El director de orquesta la toca, no sólo la dirige: Enrique Diemecke

El director invitado de la Cátedra Extraordinaria de Dirección de Orquesta Eduardo Mata imparte un taller a cuatro jóvenes directores mexicanos

El director de orquesta es la cabeza principal, el que dicta el estilo y conoce cómo llevar a su más alto nivel la interpretación de una obra musical. Esto lo pregona y lo pone en práctica en cada uno de sus ensayos y presentaciones el maestro Enrique Arturo Diemecke, al integrar invariablemente la parte intelectual y la emocional; acomodando esas dos piezas para lograr un balance, un equilibrio adecuado en cada ejecución.

Su vocación es hacer música sin perder nunca la frescura, la entrega, el amor y la pasión. Para Fernando Saint Martin, director de Música UNAM, el trabajo del maestro Diemecke es digno de resaltarse, tanto en el podio dirigiendo a una orquesta, como conduciendo un taller en el que prepara a jóvenes para tocar mejor. “Les ha cambiado su paradigma, los obliga a cuestionarse si realmente saben cómo funcionan los instrumentos y de qué manera pueden participar en la creación de la música, y no sólo conocer la partitura”.

Desde el 5 de agosto y hasta el día 11 en las Salas Carlos Chávez y Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, se imparte el taller de la Cátedra Extraordinaria en Dirección de Orquesta Eduardo Mata. Cuatro jóvenes directores fueron seleccionados para participar: Eduardo Carlos Juárez, de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, convencido de que hay que crear y no dibujar la música; Inés Rodríguez, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, quien resalta la calidad humana del maestro Diemecke y su virtud de ser detallista, abierto y humilde; Alejandro Miñaqui, de Culiacán, que reconoce la eficiencia y el gran nivel del titular de la Cátedra, consciente de que se le exige a seguir aprendiendo y a no tener límites; y Juan Tucán Franco, director artístico de la Sinfónica Juvenil de Guadalajara, agradecido con la actividad que le permite perfeccionar su labor.
Enrique Arturo Diemecke, director de la Orquesta Sinfónica del Instituto Politécnico Nacional hasta 2017 y actualmente de la Orquesta del Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina, llegó a la Cátedra Extraordinaria Eduardo Mata con la idea de transmitir el conocimiento que él aprendió de sus maestros y de su propio padre.

Desde su perspectiva, el director no sólo dirige la orquesta en el sentido de marcar, sino que la va a tocar. “La dirige en el sentido de llevar el liderazgo en la interpretación, de cómo se deben trabajar las cosas para que el resultado musical sea el óptimo. Uno debe prepararse de otra manera, enfocarse más hacia los instrumentos y saber cómo extraer las virtudes de cada uno de éstos”, afirma.

“Tocar la orquesta no solo es marcar, estar arengando o exigiendo, sino ayudar al desarrollo para que sus integrantes puedan producir mejor. Así pues, todo músico debe tener el corazón como la base del ritmo. El corazón bombea al ritmo que le indique el artista. Uno controla y manda el mensaje al corazón. Buscamos que el ritmo recorra todo el cuerpo y salga por las manos y el aliento. El instrumento es un amplificador. Uno es el que hace el sonido”.

“Se ha hablado mucho de que los directores hacemos coreografía. El movimiento que uno hace puede responder a una cierta coreografía, particularmente cuando no concuerda con la música. Eso quiere decir que no se anticipa el gesto. En este taller les digo a los estudiantes: no quiero una coreografía en la que no concuerden sus movimientos con lo que están haciendo. Sigan las indicaciones del compositor, los crescendos, si hay que tocar suave o lento. Tengan la música en la cabeza y que la orquesta suene como un instrumento”.

Otros de los mensajes que transmitió a sus discípulos en los primeros días del taller fue que hay dos formas en las que uno puede “matar” al compositor: una es por no conocer ni haber estudiado a profundidad su obra, no compenetrarse en ella y tampoco llevar al público a que la entienda; la otra manera- refiere- creyéndose uno superior al compositor. “Eso es lo peor que uno puede hacer como director de orquesta”, asevera.

Al preguntarle su apreciación respecto al trabajo de la OFUNAM, el maestro, quien fuera su director asociado entre 1981 y 1984, mencionó que ésta es una orquesta con mucho espíritu y con mucha alma, que se pone la camiseta y está dispuesta a ser conducida para hacer una interpretación fiel y entregarse a la música. Destacó la respuesta de un público que sigue asistiendo a los conciertos en la Sala Nezahualcóyotl, la cual, dijo, es fantástica. “La conexión del público con la orquesta es la misión que tiene el artista”, puntualizó.

El también director artístico durante 16 años de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, recomendó crear desde la educación básica públicos para la música clásica, no tanto para conformar orquestas o como mero entretenimiento, sino con el propósito de que los maestros enseñen la ciencia de la música, su interpretación y cada uno de los estilos. Eso sería una aportación significativa para la cultura musical de México, consideró Diemecke, un maestro de talla internacional, rejuvenecido gracias a la música y a su contacto con los jóvenes interesados en perfeccionar su arte en la dirección orquestal.

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