¿Es el medio ambiente un producto de lujo?

Algunas instituciones internacionales argumentan que el nivel de deterioro ambiental se relaciona con la riqueza o ingreso de una economía. A esta relación se le conoce como: Curva Ambiental de Kuznets (CAK).

Algunas instituciones internacionales como el Banco Mundial argumentan que el nivel de deterioro ambiental se relaciona con el de la riqueza o ingreso de una economía. La hipótesis es la siguiente: los países en vías de desarrollo o en etapas tempranas de industrialización tienden a tener un deterioro ambiental mayor, mientras los países desarrollados han logrado abatir su deterioro ambiental. A esta relación se le conoce como: Curva Ambiental de Kuznets (CAK).

¿Dinero mata contaminación?

El 12 de enero de 2013 los habitantes de Beijing tuvieron uno de los días con peor calidad del aire en todo el mundo. Con un valor de 755 puntos en el Índice de Calidad del Aire (AQI por sus siglas en inglés), la ciudad superó el límite de 400 puntos que tanto China como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA por sus siglas en inglés) consideran altamente peligrosos para la salud humana. El mismo día, pero del otro lado del Atlántico, en la ciudad de Nueva York, el Índice de Calidad del Aire marcó un valor de 19 puntos.

En general, tenemos la idea de que si los países, ciudades o nosotros mismos nos volvemos más ricos, tendemos a tener mejores condiciones de vida, es decir, trabajos, salud, comida, transporte y salarios mejores, y también hay quienes piensan que con todo eso se logra mejorar el medio ambiente. Según el Banco Mundial, Nueva York fue considerada en 2013 la cuarta ciudad más rica del mundo y Beijing alcanzó el lugar 34, además de que podríamos considerar a Beijing como una de las ciudades más contaminadas del planeta.

Cuando escuchamos la palabra “importar” pensamos en el vino español del restaurante del viernes pasado o en el corte de carne argentino de hace un mes y sí, algunos recordarán también el no tan amigable precio delante del letrero “carne importada”. Un país suele pagar a otros países por alimentos o materiales que necesita y no tiene a su disposición en su territorio o que son más baratos importarlos que producirlos o que tienen mejor calidad en otra parte del mundo. Pero en 2012 una noticia sacudió el mundo ambientalista: Suecia, el sexto país más rico del mundo con relación al tamaño de su población, debía importar basura de otros países de la Unión Europea porque simplemente se había quedado sin ella.

Noruega pagó a Suecia por recibir un total de 800,000 toneladas de su basura para ser incinerada por la industria recicladora sueca. Una vez que la basura fue incinerada, los desechos que resultaron del proceso de reciclaje fueron vendidos a los noruegos para su disposición final en rellenos sanitarios. ¿Pero por qué los suecos no tienen basura? La respuesta es sencilla: la capacidad de su economía y sus políticas sociales para promover el reciclaje son sorprendentes. En 2012 únicamente el 4% del total de su basura llegó a los rellenos sanitarios, el 96% restante se transformó en energía o fue incinerado.

¿Qué es la Curva Ambiental de Kuznets?

Parece existir una relación positiva entre el nivel de riqueza1 de los países, o incluso de las ciudades, y su capacidad de reducir su producción de contaminantes y residuos solidos. A esta relación se le conoce como Curva Ambiental de Kuznets (CAK) y es uno de los conceptos clave en economía para comprender el debate sobre la relación aparentemente conflictiva entre crecimiento económico y contaminación.

La idea intuitiva es fácil de seguir: cuando un país pobre comienza un proceso de crecimiento económico, sufre una transición en las actividades económicas, principalmente de las agrícolas a las industriales.

Este cambio en la estructura productiva del país se traduce en un aumento de la riqueza y al mismo tiempo de los productos contaminantes.

Entendemos el nivel de riqueza de un país como el valor monetario de los bienes y servicios nuevos producidos en un periodo de tiempo. A esta medida se le conoce como Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, cuando se alcanzan mayores niveles de riqueza, el deterioro ambiental de dicho país se empieza a estabilizar y eventualmente comienza a disminuir. Esta disminución obedece principalmente a la adopción de mejores y más costosas tecnologías y a nuevas políticas económicas en el proceso productivo.

La relación planteada entre riqueza (PIB) y contaminación ambiental se puede expresar en una gráfica conocida como la Curva Ambiental de Kuznets. Esta curva se puede dibujar en forma de “U” invertida. En el eje horizontal de la gráfica se encuentra el producto per cápita como medida de riqueza de un país, y en el eje vertical se presenta la producción de los residuos solidos y contaminantes de su economía en un periodo determinado.

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En realidad la Curva Ambiental de Kuznets no fue diseñada por el economista bielorruso y Premio Nobel de Economía de 1971, Simon Kuznets. La curva original, que no lleva el calificativo “ambiental”, representa una relación en “U” invertida entre la desigualdad en el ingreso y la riqueza de un país. Fue el Banco Mundial quien popularizó la expresión Curva Ambiental de Kuznets (CAK) en 1992 en su estudio World Bank Development Report. En este informe se plantea el descubrimiento de una aparente relación en forma de “U” invertida entre las emisiones contaminantes y el PIB per cápita encontrada en 1991 por Grossman y Krueguer para los países que cuatro años después firmarían el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Es importante señalar en este punto que aquí nos encontramos ante uno de los más grandes retos de la Economía en su carácter de disciplina naciente: la peligrosa generalización de conclusiones particulares.

¿Es el medio ambiente un producto de lujo?

Entre otras cosas, la Economía estudia las características económicas de los productos que consumimos a diario. Si somos estrictos, no estudia los bienes que consumimos, sino nuestros patrones de consumo de ciertos productos. Desde las tortillas que comiste hoy o el teléfono “inteligente” para el cual llevas ahorrando varios meses, hasta el medio ambiente en el que vivimos y que directa o indirectamente consumimos a diario.

Una de las formas de estudiar nuestros patrones de consumo es a partir del ingreso con que contamos. Por ejemplo, si dispones de 60 pesos diarios (un flamante salario mínimo a tu entera disposición) para ir a la escuela, comer y regresar a salvo a tu casa, seguro tomarás el metro, comerás en la cafetería de tu escuela y regresarás en camión a tu hogar antes de las 6:00 pm para evitar que la lluvia te deje encerrado en algún lugar de la Ciudad de México. Sin embargo, si contaras con digamos 1000 pesos diarios, tal vez llegarías a la escuela en un automóvil particular, comerías en algún restaurante cercano a ella y tomarías una bebida en alguna cafetería que ponga nombre a tu vaso para hacerte sentir importante, mientras esperas a que pase la lluvia. Lo verdaderamente relevante es que nuestros patrones de consumo cambian dependiendo de nuestro nivel de ingreso.

Una implicación interesante de la CAK es que supone implícitamente que el acceso a un medio ambiente de calidad es un bien de lujo; es decir, un producto al que únicamente tendremos acceso cuando se tenga un nivel alto de ingreso. En pocas palabras: cuidar el medio ambiente es caro.

A pesar de que es difícil encontrar información confiable y objetiva sobre nuestros patrones de consumo, se puede recurrir a ciertas técnicas o estudios (con sus claras limitaciones) cuyo objetivo es darnos una idea de cómo consumimos o de la importancia que le otorgamos a ciertos productos. En 2010 un estudio comparó las horas que las cinco principales cadenas televisivas de Estados Unidos dedicaron al tratamiento de dos problemas distintos: calentamiento global y desempleo. El estudio mostró que mientras la situación económica se mantuvo estable, antes de 2008 las cadenas televisoras ofrecieron un tiempo similar a ambos problemas.

Sin embargo, cuando comenzó la parte más severa de la crisis económica, en julio de 2008, el tiempo dedicado al calentamiento global se redujo estrepitosamente en comparación con el destinado a cubrir el desempleo. Si las personas no tienen empleo, su ingreso disminuye; si éste disminuye podríamos suponer que la atención y el dinero que la población está dispuesta a invertir en proteger el medio ambiente es menor en
comparación con otros asuntos. Es menos rentable en la televisión hablar de proteger el medio ambiente en una economía pobre, pues la gente está más preocupada por mantener su empleo y a su familia que por la contaminación en general. El mismo estudio señala que durante el mismo periodo en el motor de búsquedas de Google hubo este mismo desinterés en el calentamiento global y un aumento en las búsquedas de la categoría “desempleo”.

No sólo eso, Matthew E. Kahn y Matthew J. Kotchen, autores del multicitado artículo, reportan que entre abril de 2008 y octubre de 2009, en el estado de California la casa encuestadora Pew Research Center registró una caída de 71 a 57% en la creencia de que hay evidencia solida del calentamiento global, mientras que también reportó una caída de 44 a 35% del número de personas que aseguran que el calentamiento global es un problema muy serio (otras variables que se consideraron en el estudio son: educación, migración, salud, etc). Como siempre debemos tomar en cuenta que esta información es de un periodo de tiempo y un lugar específico, y únicamente nos da una pauta para poder entender el problema.

En la figura de abajo podemos apreciar la tendencia de 2006 a 2010 de los minutos dedicados en las principales televisoras de Estados Unidos a cubrir cada uno de los problemas.

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Podemos examinar esta concepción del medio ambiente como bien de lujo en forma más intuitiva y cercana. Si el señor de la cafetería en donde compras tu café no te está mintiendo, el proceso de cultivo del café orgánico que compraste es, en general, más tardado, con mayor posibilidad de malograrse (por el nulo uso de fertilizantes o insecticidas) y porque se produce a pequeña escala. Esto disminuye el uso de monocultivos extensos, enriquece el suelo cultivable y disminuye la labranza al mínimo posible (uso de tractores), de lo que resulta una disminución de la erosión del suelo; no se aplican además productos genéticamente modificados en su producción, etc. Es decir, el proceso de cultivo del café orgánico es frecuentemente más caro que el del producido
en condiciones normales y esto se verá reflejado en un precio mayor. En 2009 un estudio realizado por la Universidad Autónoma de Chapingo calculó que el costo total de producción de una hectárea de café tradicional en Chiapas era de $9,444; mientras que el costo de producción de café orgánico en la misma zona rondó los $11,020. Ésa es una de las razones por la cuales los restaurantes y productos verdes son más caros que los producidos normalmente, su proceso de producción es más caro en general.

Otro ejemplo particular de la Ciudad de México es la adquisición de automóviles híbridos (funcionan con gasolina y electricidad) y de los tradicionales (únicamente funcionan con motores de combustión interna). Según la Asociación Mexicana de Distribuidores de Automotores (AMDA), en 2013 el precio de un automóvil híbrido sobrepasó en promedio el 30% el precio de un modelo similar (o igual) de combustión interna. Apoyos fiscales como la eliminación del pago de la tenencia o la exención del programa “Hoy no circula”, no son suficientes para contrarrestar el elevado precio de los automóviles híbridos en relación al de los automóviles tradicionales.

Estas situaciones apoyan lo que la gráfica CAK nos muestra: ciertas tecnologías de producción alimenticia o de transporte personal son generalmente adoptadas por consumidores con niveles elevados de ingreso.

Es por estas razones que según la CAK, aumentar la riqueza de una economía es la única forma de proteger el medio ambiente. La pregunta lógica es si debemos creer en esta interpretación.

Dudar un poco de todas las cosas es un ejercicio saludable y en este caso particular muy ilustrativo. En general son aceptadas dos críticas fundamentales a la interpretación de la CAK. En primer lugar ella supone que no importa qué tan alto pueda llegar a ser el nivel de contaminación en un país, éste nunca afectará de forma negativa la capacidad de crecer de una economía. Casos como la gran niebla en Londres en 1952 que mató alrededor de 12,000 personas en el transcurso de cinco días o los desastres nucleares acontecidos en Chernobil en 1986 o Fukushima en 2011 son pruebas de que el impacto ambiental puede tener repercusiones graves en el desarrollo económico de un país o inclusive en una zona del planeta a largo plazo. Por ejemplo, la Compañía de Poder y Electricidad de Tokio (TEPCO por sus siglas en inglés) estima que el costo de limpieza de Fukushima rondará los 250 o 500 mil millones de dólares y llevará 40 años.

La segunda crítica es más importante y contundente. No es posible comprobar de manera consistente la existencia de la CAK para cualquier país del mundo. Es decir, la CAK no es una teoría económica aplicable a todo momento histórico, país y categorías de deshechos, sino que es una relación empírica específica entre la riqueza de ciertos países y los momentos con los productos contaminantes. Pese a que la CAK ofrece una buena predicción del comportamiento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) o dióxido de sulfuro (SO2), no podemos encontrar el comportamiento predicho por la CAK en otros contaminantes, por ejemplo los del agua. Incluso la contaminación relacionada directamente con el consumo tiende a aumentar con el ingreso, tal es el caso del gasto en combustibles o los desechos sólidos; por ejemplo los de las seis envolturas de plástico innecesarias que cubren los dos pastelitos de chocolate que compraste en el supermercado. Es decir, la relación ya no se comporta como una “U” invertida sino como una línea recta creciente.

La CAK también tiene implicaciones importantes en el ámbito de política económica; es decir, en cómo ordenamos las prioridades en la organización económica de nuestros países. Tal vez la más objetable de las ideas de la CAK es que es posible (y deseable) aumentar al máximo el nivel y el ritmo de producción de una economía sin consideración alguna sobre el medio ambiente, pues según ella no sólo llegará un momento en que se reducirá el daño ambiental sino que es la única forma posible de frenar el deterioro del medio ambiente. Este espíritu de crecimiento sostenido sin límites ambientales se popularizó en las economías occidentales al inicio de la década de 1990. Lo ilustra la famosa frase:
“ahí está el pastel para la humanidad, ahora debemos comerlo”.
Como vemos, es importante analizar las circunstancias a fondo e intentar pensar un poco más allá de lo que en un primer momento pueden ser ideas sugerentes pero que conducirían a conclusiones tan disparatadas como la expresada con anterioridad.

¿Los primeros serán los primeros?

Aunque los 23 años de la CAK han sido controversiales, su desarrollo ha ayudado a tener un punto de partida común desde el cual se pueden apoyar o criticar posturas ambientales a la luz de un contexto económico serio. En 1997 las 37 economías más desarrolladas del mundo acordaron reducir en un 5% las emisiones de seis gases de efecto invernadero para el periodo 2008- 2012, con respecto al año de emisión base de 1990. A este acuerdo internacional se le conoció como Protocolo de Kyoto. Los seis gases de efecto invernadero que se buscaban abatir eran el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4), el óxido nitroso (N2O), los hidrofluorocarburos, los perfluorocarbonos y los hexafluoruros. La firma del tratado excluía de su cumplimiento a naciones en vías de desarrollo por considerar que debían ser los países desarrollados los que tenían la obligación internacional de reducir sus emisiones contaminantes para cubrir la cuota histórica de haber contaminado el medio ambiente durante todo su proceso de industrialización. México, por ejemplo, no estuvo obligado a participar en los compromisos del Protocolo de Kyoto.

La pregunta es: ¿son suficientes estas medidas de política ambiental?

La respuesta parece ser negativa y más complicada de lo que esperamos. Si bien no podemos argumentar con la certeza necesaria que a niveles mayores de ingreso los países dejan de contaminar, sí podemos argumentar que en etapas tempranas de crecimiento económico las sociedades en vías de desarrollo han aumentado sus emisiones contaminantes. En este caso, por ejemplo, algunos autores plantean la idea de generar un proceso de transferencia tecnológica ambiental de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo. Es decir, disminuir los precios en la adquisición de tecnología ambiental con el objetivo de hacer que las economías en desarrollo eviten la etapa más contaminante del proceso en etapas tempranas de su crecimiento económico.

A manera de conclusión puedo añadir que ante un problema tan complejo como lo es el cuidado del medio ambiente y las necesidades económicas de la sociedad, no debemos negarnos a escuchar el análisis desde todas las disciplinas y puntos de vista. En particular, ésta es la idea que se encuentra detrás del concepto de transferencia tecnológica
ambiental: necesitamos de la cooperación de todos los individuos y todas las naciones para abordar el que probablemente sea el problema más complejo al que nos hemos enfrentado como especie desde nuestro origen.

Bibliografía:
Publicaciones de divulgación.
• Becerril Omar , “Altos precios limitan la venta de híbridos“, Excelsior, 26 de
febrero de 2014, pp. D12.
• Kahn E. Matthew y Kotchen J. Matthew, “Trends in environmental concern as
revealed by Google searches: The chilling effect of recession“, obtenida el 30 de
septiembre de 2014 de http://www.voxeu.org/article/concern-environment-luxurygood-evidence-google-searches
• Starr, Steven, “Costs and Consequences of the Fukushima Daiichi Disaster”,
obtenida el 1º de octubre de 2014 de http://www.psr.org/environment-andhealth/environmental-health-policy-institute/responses/costs-and-consequences-offukushima.html
• “Sweden imports waste from European neighbors to fuel waste-to-energy program“,
obtenida el 30 de septiembre de 2014 de http://www.pri.org/stories/2012-06-
26/sweden-imports-waste-european-neighbors-fuel-waste-energy-program
• Wond, Edward, On Scale of 0 to 500, Beijing’s Air Quality Tops ‘Crazy Bad’ at
755. The New York Times, 12 de enero de 2013, p. A13.

Publicada originalmente el 26 de noviembre de 2014 en Cienciorama

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