados Unidos, países de Europa y otras naciones de América Latina, con distintos elementos y características.

De ahí la importancia de abrir un espacio de la más alta calidad y profundidad en el análisis por sus ponentes y participantes, para discutir los efectos que ese fenómeno tiene en los modelos de las democracias constitucionales, en este caso conformado por cuatro mesas y una más de conclusiones, así como una segunda parte que podría celebrarse en una de las universidades visitantes el año que entra.

En la última actividad académica que inauguró Pedro Salazar como director del IIJ, estuvo José Juan Moreso, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, quien enfatizó que este primer encuentro debe ser continuado. “Esperamos que sea una jornada muy buena de discusión”.

En tanto, Jordi Ferrer, de la Universidad de Girona, España, opinó que el Seminario Internacional implica de alguna manera la institucionalización de una relación que existe desde hace mucho tiempo; “si conseguimos que tenga continuidad se creará ese punto de encuentro institucional que ya se produce a nivel personal, pero que es importante que nos reúna para debatir los trabajos que salen de las investigaciones en nuestras instituciones”.

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