Día Internacional de los Derechos de los Animales

La conmemoración, instaurada en 1998, busca recordar a los animales “víctimas de la tiranía humana” y pedir el reconocimiento de nuestra Declaración Universal de los Derechos de los Animales

Activistas a favor de los derechos animales proclamaron en 1998 el Día Internacional de los Derechos Animales. Éste se conmemora el 10 de diciembre, fecha que comparte con la Declaración Universal de los Derechos Humanos proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el 10 de diciembre de 1948.

El movimiento de liberación animal eligió la misma fecha para ”construir sobre el reconocimiento de los derechos humanos y persuadir a la humanidad de que la bondad y el respeto se deben a todas las criaturas sensibles”, según explica la organización europea Environment People Law en su sitio web.

Dos de los temas más importantes para los defensores de los derechos animales tienen que ver con la manera en que compartimos espacio con ellos o, en el caso de la comunidad científica, cuando son usados en experimentos.

Hacinamiento de animales en departamentos

Los ya no tan infrecuentes casos de hacinamiento de animales de compañía (sobre todo perros y gatos) en departamentos de unidades habitacionales de la ciudad de México (y aun de otras localidades) representan un peligro para la salud tanto de los mismos animales como de las personas que viven cerca de ellos.

“Las personas pueden adquirir una enfermedad parasitaria como la toxocariasis (causada, en el caso de los gatos, por el gusano nemátodo Toxocara cati) y la toxoplasmosis (ocasionada por el protozoo Toxoplasma gondii), y alguna micosis (infección por hongos). Por lo que se refiere a las enfermedades parasitarias, su vía de transmisión generalmente es la fecal-oral”, afirma José Antonio Romero López, académico del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, y experto en control de poblaciones canina y felina.

La tenencia responsable de animales de compañía implica que los propietarios de mascotas tengan claro qué es el bienestar animal y, por consiguiente, les ofrezcan a los suyos una buena alimentación, un espacio adecuado para vivir, incluso medios de entretenimiento, y los lleven con la debida frecuencia al médico veterinario para que sean vacunados, desparasitados y, si es necesario, esterilizados.

“Si los animales de compañía, en este caso los gatos, están en un ambiente enriquecido que favorezca su bienestar e higiene, pueden convivir perfectamente con su dueño, pero también con otras personas ajenas a su entorno hogareño; de lo contrario, tienden a aburrirse, a malvivir y a crear un problema como el que tienen los vecinos de la unidad habitacional de avenida Universidad. Es decir, la educación y la responsabilidad de los propietarios resultan fundamentales para evitar cualquier conflicto entre animales de compañía y seres humanos”, añade el experto.

“El fuerte olor de la orina de los gatos es producido por un aminoácido llamado felinina; la esterilización mitiga la necesidad de los animales de hacer marcajes durante la etapas de celo. Por otro lado, se recomienda que los gatos dispongan de un rascador y juguetes con la hierba Nepeta cataria (catnip en inglés), ya que los entretiene y tranquiliza. Asimismo es importante cepillarlos para que no suelten pelo y jugar con ellos 20 minutos al día. La adquisición de cualquier animal tiene que estar sustentada en las posibilidades reales del futuro propietario. Éste lo debe adquirir sólo si está completamente seguro de que será capaz de mantenerlo en óptimas condiciones”, apunta Romero López.

La educación y la responsabilidad de los propietarios de animales de compañía resultan fundamentales para que estos últimos y las personas en general convivan en armonía. Sin embargo, muchos de esos propietarios carecen de ellas.

Para esos casos, los habitantes de la ciudad de México pueden recurrir a la “Ley de Protección a los Animales del Distrito Federal”, la cual fue publicada en la Gaceta Oficial del Distrito Federal del 26 de febrero de 2002 (la última reforma se publicó en ese mismo medio el 18 de diciembre de 2014; está en línea en la dirección electrónica: http://aldf.gob.mx/leyes-107-2.html).

En el artículo 1° de dicha ley se lee que “[…] sus disposiciones son de orden público e interés social, tienen por objeto proteger a los animales, garantizar su bienestar, brindarles atención, buen trato, manutención, alojamiento, desarrollo natural, salud y evitarles el maltrato, la crueldad, el sufrimiento, la zoofilia y la deformación de sus características físicas, asegurando la sanidad animal y la salud pública […]”.

“Esta ley procura que los animales vivan en bienestar, tomando en cuenta que, en esta época, el bienestar animal es un concepto básico que implica que estén sanos, cómodos y bien alimentados, y que a partir de este buen arropamiento logren tener una conducta lo más saludable posible. Yo creo que hay que examinarla, la veo completa. Gracias a ella, si alguien llega a saber de algún tipo de maltrato animal o de un problema en que cualquier especie esté involucrada, puede levantar una denuncia”, dice el experto.

Con respecto a las delegaciones del DF, en el inciso V del artículo 12° se señala que les corresponde “verificar, cuando exista denuncia, sobre ruidos, hacinamiento, falta de seguridad u olores fétidos que se producen por el mantenimiento, la crianza o reproducción de animales, en detrimento del bienestar animal, así como dar aviso a la Secretaría de Salud cuando se tenga conocimiento de asuntos relativos a la falta de higiene.”

Además, el artículo 30 establece que “[…] Los propietarios de cualquier animal tienen la responsabilidad de los daños que les ocasione a terceros y de los perjuicios que ocasione, si lo abandonan o permiten que transiten libremente en la vía pública.”

“Aquí, en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, trabajamos cotidianamente con programas de educación para la salud. Me parece que, si bien es un proceso mucho más largo, puede dar mejores frutos que la aplicación de medidas fuertes. Felizmente veo que, al menos en el caso de los perros, sus propietarios se han ido concientizando poco a poco. Hace 10 años no era fácil ver a una persona con su guante para levantar los excrementos de su mascota y depositarlos en una bolsa de plástico; hoy en día esto es más común en cualquier colonia de la ciudad de México”, finaliza Romero López.

Alternativas experimentales al uso de animales

En 1959, los biólogos ingleses W. M. S. Russell y R. L. Burch formularon en su libro The Principles of Humane Experimental Technique lo que llamaron el principio de las tres erres: reemplazar, reducir y refinar.

La primera erre alude a métodos que eviten o sustituyan el uso de animales. Esto incluye tanto los reemplazos absolutos (sustituir animales por cultivos celulares y modelos informáticos) como los reemplazos relativos (sustituir vertebrados por animales con una menor percepción del dolor, como insectos, parásitos y bacterias).

“En su momento, dado el poco desarrollo tecnológico de la época, Russell y Burch plantearon que esta erre era la más difícil de alcanzar, pero actualmente es la primera que se debe evaluar. En cualquier legislación, incluso la mexicana, se asienta que lo primero que tiene que hacer un investigador que quiera usar un animal en algún experimento científico es revisar si se puede reemplazar total o parcialmente. Ahora bien, no en todos los casos esto es posible; entonces hay que aplicar las dos siguientes erres”, dice Elizabeth Téllez, médica veterinaria zootecnista y profesora colaboradora del Programa Universitario de Bioética de la UNAM.

La segunda erre alude a cualquier estrategia que tenga como resultado el uso de un menor número de animales para obtener información, o la maximización de la información obtenida por animal (por ejemplo, al compartir órganos), para así limitar o evitar el uso posterior de otros.

“El objetivo es reducir el número de animales al mínimo para obtener significancia estadística, es decir, no usar tantos como para que se desperdicien vidas de animales y puedan obtenerse los resultados con una menor cantidad de ellos, ni tan pocos que se tenga que repetir la investigación para obtener resultados válidos; y también reducir el número de investigaciones que se realizan, porque muchas veces éstas se duplican debido a la necesidad de los investigadores de generar, a como dé lugar, más artículos y publicarlos para probar cierta productividad, aunque no generen nuevo conocimiento con valor social ni científico”, señala Téllez.

En cuanto a la tercera erre, alude a la modificación y mejoramiento de las técnicas experimentales para minimizar el dolor, el sufrimiento y la angustia de los animales, así como para mejorar su bienestar desde su nacimiento hasta su muerte.

“Refinar las técnicas experimentales quiere decir utilizar aquellas que sean lo menos invasivas y dolorosas para los animales. Por fortuna, ya hay una gran variedad de metodologías y fármacos que disminuyen el dolor y el sufrimiento. Por otra parte, es un hecho comprobado que los animales que viven en bienestar, con sus necesidades cubiertas y un enriquecimiento ambiental, proveen resultados más adecuados, válidos y extrapolables.”

Algunas alternativas experimentales al uso de animales ya se han puesto en práctica en México y, en específico, en la UNAM.

“El caso más reciente se dio en la Facultad de Medicina, donde se dejaron de usar conejos en cirugías y se sustituyeron por modelos morfo-anatómicos sofisticados. En la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia también se utilizan simuladores en computadora para asignaturas como fisiología y farmacología, y se han adquirido modelos y maniquíes de perros y bovinos que permiten hacer diversas maniobras, como intubación, toma de muestra sanguínea, reducción de fracturas, suturas o procedimientos de ayuda de parto en vacas. Sin embargo, considero que todavía faltan muchas herramientas, como maniquíes realistas para practicar técnicas quirúrgicas y simuladores de realidad aumentada. Por eso, además de capacitar a futuros miembros de comités de ética en investigación, el Programa Universitario de Bioética capacita a futuros miembros de comités para el cuidado y uso de los animales (CICUALES)”, comenta Téllez.

En opinión de la profesora universitaria, es necesario que en la UNAM haya, dentro de las facultades, los institutos y los centros implicados, comités que revisen continuamente el uso adecuado de animales en proyectos de tesis y prácticas de enseñanza, de tal modo que se aprueben sólo los que cumplan con las tres erres mencionadas.

Se tiene la idea generalizada de que, en lo que concierne a los experimentos científicos con animales, hay dos posturas antagónicas: la de los investigadores que son insensibles y usan a los animales como simple material biológico; y la de los “terroristas anti-ciencia” que defienden los derechos de los animales. Y, justamente, uno de los propósitos del Programa Universitario de Bioética de la UNAM es echar por tierra esta idea, este supuesto divorcio entre las ciencias y las humanidades.

“La verdad es que no es así, porque, por un lado, las alternativas experimentales al uso de animales han sido diseñadas por científicos empáticos y responsables y, por el otro, la reflexión bioética plantea los límites éticos para un uso responsable de los animales en múltiples ámbitos como la experimentación. Es importante no polarizar las posturas, sino buscar el mejor camino para resolver el dilema ético al que nos enfrentamos cuando trabajamos con animales sintientes y conscientes que merecen nuestro respeto y cuidado, hasta que sea posible prescindir de su uso”, puntualiza Téllez.

“Una propuesta ética es que el uso de animales en la enseñanza se postergue hasta que los estudiantes hayan adquirido habilidades manuales, seguridad en las técnicas y confianza en ellos mismos por medio de las alternativas; así podrán aplicar ese conocimiento en casos reales, para beneficio de los animales, y desarrollarán competencias profesionales, sin perder su capacidad de compasión y empatía”, finaliza.

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