Fisioterapia para músicos

Guitarristas, pianistas y violinistas padecen tendinopatías, atrapamientos nerviosos, dolores musculares, contracturas y distonía focal

En músicos, sobre todo guitarristas, violinistas y pianistas, hay una prevalencia de entre 37 al 87 por ciento de lesiones o trastornos músculo esqueléticos asociados a la práctica musical

Manuel Villalobos Trueba, fisioterapeuta por la Facultad de Medicina y guitarrista por la Facultad de Música de la UNAM, recomienda escuchar los ‘sonidos’ del cuerpo, que también es nuestro instrumento y “a menudo se descuida”.

En España, el doctor Joaquín Farías dio seguimiento a 200 guitarristas entre 2004 y 2010. Su estudio (publicado en la Guía práctica de ergonomía musical: técnica de la guitara clásica), mostró que el 65 por ciento padeció molestias relacionadas con una inadecuada práctica musical.

Villalobos Trueba cita otra encuesta realizada en Cataluña para la detección de riesgos en estudiantes de música. De 1600 músicos, el 77 por ciento tuvo algún problema durante su carrera y el sistema musculoesquelético fue el más afectado.

Algunos trastornos que padecen los músicos son tendinopatías, atrapamientos nerviosos, dolores musculares, contracturas en el cuello, dolor en los hombros y la espalda, así como pérdida de control y hormigueo que interfiere en la habilidad para tocar algún instrumento.

Una afectación a nivel neurológico muy particular en músicos instrumentistas es la distonía, que es focal, primaria y ocupacional, señala Villalobos Trueba.

Afecta principalmente a las manos y los dedos, aunque en instrumentistas de aliento también puede presentarse en los músculos de la embocadura. Es una alteración súbita o progresiva del movimiento. Se producen contracciones musculares involuntarias mantenidas o intermitentes, así como posturas anormales.

El músico presenta tensión, alteración en la coordinación y falta de precisión al tocar su instrumento. “Todo en forma involuntaria, por cómo lo organiza el cerebro”.

Estas alteraciones son más frecuentes en estudiantes y profesionales de música académica, que en músicos aficionados. Porque no es lo mismo tocar ocasionalmente la guitarra, el piano o el violín, que todos los días, con movimientos repetitivos, bajo presión y en tiempos prolongados.

Incluso las lesiones músculo esqueléticas se presentan menos en un músico de jazz que en un músico instrumentista del mundo clásico-académico, donde “se castiga mucho el error”.

Por un mayor uso de la improvisación y la libertad para los movimientos, los músicos de jazz presentan en menor medida excesos de tensión o demasiada preocupación por un sonido “perfecto”, como llega a suceder en el ámbito de la música académica.

A los profesionales de música clásica también los afecta los hábitos alimenticios deficientes, la poca o nula actividad física, la falta de horas adecuadas de sueño y el estrés causado por los exámenes, los concursos, una temporada de conciertos o las giras prolongadas.

Posturas forzadas y asimetrías

“Cada instrumento es un mundo” para el guitarrista Villalobos Trueba. La posición para tocarlo y sujetarlo y el peso mismo varía de un instrumento musical a otro. La guitarra, el fagot y las percusiones tienen sus peculiaridades.

La postura mantenida del pianista, las posiciones asimétricas en el guitarrista (una pierna queda más elevada que otra al utilizar un banquillo) y en el violinista (sostiene su instrumento con la cabeza), pueden generar tensión y molestias en espalda, cuello, hombros, codos, manos, muñecas y dedos que afectan “la calidad de los movimientos, la coordinación y la rapidez”.

Los cantantes, por la tensión excesiva en la articulación temporomandibular, que abre y cierra la boca, así como la falta de cuidado en los músculos respiratorios, el diafragma y la garganta, pueden presentar dolor, fatiga, “sensación de descontrol en el aire” e incluso —“por años de prácticas inadecuadas”— nódulos o pólipos en las cuerdas vocales.

Después de muchos años, asegura el fisioterapeuta de la UNAM, los hábitos inadecuados, la tensión, no ejercitar la conciencia corporal, el sobreuso de determinadas partes del cuerpo y la falta de descansos adecuados pueden llevar a un músico a “pausar su actividad artística y en casos extremos a abandonarla por completo”.

Aprender a escuchar al cuerpo

Si bien se puede tratar una lesión o mitigar el dolor, es mejor inversión apegarse a los siguientes hábitos en la práctica musical: calentamiento y estiramiento, estudiar lento y con atención de todo el cuerpo, organizar las sesiones de práctica (no abusar de la repetición), darse descansos en la semana y descansos durante la práctica, practicar la Técnica Alexander o el Método Feldenkrais e incrementar la actividad física (yoga, pilates, natación, Tai Chi y Chin Kung).

Calentamiento, dice Villalobos Trueba, no sólo es hacer escalas o arpegios. Antes hay que preparar al cuerpo: mover la cabeza, los hombros, la espalda, las muñecas y los dedos.

En el caso de cantantes e instrumentos de aliento hay que dar mantenimiento a los músculos respiratorios, cuidar la embocadura y la articulación temporomandibular.

Al terminar la práctica musical, recomienda realizar estiramientos para liberar la tensión y llevar al cuerpo al reposo.

Para abonar a una cultura de la prevención, sugiere que las escuelas, los conservatorios, las facultades y las orquestas incluyan charlas, talleres y asesoramiento de un fisioterapeuta especializado en las artes escénicas.
Así, puntualiza Villalobos Trueba, los músicos instrumentistas, desde los primeros días de aprendizaje, además de nociones del cuidado de su cuerpo, aprenderán a escucharlo.

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