Gaceta histórica: Facultad de Ingeniería se inaugura en CU

La Escuela Nacional de Ingeniería se mudó de manera permanente a Ciudad Universitaria en abril de 1956, el doctor Nabor Carrillo, entonces Rector de la UNAM, estuvo presente en el evento

ceremonia

El miércoles de la semana pasada se llevaría a cabo, en el nuevo plantel de la Escuela Nacional de Ingeniería, en la Ciudad Universitaria, una ceremonia para celebrar el traslado casi total de la Escuela, en el presente año lectivo a su plantel del Pedregal de San Ángel. En el festival estaría presente el doctor Nabor Carrillo, Rector de la UNAM.

El ingeniero Javier Barros Sierra, director de la Escuela, pronunciaría unas palabras y, en representación de los estudiantes, el alumno Francisco Algorri se dirigiría también al auditorio.

En esta ocasión la Banda de la Ciudad de México acompañaría al coro de cerca de trescientos estudiantes que entonarían por primera vez el Himno de la Escuela Nacional de Ingeniería, con letra de Alberto Flecheba y música del ingeniero Juan del Castillo, ex alumno de la Escuela.

En el antiguo edificio de la Escuela de Ingeniería, en Tacuba No. 5, han quedado solamente los alumnos de los últimos años correspondientes a las carreras de ingeniero de Minas, ingeniero Petrolero, ingeniero Metalurgista e ingeniero Geólogo, cuyos estudios requieren de la utilización de laboratorios todavía instalados en aquel edificio.

Paulatinamente, las escuelas universitarias han ido incorporándose al núcleo de la nueva vida universitaria, en la que habrán de aprovecharse y fundirse los frutos de la experiencia y la tradición de las Escuelas y Facultades antes dispersas. En los últimos días del mes pasado, los estudiantes de la Escuela Nacional de Medicina –como se comentó oportunamente- organizaron una ceremonia para despedir definitivamente el viejo edificio de la plazoleta de Santo Domingo, que durante más de un siglo albergó a los estudiosos de la Medicina en México.

Conscientes de las ventajas que representa el hecho de concentrar en esa forma las fuerzas académicas de la Universidad de México, los profesores y los estudiantes de los distintos planteles han estado siempre dispuestos a colaborar eficientemente en esos cambios y traslados, que se traducen sin excepción en beneficios para la enseñanza y para los que disfrutan de ella.

La Escuela de Ingeniería, que ocupó en este año su edificio en la Ciudad Universitaria, se dispone a emprender el nuevo curso de vida que le ha sido impuesto por la adopción de sus flamantes instalaciones y equipos de trabajo.

Como lo anunciamos en la Gaceta anterior, la Escuela de Ingeniería ha organizado en el local de Tacuba No. 5, un ciclo de Cursos Especiales, que se impartirán este año en el viejo Palacio de Minería, y que permitirán el acceso de los ingenieros civiles recibidos, de los pasantes y alumnos de los últimos años y, así mismo, de otras personas interesadas.

Los cursos comprenden las siguientes materias: Teoría de la Elasticidad, Métodos numéricos de Análisis Estructural, Mecánica de Suelos, Mecánica de Fluidos,  Planeación, Terracerías y Pavimentos, Estructuras de Concreto y Financiamiento de Obras; y los profesores que impartirán estas cátedras serán los que siguen: Ing. Eulalia Juárez Badillo, Dr. Emilio Rosenblueth, Ing. Raúl J. Marsal, Dr. Enzo Levi, Ing. Francisco J. Serrano, Ing. Luis Guzmán Garduño, Ing. Carlos Escalante Portas e Ing. Ángel Carrillo Flores.

De esta manera, la Escuela Nacional de Ingeniería contribuye al perfeccionamiento de sus profesionales, abre sus muros a las personas ajenas interesadas y amplía el programa de actividades que se ha propuesto desarrollar este año en la Ciudad Universitaria.

Discurso del ingeniero Javier Barros Sierra en la Escuela de Ingeniería

Publicamos a continuación las palabras pronunciadas por el ingeniero Javier Barros Sierra, director de la Escuela Nacional de Ingeniería, durante la ceremonia que se llevó a cabo en el plantel de la misma, en la Ciudad Universitaria, para celebrar el traslado de dicha Escuela  a su nuevo local:

Hemos iniciado, bajo los mejores signos, nuestro tercer año de labores en la Ciudad Universitaria, dentro de un ambiente de entusiasmo y de fe en los destinos de la Escuela Nacional de Ingenieros, ligados indisolublemente a la suerte de la Universidad. Para celebrar este hecho, nada más indicado que la presentación pública de nuestro Himno, que de hoy en más será símbolo permanente de la unidad de espíritu que nos alienta. Es imperativo, en semejante ocasión, reiterar nuestro voto de gratitud a todos aquellos que hicieron posible la realización de ese canto, y muy señaladamente a los intelectuales y artistas que, con el acierto y desinterés máximos, fungieron como jueces en los certámenes convocados para seleccionar el texto y la música.

Nos es grato, además, expresar aquí a los alumnos que por primera vez penetran a estas aulas, nuestra cordial bienvenida, no sin invitarlos a reflexionar en que –y esto debe estar en la conciencia de todo estudiante universitario- en que ocupar un lugar en nuestra casa de estudios comporta un privilegio de cuyo buen uso habrá de dar cuenta, cada quien, ante la Nación misma.

Cabe destacar hoy, también, los principales síntomas de evolución que nuestra Escuela manifiesta: las reformas a los planes de estudio de las diversas carreras y su inmediata aplicación en todos los años de enseñanza; la revisión, en proceso actual y presidido por un criterio realista, de los programas de las asignaturas; la iniciación de los cursos superiores, que son la avanzada de los estudios para graduados que habrán de constituirse en un futuro cercano ya; el clamor creciente por la humanización del ingeniero y de su profesión, para responder a las demandas de un auténtico servicio social. Todo lo realizado ha sido posible, justo es decirlo, por la generosa comprensión e irrestricta ayuda del honorable Consejo Técnico y de los maestros y alumnos de la Escuela.

Es igualmente oportuno hacer llegar al Rector de la Universidad, hijo distinguidísimo de nuestra Escuela que nos honra con su asistencia, nuestro agradecimiento por el inestimable apoyo que en todos los órdenes ha prestado a esta noble institución, sin más límite que el muy natural, exigido por su alta investidura, de acordar un trato imparcial a todas las instituciones universitarias. Este reconocimiento ha de extenderse al señor Secretario General y a las demás Autoridades de la Universidad. Pero la Escuela pide más ayuda y sacrificio a quienes más le dan y por ello nos permitiremos plantear al compañero y amigo Nabor Carrillo, con la sencillez y franqueza propias de nuestro gremio, dos problemas de la mayor importancia para todos nosotros. Es urgente, por una parte, equipar los laboratorios de enseñanza y de efectuar ciertas obras de adaptación indispensables, en esta nueva morada; por otro lado, hay el deseo unánime entre profesores, exalumnos y estudiantes, de que nuestro antiguo y entrañable Palacio de Minería siga siendo parte integrante de esta institución, como asiento del futuro Departamento de Graduados, de la que entonces volvería a llamarse Facultad de Ingeniería y como sede, a la vez, de las agrupaciones de profesionales egresados de la Escuela.

Que, de ese modo, aquel edificio impar simbolizará el coronamiento de los esfuerzos de todos los que aspiren, como en este momento lo hacen miles de jóvenes, a la posesión y ejercicio de técnicas profesionales tan arduas como esenciales para el progreso de México, y que así, además, se logrará conjugar la tradición secular, en lo que tiene de positivo y tónico, con la adecuación funcional de esta nueva Casa, a la que debemos amar y honrar como siempre supimos hacerlo con aquella otra, para todos inolvidable.

Consulta la edición del 30 de abril de 1956: 

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