LA ESTÉTICA DEL ARTE PÚBLICO NO ES UNITARIA

Mural escultórico. Detalle. Foto: Juan Antonio López.

Los murales Historia de un espacio matemático (1980) y Mural escultórico (1982), de Federico Silva, guardan consigo un valor singular: hacen evidente que la estética del arte público al que se deben no está inscrita dentro de un concepto unitario y que, por el contrario, hay una diferenciación constante de poéticas de creación dentro de Ciudad Universitaria.

Federico Silva, colaborador de David Alfaro Siqueiros en su juventud, coincide con el teórico de la poliangularidad en dirigir su trabajo hacia una integración plástica consistente no sólo en una relación entre receptor y obra, sino entre el ciudadano y la comunidad.

El impulso de recepción del ciudadano frente a los murales Historia de un espacio matemático y Mural escultórico es el propio de un andar sensible y no el de un espectador estático. Principalmente, en lo concerniente a la segunda obra, cuya ubicación exterior apela y dialoga con el tránsito cotidiano de los automovilistas.

Dado a frecuentes itinerarios de experimentación, Federico Silva –como artista plástico– vino a otorgar al arte público la posibilidad de cultivar estados tensores entre las sensaciones, las emociones y las ideas. Distanciado en su madurez del figurativismo y el realismo siqueiriano, el también escultor ha resultado –a la larga– uno de los más vigorosos interlocutores frente a los otros artistas plásticos con presencia en el campus universitario y frente a Siqueiros mismo de quien fue heredero y transformador de algunos de sus conceptos.

Quien hace de sus itinerarios dentro del campus una actividad estética consciente puede advertir, de modo inmediato, la apuesta geométrica de este artista experimental y el sentido de investigación como principio creador. Es esta la distinción que impone de modo particular al asiduo vestíbulo del Auditorio Javier Barros Sierra de la Facultad de Ingeniería y a las afectaciones que son estimuladas por el encuentro de líneas rectas que hacen de los muros no sólo una intención geométrica, sino también poética.

Luego de 40 años de realización de Historia de un espacio matemático y Mural escultórico, la trayectoria de Federico Silva –a cien años de fundación del muralismo moderno– motiva una perentoria condición multívoca y reorienta, a su vez, el carácter político del que también se compone.

¿De qué modo y con qué significado?

El muralismo es una forma artística abierta al tiempo en sus procesos. Procesualmente la prospectiva de su manufactura preserva su origen comunitario. Procedente de esta historia, Federico Silva –quien a la vez fue partícipe y protagonista del cinetismo a nivel nacional e internacional– más que ser un agente de actualización es seña visible de correspondencias, afinidades y relaciones que –aún en contradicción– ocurren y suelen darse entre artistas especialmente públicos.

Esta nota, a la luz del día, viene a sumarse a la riqueza de su obra y de la que ha sido contemporáneo. Gana el muralismo y gana una universidad pública y autónoma como la UNAM.

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