Pecados capitales, retratos de la maldad humana

En México mutilaron a la población con todo lo que tiene que ver con moralidad, afirma el filósofo universitario Alejandro Tomasini Bassols

Siempre han existido soberbios, iracundos, avaros, glotones, envidiosos, lujuriosos y perezosos. Estamos rodeados de personas con esos vicios morales. Y quizá uno mismo sea un “pecador capital”, sin saberlo.

Para la Iglesia Católica esos son los siete pecados capitales. Para el filósofo Alejandro Tomasini Bassols, son facetas reprochables de la conducta y la personalidad humana.

“Pecado” es una noción religiosa. Que sean siete capitales, es una lista hasta cierto punto arbitraria. Para el investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIFs) podían haber sido más o menos. “Todas las clasificaciones son arbitrarias, hasta en botánica. No es una verdad necesaria el que tuvieran que ser siete, pero eso no implica que se hable de siete sea un error”, dice.

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Se les llama ‘capitales’, porque de esos pecados derivan otros, igual de horrendos, pero Tomasini Bassols no agregaría otros, porque es un listado bien acotado de la maldad humana.

No siempre estuvieron ligados a los dogmas de la Iglesia católica. Antes que en la Edad Media, ya en la Antigüedad estaban asociados a una conducta sujeta a análisis y a crítica. Aristóteles, en su Retórica, reflexiona sobre la ira y la soberbia. Fue, sin embargo, en el siglo V después de Cristo, que el Papa Gregorio I los enlistó y luego Santo Tomás de Aquino, filósofo católico, los teologizó. Le dio “ese toque religioso a algo que era como un código penal interno de la Iglesia”.

Que se les llame ‘pecados capitales’ o ‘terribles conductas humanas’ de todos modos valen tanto para creyentes como para laicos. “Valen igual”, dice el autor de Pecados capitales y filosofía, libro en el que con un enfoque filosófico no teísta se ofrece una reconstrucción histórica del tema y pinta un retrato del hombre pecador.
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–¿Pero hay de pecados a pecados y de pecadores a pescadores?

No está tan seguro Tomasini Bassols porque “el mal es el mal y el daño es el daño. Los delitos de los ladrones del Senado son de otras magnitudes que los de la tienda de enfrente, pero a final de cuentas cometen el mismo delito”.

–¿Qué dice la ética de las consecuencias?

–Una ética consecuencialista, puramente utilitarista, va a dejar mucho que desear porque no estamos cuantificando el mal sino distinguiendo el bien del mal. No es una discusión de sumas y restas (me conviene ser pecador solo tres por ciento), sino de distinción de conductas.

Para el filósofo universitario la conducta del político soberbio con poder, por su rol crucial, tiene más repercusión, pero “la acción malvada es la misma”. Tan inmoral uno como otro.

Hay gente tremendamente soberbia, subraya. El soberbio, el que se cree superior a los demás, el que nunca ofrece disculpas. Hay presidentes (Salinas, por ejemplo) que nunca pidieron perdón por el mal hicieron o por lo que dejaron de hacer y que tenían que haber hecho.

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–¿La mentira puede ser un pecado capital? A Trump le cuentan las mentiras que dice a diario…

–No, sería trivializar la noción de pecado capital. Y no quiere decir que la mentira sea algo bueno. Además es otro contexto. En el discurso político las reglas son el engaño y los pecados tienen que ver con la conducta individual, privada, no con la vida pública.

–¿No es una perspectiva limitada desligar lo personal de lo social?

–Son facetas distintas, dice el investigador del IIFs, porque un jefe de Estado, pude ser en lo personal un tipo cariñoso o pusilánime, pero por consideraciones políticas puede declarar la guerra. Francisco I. Madero, espiritista por su mujer que era la “jefe de familia”, tuvo un rol fundamental que detonó la Revolución Mexicana, aunque él solo estaba buscando una transformación del campo a favor de los empresarios agrarios, muy limitados por las leyes porfiristas. O sea, sí podemos distinguir el plano social del personal. El análisis es siempre útil.

–¿Cuál es el antídoto, cómo se combaten estas malas actitudes?

–Asumidos como pecados capitales, ni con reproches ni con cárcel.

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Para Tomasini Bassols, que durante mucho tiempo fue un jacobino, un aliado puede ser la religión, el cristianismo, con sus preceptos de vida, con una lectura seria del nuevo testamento.

Desprovista de contenido religioso, la solución a esas “horribles conductas”, como en el mundo griego de Aristóteles, vendría con educación, con buenos hábitos, con todo lo que dice Aristóteles en la Ética Nicomaquea.

Si se deja de lado la noción religiosa de pecado, agrega, la solución sería una transformación radical de la sociedad. Muchas cosas se superan con educación, aunque en el capitalismo están “los gérmenes”, por ejemplo de la avaricia: el querer “acumular más y más”. Pero si mantenemos la noción de pecado, entonces al pecado sólo con la creencia en Dios se le puede neutralizar.

–¿Una solución es portarse bien, por decreto?

–Mucha gente no sabe lo que es el patriotismo, el respeto, lo que es inmoral. Muchas frases de del Presidente forman parte de una estrategia política que recupera un discurso que cayó en desuso por todas las prácticas inmorales de políticos y ricachones soberbios y avaros (pecaminosos en grado supremo) que empobrecieron la vida en México.

–¿La Cartilla Moral de Reyes puede ayudar a concientizar a la gente?

–El pensamiento pasa por el filtro del lenguaje. Si le quitan a uno el vocabulario de la aritmética, uno ya no podrá contar: verá mucho o nada, pero no sabrá contar las ovejas de un rebaño. Hoy parece ridículo decir: pobre pero honrado. Pero antaño era un valor para la gente. En México le cortaron a la población todo lo que tiene que ver con moralidad. Todo era robo, estafa, venta del país. Si no hay lenguaje moral, difícilmente puede haber conciencia moral.ira

–Hablando de moralidad, ¿qué piensa del clásico: Un político pobre, es un pobre político.

–Eso es un paradigma de la inmoralidad descarada.

–¿Y la del cacique priista Gonzalo N. Santos?: La moral es un árbol que da moras.

–Ese es el mensaje de un rico, poderoso e influyente: no tengan límites, hagan lo que quieran. Es el símbolo de la expulsión de la moralidad de la vida cotidiana de las personas. Algo que ciertamente hay que combatir.

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