Atención médica primaria a etnias, cuenta pendiente

Son tres las principales limitaciones para el acceso efectivo: la ubicación geográfica, experiencias de violencia y discriminación, así como incomprensión cultural y social

Los pueblos indígenas representan alrededor del 6.2 % de la población mundial, distribuidos en más de 5,000 grupos indígenas hablantes de 7,000 lenguas originarias, en 90 países. Cada persona, familia y comunidad con identidad indígena mantienen sus propias formas de construcción y expresión de la vida, salud, enfermedad y bienestar, mismas que tienen sus raíces en los vínculos con la tierra, territorio, historia, cultura, cosmovisión, ideologías, prácticas, etcétera. Aun con la realidad social, comunitaria y cultural predominante en los pueblos indígenas, esta población tiende a ser desplazada, vulnerada, desfavorecida y mirada desde una perspectiva folclórica por la sociedad. Es así como cada 9 de agosto se conmemora el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, para acompañar, reflexionar y analizar las acciones pendientes hacia y con los pueblos indígenas.

En relación con temas de salud, las organizaciones Mundial y Panamericana de la Salud proponen transformar los sistemas de la región de las Américas, con la participación social real, e inclusiva, de los pueblos “indígenas” y originarios, lo cual implica ser conscientes de sus derechos, como “a la libre determinación y autonomía, respetar la organización social, económica, política y cultural; los sistemas normativos; el patrimonio cultural y lenguas; las tierras, territorios y recursos naturales (Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, 2023); lo cual exige modificar la forma tradicional de hacer políticas, de planificar en salud y de repensar las barreras que impiden a las personas tener acceso efectivo a los servicios y al ejercicio del derecho a la salud.

Reportes de investigación en pueblos “indígenas” señalan que las principales limitaciones para el acceso efectivo a los servicios de salud se relacionan sobre todo con la ubicación geográfica de los centros y unidades de salud, experiencias de violencia y discriminación e incomprensión cultural y social. Además, contribuye a acentuar esta problemática la poca claridad de una política pública que apunte a una distribución de recursos humanos en salud que considere la geografía y cultura de las comunidades.

México es un país pluricultural y multilingüe, sustentado en la presencia de 68 pueblos “indígenas” concentrados principalmente en Oaxaca, Guerrero y Chiapas, entidades federativas hoy en día señaladas por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (2021), como aquellas con mayor carencia de servicios de salud en la nación.

El derecho a la salud de los pueblos “indígenas” y originarios está plasmado en los marcos normativos de la nación. Sin embargo, en la vida cotidiana de las personas está lejos de alcanzarse; primero, por la situación de vulnerabilidad y rezago social que aún prevalece en las personas de estos pueblos; segundo, por la inaccesibilidad a los servicios de salud, y tercero, por la visión biomédica unicentrada en la curación, dejando de lado los saberes, prácticas y cosmovisiones de nuestros pueblos.

Aun cuando en 2020 la Secretaría de Salud de México hizo explícita la importancia de entender la cosmovisión indígena para incidir en el bienestar de éstos, a través de modelos y metodologías interculturales que consideren la cultura, cosmovisiones, medicina tradicional y determinantes sociales, las prácticas de atención a la salud institucionalizas poco lo han considerado. No obstante, en el país se tienen algunos antecedentes respecto a la articulación del sistema biomédico y de atención a la salud-enfermedad de pueblos indígenas, en los estados de Chiapas, Oaxaca, Yucatán, Veracruz, Tabasco, Puebla y Nayarit, entidades federativas que han intentado una “adaptación”, más que la integración de ambos paradigmas, lo que con el tiempo implica vacíos o confusión en el cuidado y atención intercultural esperado.

Estrategia importante y necesaria que requiere la implementación articulada de los saberes culturales de los distintos pueblos y la biomedicina. Foto: Gobierno de México.

Con estos antecedentes, la atención primaria de salud resulta una estrategia importante y necesaria que requiere una implementación articulada de los saberes culturales de los pueblos “indígenas” y la biomedicina. Lo anterior, para contribuir a la transformación de los servicios de salud desde la construcción de un ejercicio primigenio de interculturalidad en el área, sustentado en el trabajo multidisciplinario intersectorial y la formación de equipos de salud que conozcan los derechos de los pueblos, valoren su diversidad cultural y trabajen participativamente en el bienestar de los pueblos indígenas.

Las instituciones de educación superior, formadoras de recursos humanos en salud, cuentan con una veta de oportunidad para desarrollar proyectos educativos sustentados en esta necesidad, con un carácter crítico-reflexivo que permita a sus egresados ofrecer acciones e intervenciones que incorporen la filosofía de vida, salud, enfermedad, muerte y bienestar de las personas indígenas y originarias, en donde la enfermería universitaria tiene un papel sustantivo, al ser el perfil profesional que más presencia tiene en las comunidades con altos niveles de marginación social, para contribuir en la transición hacia un sistema de salud intercultural sensible a la diversidad.

Así, las instituciones educativas, tienen una responsabilidad y compromiso social muy importante, sobre todo para promover en sus comunidades el análisis, comprensión y difusión de la filosofía de los pueblos indígenas en todo tipo de profesional que egrese de ellos, para contribuir así a la reivindicación del saber de los pueblos indígenas, el respeto a sus formas y prácticas de entender y atender el cuidado a la vida.


*Colocamos entrecomillado el concepto de “indígena”, porque esa categoría de identidad institucionalizada impuesta por el Estado no siempre corresponde a una identidad establecida y aceptada por las personas que institucionalmente hemos adquirido esa identidad por nuestras características históricas, sociales y culturales, las cuales han sido resignificadas para dar lugar a actos y experiencias de discriminación.

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