La ganadería en México frente al clima: la necesidad de transitar a manejos alternativos

El día de hoy nuestro país se ha transformado en un mundo para el ganado. Más de la mitad del territorio (cerca de 1 millón de kilómetros cuadrados) se emplea para albergar las más de 35 millones de cabezas de ganado o cultivar alimentos para ellas

Los mexicanos somos una sociedad carnívora y nuestro deseo por consumir carne sólo ha ido en aumento con el paso del tiempo. En promedio durante 2019 los mexicanos consumimos 69kg de carne ese año, de los cuales 35kg corresponden a pollo, 19kg a cerdo -principalmente en forma de embutidos- y 15kg a res; este número era un 10% menos (63kg) en 2015, y menos de la mitad (25kg) en 1950. Si a lo anterior se le suma el aumento poblacional durante este siglo, la presión que ha puesto nuestra dieta en el medio ambiente se ha incrementado de manera exponencial.

El día de hoy nuestro país se ha transformado en un mundo para el ganado. Más de la mitad del territorio (54% o cerca de 1 millón de kilómetros cuadrados) se emplea para albergar las más de 35 millones de cabezas de ganado o cultivar alimentos para ellas -principalmente sorgo y alfalfa-. Prácticamente todos los paisajes nacionales tienen algún tipo de animal de granja escondido, desde los desiertos, hasta las selvas y los bosques, si miramos bien siempre encontramos alguna vaca escondida. Lamentablemente junto con esto se ha desplazado el hábitat de otras especies y puesto en riesgo su supervivencia, alterado los ciclos biogeoquímicos, degradado el suelo y contaminado el agua. El ganado es el mayor motor de cambio de uso de suelo y cobertura vegetal nacional.

No obstante, desde el punto de vista económico, la ganadería -particularmente de vacas- es el sustento de muchas familias. Los últimos datos del INEGI indican que al menos 900,000 mexicanos viven directamente de la cría de ganado. Este número que puede parecer pequeño, pero es 10 veces más grande cuando se toman en cuenta a todos los involucrados en las cadenas de suministro (productores, transportistas, comerciantes, veterinarios, carniceros) y se cuatriplica si incluimos a las familias de estos. En otras palabras, las reses son parte de la economía, medio de vida e ingreso de cerca de entre diez y veinte millones de personas en México.

En esta disyuntiva entre beneficio económico y deterioro ambiental es que se suma un reto adicional: el cambio climático. Los eventos climáticos extremos, en particular la sequía, tienen un serio impacto sobre las poblaciones ganaderas nacionales (por ejemplo, durante la sequía de 2011 se murieron 1.3 millones de vacas a nivel nacional) y por lo tanto ponen una fuerte presión a la seguridad alimentaria y el bienestar socioeconómico de nuestra nación. Ejemplos de lo anterior se pueden observar desde tiempos de la Revolución Mexicana y hasta el último par de años (2021-2023); por lo tanto, y pese a los desarrollos tecnológicos agrarios, la vulnerabilidad de nuestro sistema ganadero frente al clima ha sido, es y seguirá siendo muy alta sino encontramos manejos alternativos. Frente a un cambio climático que se está intensificando, lo anterior se vuelve cada día más urgente.

Uno de los manejos alternativos más prometedores son los sistemas silvopastoriles. La lógica detrás de los mismos es relativamente sencilla: dejar de criar al ganado en amplias praderas de pastizales inducidos sin otro tipo de vegetación. En cambio, mezclar el uso de suelo entre pastos, arbustos y árboles (maderables, frutales o endémicos). Con esta simple acción, se transforma de manera profunda la regulación climática de los sitios -al tener sombra para las vacas y evitar que sufran por extremos térmicos-, se crean nichos para la protección de la biodiversidad, se favorece la acumulación de materia orgánica en el suelo (disminuyendo la necesidad de fertilizantes) y la regulación del agua.

Lograr una alimentación sustentable es posible, siempre que se modifiquen todos los componentes de la cadena de suministro: producción, transporte, almacenado y consumo. Al intensificar la ganadería de forma sustentable, transitando a sistemas de manejo mixtos con árboles, es una vía prometedora para tener una producción menos vulnerable frente al clima, con un menor impacto ambiental y capaz de proveer para la creciente población nacional. Es necesario comenzar a generar estrategias para aplicar la misma y modificar nuestros sistemas ganaderos; pero también debemos seguir pensando cómo modificar todos los demás eslabones y nuestra propia relación con el ambiente. (Guillermo N. Murray Tortarolo, Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad)

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