Hacia una arquitectura socialmente consciente

El equipo Arquitectura, Diseño, Complejidad y Participación habla de la línea de investigación que lleva en la FA

Ulises Castañeda, José Utgar Salceda, Gustavo Romero y Javier Hernández. Foto: Diana Maldonado.
Gustavo Romero Fernández tiene una trayectoria de más de 55 años como investigador en la producción social del hábitat (PSH), el diseño y la arquitectura participativas. Vivió un periodo conocido como “Autogobierno” en los años 70 y continuó en esa línea de autogestión de los estudiantes centrándose en la arquitectura real y de lo posible. Hoy este maestro en Arquitectura destaca la retroalimentación con trabajos y tesis en el Laboratorio Arquitectura, Diseño, Complejidad y Participación (ADCP) de la Facultad de Arquitectura (FA) de la UNAM.

El también coordinador de la línea de investigación sobre arquitectura y diseño participativo del hábitat recuerda que ese concepto –diseño participativo– se refiere a un enfoque en el que los habitantes y usuarios de un espacio urbano o no intervienen activamente en el proceso de diseño y planificación de su entorno.

Le acompañaron en la entrevista sus principales colaboradores del laboratorio y de la línea de investigación ADCP que inició en 2005, el doctor José Utgar Salceda Salinas, especialista en Arquitectura social y profesor de la licenciatura de Arquitectura de la UNAM; Javier Hernández Alpízar, licenciado en Filosofía y doctor en Arquitectura por la UNAM, y Ulises Castañeda Carmona, licenciado en Psicología y maestro en Arquitectura por la UNAM.

Romero Fernández habla acerca de las estrategias en los trabajos del taller Max Cetto, en el seminario de titulación o el posgrado de maestría en Arquitectura, en el campo del conocimiento arquitectura ciudad y territorio: “Articular y relacionar el trabajo en esta área, tratar de que se pueda vincular con la labor de los alumnos, que el trabajo de las tesis pudiera servir de conocimiento”.

Esta estrategia conduce a que en la Universidad se producen muchas tesis, pero, “no las conocen más que los que estuvieron inmersos o interesados en el tema, por ello tenemos toda una red de tesis entre los alumnos”.

Gustavo Romero relata que se tiene una reflexión crítica-teórica sobre el fenómeno del hábitat llamado Construcción Social de lo Espacial Habitable (CSEH), un concepto basado en la idea de que la percepción y el conocimiento del espacio habitable son construcciones sociales. Se plantea la pregunta sobre cómo los individuos y grupos humanos perciben, valoran y actúan en el espacio, y cómo esta interacción transforma tanto a los sujetos como a los objetos.

La CSEH reconoce la naturaleza histórica y social de las narrativas dominantes sobre el espacio habitable y sugiere un potencial emancipador al reconocer la reversibilidad de éstas y la posibilidad de democratización del entorno urbano-arquitectónico.

“Nosotros tenemos que conocer cómo son las cosas en realidad, no como queremos que sean, y a eso hemos dedicado una parte del esfuerzo, en el trabajo directo con las comunidades se ven las necesidades concretas, pero al mismo tiempo se debe estar consciente de no llegar con una actitud de darles la solución, sino con una de comprensión, ahí tenemos una parte de lo pragmático”.

No obstante, Romero Fernández acepta que esto debe ir acompañado de una reflexión crítica y de analizar cómo se crean los instrumentos del diseño participativo, la arquitectura participativa, que permite a los profesionales tener la visión, la actitud, la capacidad de trabajar y apoyar realmente a la gente.

En este sentido, agrega que está en la producción social del hábitat, la arquitectura y el diseño participativo, lo urbano-arquitectónico participativo, reconoce que la vivienda no está sola, sino que se relaciona con los demás elementos del barrio, por eso la importancia de la concepción de barrio siempre ha tenido esa cuestión y reflexión.

El también miembro del grupo de investigación en la Sociedad Interamericana de Planificación sostiene la relevancia de ubicar históricamente el concepto de diseño y arquitectura participativa:

“Después de la Primera Guerra Mundial, en Europa surgió un renovado interés por la ciudad y la vivienda, dando lugar al Movimiento Moderno (MM) en arquitectura, el cual tenía inspiración socialista, buscaba soluciones igualitarias a través de un enfoque racionalista y tecnológico. Tras la Segunda Guerra Mundial, las propuestas del MM comenzaron a mostrar problemas, especialmente en términos de adecuación a las necesidades reales de la población.

En Estados Unidos y Gran Bretaña, surgieron iniciativas de planificación comunitaria y participativa como respuesta a los problemas de desigualdad, opresión, pobreza y colonialismo derivados del desarrollo industrial capitalista y socialista.

Estas iniciativas incluyeron el diseño participativo como parte de la lucha por el derecho a la vivienda y la ciudad. Agrega que el crecimiento urbano en América Latina generó una demanda de viviendas fuera de las zonas saturadas, dando lugar a la vivienda informal. Este fenómeno surgió en respuesta a la saturación de la zona central de las ciudades, como en México en los años 40, cuando la población buscaba alternativas habitacionales. La vivienda informal se convirtió en una solución para aquellos que no podían acceder a los fraccionamientos de clases medias.

Recuerda que en México, el fenómeno de la vivienda informal se originó a partir de la venta de terrenos por parte de ejidatarios, comuneros y la iniciativa privada, quienes crearon fraccionadoras clandestinas para satisfacer la demanda, contrario a la creencia popular. Explica que quienes adquirieron estos terrenos en la periferia no fueron necesariamente los más pobres, sino aquellos con recursos dentro de este segmento; este proceso representó una forma alternativa de desarrollar la ciudad.

De esta forma, asegura, se enfrenta una crisis en la arquitectura tradicional, caracterizada por grandes conjuntos habitacionales formales, que no satisfacen las necesidades de los sectores con diferentes formas de habitar. También subraya la importancia de comprender estas dinámicas: los sectores populares, en respuesta a una economía desfavorable, viven en redes familiares que requieren una proximidad espacial. Esto ha llevado al surgimiento de viviendas unifamiliares y multifamiliares construidas por familiares, reflejando la naturaleza extensa de los mismos y su adaptabilidad en la sociedad.

El diseño participativo se refiere a un enfoque en el que los habitantes y usuarios de un espacio urbano o no intervienen activamente en el proceso de diseño y planificación de su entorno: Gustavo Romero

Universidad y comunidades

De manera contundente afirma que el gran error de una parte de la política habitacional es hacer vivienda para familias nucleares y éstas venden para comprar terreno y construir su casa. “Lo que hicimos en los 70 con las ONG fue que empezamos a trabajar, vinculamos la universidad con la investigación y el trabajo de las comunidades; los que teníamos experiencia de trabajar con las comunidades éramos las ONG, entonces las trajimos acá y empezó una reflexión de cómo deben trabajar los profesionales porque nuestro entrenamiento no nos lo permitía”.

En este sentido, José Utgar Salceda interviene y acota que “en el hábitat no hay una base teórica. Nos enseñan a construir cosas, pero éstas no se ajustan de manera automática a las condiciones a las que supuestamente están destinadas. Las familias extensas es algo que los arquitectos no consideramos, no lo aprendes intuitivamente, te lo tiene que enseñar alguien, nadie ha respondido a eso desde la academia, a la producción social del hábitat”.

Es necesario desarrollar una sociología, fenomenología y antropología de la arquitectura para que los alumnos puedan comprender el hábitat humano y responder con propuestas adecuadas: José Utgar Salceda

Autoproducción

El concepto de PSH se refiere al fenómeno histórico en el cual las personas han construido sus viviendas y entornos habitables a lo largo del tiempo. Salceda destaca la importancia de la autoproducción en contraposición a la visión tradicional de la arquitectura profesionalizada, enfatizando los sujetos que participan en el proceso de construcción y habitación del espacio. Resalta que no se trata simplemente de objetos producidos por expertos, sino de un proceso social, económico, cultural y políticamente participativo.

Salceda, en coincidencia con Romero Fernández, asume que los arquitectos optaron por alejarse de la construcción en favor del diseño. “Ya no enseñamos a construir a los jóvenes. En esta situación de aparente irrelevancia, emergemos nosotros. Lo que estamos promoviendo no es simplemente una acción altruista hacia los menos favorecidos; es un cambio epistemológico completo en la arquitectura que busca enseñar a las personas a pensar de manera diferente, dotándolas de los recursos necesarios para hacerlo”.

Insiste en la necesidad de desarrollar una sociología, fenomenología y antropología de la arquitectura para que los alumnos puedan comprender el hábitat humano y responder con propuestas adecuadas. Añade: “Esto implica un cambio significativo. A pesar de no ser bien recibidos por nuestros colegas, hemos experimentado un crecimiento exponencial que debería tener repercusiones a nivel gubernamental, también en el ámbito educativo y en los contenidos académicos”.

De acuerdo con lo anterior, Gustavo Romero destaca la importancia de que los profesionales en arquitectura y construcción trabajen con las comunidades, lo que lleva al concepto de producción social del hábitat, especialmente relevante, dado que la mayoría de las ciudades consisten en colonias populares. Para abordar esta transformación, se plantean dos elementos clave: primero, es fundamental tener un conocimiento teórico riguroso de la situación, lo que implica un análisis profundo y comprensión del contexto. En segundo lugar, se enfatiza la necesidad de la acción concreta; es decir, el trabajo directo con las comunidades.

En este contexto, se desarrolla la Línea de Investigación ADCP, con el objetivo de diseñar un proceso de enseñanza más adecuado para el trabajo con comunidades.

Foto: Línea de investigación ADCP.
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