“El agua puede crear paz o desencadenar conflictos”, con esas palabras inicia el llamado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para añadir a la conmemoración anual del Día Mundial del Agua el lema: ‘Agua por la paz’.
“Cuando el agua escasea, está contaminada o las personas tienen un acceso desigual o nulo, pueden aumentar las tensiones entre comunidades y países. Más de 3,000 millones de individuos en todo el mundo dependen de la que atraviesa las fronteras nacionales. Sin embargo, sólo 24 países tienen acuerdos de cooperación para todos los recursos hídricos que comparten”, subraya la ONU y añade:
“A medida que aumentan los impactos del cambio climático y crece la población, hay la necesidad apremiante, dentro de los naciones y entre ellos, de unirse para proteger y conservar nuestro recurso más preciado. La salud pública y la prosperidad, los sistemas alimentarios y energéticos, la productividad económica y la integridad ambiental dependen del buen funcionamiento y la gestión equitativa del ciclo del agua.”
Mensaje oportuno
Para Manuel Perló Cohen, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales, lo propuesto por la ONU no sólo es oportuno, sino necesario ante las inquietudes de buena parte de la población mundial frente a la sequía que afecta a diversas zonas del planeta.
“Considero que fue una elección extraordinaria, muy oportuna y adecuada para el momento que está viviendo el orbe, porque vemos al alza en los últimos años los conflictos por el agua, tanto los que se dan entre naciones, como al interior de ellas. Es un llamado muy importante: no tiene por qué darse la disputa. Sobre todo si antes trabajamos para evitarlo”, señala.
El especialista apunta que todos los años el organismo internacional elige un tema para acompañar su mensaje central alrededor de la conmemoración del 22 de marzo: “por ejemplo, en 1995 fue ‘La mujer y el agua’; en el 2000, ‘Agua para el siglo 21’; para 2001, ‘Agua y salud’; en el caso del 2006, ‘Agua y cultura’. Así cada año van apareciendo nuevos asuntos de actualidad, como en 2022, con el lema ‘Aguas subterráneas, hacer visible lo invisible’, y el año pasado: ‘Agua para todos’”.
Prevención
“La posibilidad de actuar preventivamente es una gran oportunidad que no debemos desaprovechar”, asegura el académico, “no solamente tenemos que trabajar los conflictos que ya existen, sino los que pueden venir y abordar cómo los vamos a resolver. ¿Es mediante la formulación de un convenio, un acuerdo o a partir de la revisión de los existentes? Podemos hacer muchísimas cosas para evitar las situaciones más extremas, que es cuando se pierden vidas humanas, infraestructura de agua y saneamiento, o se desaprovechan los recursos”.
A consideración de Perló Cohen, antes de firmar cualquier tipo de acuerdo, es necesario que las autoridades analicen “las distintas dimensiones; por ejemplo, una es la cantidad y la calidad de agua disponible. Otra es cómo se va a distribuir esa agua y, un tercer punto, una vez que se utiliza, a dónde llegará, bajo qué condiciones de tratamiento. Como cuarto elemento a considerar: ¿cómo se pagará por ella y se garantizará su uso racional?”
Y agrega: “muchas veces los malentendidos que hay entre países se dan porque uno decidió, por ejemplo, construir una presa en el cauce de un río que abastece a otra nación. Como es el caso del río Nilo, en donde hay 11 países que comparten la cuenca. Y si uno toma una decisión, como la de construir una gran presa en Etiopía, eso afecta a decenas de millones de personas río abajo. Egipto está hasta el final del río Nilo, lo que se haga a miles de kilómetros de distancia afectará la cantidad y la calidad de agua que llegará, de la cual depende muchísima gente para beberla, pero también para la agricultura y para las actividades económicas”.
El coautor de ¿Guerra por el agua en el Valle de México? menciona que todas las partes deben de aprobar el pacto, ya que de no hacerlo a futuro surgirán problemas más agudos en las comunidades.
Así lo explica: “No es una solución que decida una de las partes; todos deben participar. Entonces, un convenio o acuerdo tiene que considerar todos estos aspectos. Y si no firman todas las partes, no se puede hacer; por eso es tan difícil. Se necesitan estudios de cuánta agua se tiene, cuánta se tendrá dentro de 20, 25, 30 o 50 años, cuáles serán sus características. Todo esto hay que analizarlo muy detenidamente y acordarlo, dentro de 10 años revisamos este convenio para ver si las condiciones sobre las cuales se construyó siguen siendo válidas o no. Los acuerdos tienen que renovarse constantemente”.
El caso mexicano
Nuestro país no está exento de problemas relacionados con el agua, tanto con otras naciones como dentro de su territorio. Manuel Perló Cohen recuerda que durante el periodo de Arturo Montiel frente al gobierno del Estado de México ya se dio una “guerra por el agua”, cuando dicha administración decidió demandar en una corte internacional al gobierno del entonces Distrito Federal para resarcir los daños causados por la sobreexplotación del recurso hídrico.
Además, señala, “tenemos un acuerdo del año 1944 con los Estados Unidos, que establece cómo se distribuye el agua que viene del Río Colorado. Una parte se le da a México, pero tenemos un problema de sequía muy severo, el más serio en cientos de años. La cuenca del Río Colorado está posiblemente a la mitad de lo que ha sido su flujo histórico”.
“El problema se presenta primero en Estados Unidos, porque hay siete estados de la Unión Americana que comparten las aguas del Colorado y otra parte está destinada a México. Allá hay un acuerdo del año 1922 que establece las cuotas que le tocan a cada estado y el de 1944 define cuánto le va a tocar a México; pero esto, en el contexto de una sequía extrema, tiene que revisarse”, argumenta el especialista.
Y alerta: “ese acuerdo de aguas internacionales establece que parte del agua del Río Bravo se distribuirá a Estados Unidos. En cambio, no tenemos un solo acuerdo sobre nuestros acuíferos binacionales: México y Estados Unidos comparten 26 acuíferos a lo largo de todo el territorio de la frontera norte, y no hay un marco jurídico que regule cuánta agua se puede sacar de un lado y cuánta del otro. Es un vacío legal que debe atenderse urgentemente”.
Soluciones
Todos esos problemas exigen respuestas integrales para ser solucionados, resalta Perló Cohen. “El tema no es únicamente la sequía, sino también la mala gestión del agua. Y por mala gestión del agua hay que pensar en varias dimensiones. Una es el desperdicio que ocurre dentro de la propia red de distribución, dentro de los acueductos de la red primaria y que en algunos casos puede alcanzar hasta el 40 %. Esta es una responsabilidad fundamentalmente del sector público; se debe evitar que ocurra esto”.
A lo que suma un par de sugerencias: “además del tema de las fugas, está el hacer un cobro adecuado. Sobre todo entre las personas que realizan consumos elevados, ya sean domésticos o de industrias. Hay que estar revisando constantemente el sistema tarifario para adecuarlo a las condiciones existentes y, sobre todo, favorecer que mientras más alto sea el consumo y los ingresos sean elevados, se pague más”.
Para la ONU, estos son los mensajes clave que busca destacar durante el Día Mundial del Agua 2024:
El agua puede crear paz o desencadenar conflictos: cuando escasea, está contaminada o la gente tiene dificultades para acceder a ella las tensiones pueden aumentar. Cooperando en materia de agua, podemos equilibrar las necesidades relativas de todos y ayudar a estabilizar el mundo.
La prosperidad y la paz dependen del agua: a medida que los países gestionan el cambio climático, las migraciones masivas y la inestabilidad política deben situar la cooperación en materia de agua en el centro de sus planes.
El agua puede sacarnos de una crisis: Habría que fomentar la armonía entre comunidades y naciones uniéndonos en torno al aprovechamiento justo y sostenible de ese recurso natural, desde los convenios y convenciones de las Naciones Unidas en el ámbito internacional hasta las acciones locales.