La primera vez que dirigí fue como un flechazo: Julia Cruz

Participó en las Jornadas de Mujeres en la Música

Julia Cruz está enamorada de la música por la magia que hay alrededor de una orquesta: “ese trabajo conjunto acaba transformando, de alguna manera, a todos los que hemos estado en ese proceso”. Es originaria de Valencia, España, obtuvo la Beca de Dirección Taki Alsop (2022) y el Concurso de Dirección de Ópera Danubio Azul/ Béla Bartók (2021). Ha estado al frente de orquestas en varios países de Europa y América. Fue la directora huésped de la Orquesta Filarmónica de la UNAM en el Programa 9 Jornadas de Mujeres en la Música.

Foto: Música UNAM – Paola F. Rodríguez.

Has dicho que hacemos música para transformar la realidad…

Julia Cruz, directora huésped de la Orquesta Filarmónica de la UNAM: ¡Sí!, si no para qué hacemos música. Yo creo que ella puede transformar a las personas, y somos quienes cambiamos la realidad. Esto ya es un lugar común, un tópico, pero es que la música te trastoca, así como ir al auditorio, y te educa, porque lo que te ofrece la música es ese aprendizaje de escucha activa, que ahora es cada vez más necesario en esta sociedad. Te hace entrar en contacto contigo mismo, con tus propias emociones, y creo que eso es saludable.

¿Has cambiado cosas a tu alrededor con el arte?

La dirección es un trabajo muy particular, y a mí me gusta entenderlo en varios términos. Uno de ellos es comunicación y el otro es unión o confluencia. Lo que yo he notado en mi labor es esa sensación de cuando acabas una semana de trabajo y se ha formado un grupo, se ha reunido un todo alrededor del evento, que es el concierto. Ese trabajo conjunto que te lleva a mostrar ante el público lo que quieres ofrecer ha acabado transformando, de alguna manera, a todos los que hemos estado en ese proceso. Esa es una de las cosas que me hacen estar enamorada de este oficio.

En tu página de presentación dices que estás interesada en la igualdad y la equidad…

Es evidente que a mí, en particular, como a tantas mujeres directoras, compositoras, instrumentistas, me importa este tema porque me apela. Hay muchas maneras de afrontar este asunto y de transformar la industria. Una herramienta es la programación, y la Orquesta Filarmónica de la UNAM es muy buen ejemplo de esto. El compromiso de programar, no sólo en marzo, a compositoras, invitar a mujeres autoras a que desarrollen su trabajo, y otorgarles el lugar que se merecen por sus propios méritos.

Se ha vuelto un lugar común anunciar que es una mujer la que va a dirigir, como si fuera una cuota o lo políticamente correcto, ¿cómo has vivido esto?

Depende de cómo lo tomes. Recuerdo que al principio te da una sensación como de inseguridad, pero conforme pasan los años y el tiempo empiezas a entender que lo que digan de ti no es lo que eres. Siento que cuando llego a una orquesta que no conozco, tengo que demostrar de alguna manera que me merezco estar allí, y luego ya puedo empezar a trabajar. Lo cual para efectos prácticos me parece una pérdida de tiempo, pero sobre todo una falta de respeto. No sólo hacia mi persona, sino a las mujeres que nos dedicamos a esto y lo hacemos de una manera profesional como cualquier otro individuo.

¿Cuándo fue el momento en que decidiste ser directora de orquesta?

Yo era trombonista, y cuando estudiaba, tendría unos 16 años, tuve la oportunidad de cursar una asignatura de dirección en el conservatorio. La primera vez que dirigí fue para mí un flechazo; en aquel momento no entendía, no podía racionalizar qué era lo que me gustaba, pero salí diciendo: “esto es lo que tengo que hacer”. Entonces en mi caso sí que fue un poco de flechazo, pero ese amor se ha ido, digamos, sacrificando y se ha ido agrandando conforme conozco más y más la profesión, me he enamorado cada vez más de este oficio.

Dirigir es una gran responsabilidad, porque tienes a tu cargo muchísimas personas, su tiempo, su trabajo, su buena fe. Pero también es un privilegio, porque tienes el espacio para compartir tus ideas y llevarlas a cabo.

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