La UNAM: donde las utopías se hacen realidad

Necesitamos pensar y discutir ahora cómo seguir consolidándonos y hacia dónde queremos dirigir el rumbo para asegurar el futuro de este polo en las siguientes décadas

A tres décadas de la creación del Instituto de Neurobiología (INb), que dio pie a la fundación del Campus Juriquilla de la UNAM, invito a la comunidad a reflexionar un momento sobre lo que ha ocurrido, lo que se ha logrado y lo que no, para reconocer los retos actuales y también para alzar la vista y vislumbrar nuevos horizontes hacia donde ir.

Se piensa que el contexto actual es muy complejo y plantea enormes desafíos para el porvenir, tanto en el país como en la Universidad. En México hay una creciente polarización de la sociedad, un incremento en la violencia y la inseguridad, sufrimos aún los lastimosos efectos de la pandemia, enfrentamos una situación complicada en el sector salud, una disminución real en el financiamiento al sector de ciencia y tecnología, y muy insuficiente para el sector educativo, además de embates constantes hacia las universidades y su autonomía, entre otras consideraciones. ¿Cómo incide todo ello en las posibilidades de desarrollo futuro de la UNAM, una institución que no es para nada ajena a lo que sucede en la nación, sino por el contrario está profundamente comprometida con ella? La pregunta, me parece, es pertinente, particularmente en momentos de cambio en nuestra Universidad.

Para intentar responderla quisiera recurrir a los sucesos que conmemoramos. Me explico: el Centro de Neurobiología (CNb) nació, por acuerdo unánime del Consejo Universitario, el 24 de septiembre de 1993, durante el rectorado del Dr. José Sarukhán. Sin embargo, su concepción y gestación iniciaron varios años antes, hacia 1987. En esa época, un grupo de académicos del Departamento de Fisiología del Instituto de Investigaciones Biomédicas –liderado por un gran universitario: el Dr. Flavio Mena Jara– se propuso imaginar alternativas para aspirar a un mejor futuro, dado que enfrentaba condiciones muy limitantes para su desarrollo adecuado. Todo empezó con un sueño de Flavio, quien logró entusiasmarnos para trabajar en una propuesta que convenciera a las instancias universitarias a fin de lograr su respaldo, aprobación y concreción. El reto en ese momento parecía prácticamente inalcanzable. ¿Por qué?

¿Cuál era el contexto nacional e institucional que prevalecía en aquellos años? Recordemos: en el país, intensas y recurrentes crisis políticas, hiperinflación, declaración de un estado de guerra, magnicidios políticos, la debacle económica por el llamado “error de diciembre”, entre otros. En la UNAM, también situaciones complejas: el movimiento estudiantil de 1987, la huelga sindical de 1988, el Congreso Universitario de 1990, continuas presiones presupuestarias, etcétera. Años para nada sencillos y aparentemente poco propicios para iniciar proyectos de envergadura. Dadas las circunstancias imperantes entonces, había quien pensaba que lo más fácil hubiera sido desechar o, al menos, posponer nuestra propuesta.

Sin embargo, en la UNAM sabemos que las grandes crisis pueden ofrecer también interesantes espacios de oportunidad. Lo importante es tener una visión de futuro consistente y mantener la lealtad a los más sólidos valores académicos y universitarios. Este fue el enfoque que prevaleció y, a pesar de las condiciones difíciles, se tomaron las decisiones adecuadas. Por fortuna para nuestra causa, se conjuntaron las convicciones de varios visionarios que, en vez de arredrarse ante la adversidad, supieron transmitir a muchos otros su compromiso para empezar a cristalizar sus sueños.

La visión que compartimos con Flavio contenía los siguientes aspectos: a) crear una nueva casa académica que recogiera la herencia de la escuela mexicana de neurociencias y, aprovechando el impulso mundial generado por la Década del Cerebro, se dedicara exclusivamente a cultivar esa área del conocimiento; b) diseñar un espacio de colaboración en donde fluyera la creatividad para estudiar integralmente al sistema nervioso, cultivando enfoques multi, inter e incluso transdisciplinarios, a fin de generar conocimiento sobre la estructura y las funciones más complejas y emergentes del cerebro, tanto en condiciones normales como patológicas; c) forjar un lugar en donde se formaran holísticamente los futuros neurobiólogos, disponiendo de los mejores medios para educarse, con rigor y excelencia, como científicos; y d) fundar una morada en la que prevaleciera, entre sus integrantes, “el juego limpio”.

La visión que impulsaba el rector Sarukhán vislumbraba la creación de polos de desarrollo regional, para apoyar la descentralización de la educación superior y las actividades de ciencia, tecnología e innovación en el país, en los cuales: a) se incluyeran grupos de excelencia académica que cultivaran líneas de investigación de frontera e impulsaran los enfoques multidisciplinarios; b) hubiera una clara interacción con universidades locales, se incorporaran programas de posgrado y se participara en licenciaturas; c) se contribuyera a buscar soluciones de problemáticas locales y/o regionales; y d) se garantizara la posesión de los terrenos y la infraestructura urbana para la UNAM.

Mientras, en el gobierno estatal de Querétaro, encabezado por el gobernador Enrique Burgos, se quería propiciar un impulso a la educación en todos sus niveles, como un elemento fundamental de transformación y progreso de la sociedad queretana. Por ello, la propuesta encontró un apoyo sustantivo a través de la gestión de terrenos (en total 120 hectáreas) y la generación de condiciones que permitieran el desarrollo tanto de la UNAM, como de la Universidad Autónoma de Querétaro y del Cinvestav-IPN, que se sumaron con entusiasmo para contribuir al fortalecimiento de este magno proyecto.

Por supuesto, para que estas gestiones fueran exitosas se contó con el invaluable apoyo del gobierno federal, para otorgar los terrenos de Juriquilla y recursos para la construcción de este nuevo polo que tendría influencia, a mediano y largo plazos, en toda la región del Bajío mexicano.

En septiembre de 1993, el Consejo Universitario de la UNAM nos autorizó iniciar un viaje que aún no ha concluido. El CNb estaba conformado entonces por 25 académicos y medio centenar de estudiantes, los cuales trabajaban en 12 laboratorios. Se generó un ambicioso plan de desarrollo para fortalecer y equilibrar las diversas áreas de aproximación al estudio del cerebro. Tres décadas después, el INb está integrado por 35 grupos de investigación, seis unidades de apoyo y dos laboratorios nacionales, que albergan a una comunidad que rebasa ya el medio millar (incluyendo a más de 130 académicos), distribuidos en tres departamentos: Neurobiología Celular y Molecular, Neurobiología del Desarrollo y Neurofisiología, y Neurobiología Conductual y Cognitiva. Participamos como sede en tres posgrados (Maestría en Neurobiología, Doctorado en Ciencias Biomédicas, Doctorado en Psicología) y contribuimos en varios más, tanto en la UNAM como en otras instituciones.

Fotos: INb.

En comparación con las líneas de investigación iniciales, las que cultivamos hoy han crecido, se han diversificado y han ampliado los enfoques conceptuales y experimentales para el estudio integral del sistema nervioso, lo que constituye una de sus principales fortalezas, como se estableció en la visión que dio origen al CNb. En varias áreas, contamos con líderes reconocidos internacionalmente. También, hemos incrementado los lazos de vinculación, particularmente en el sector salud, como por ejemplo con la Unidad de Neurodesarrollo que ha atendido con éxito a más de 1,600 bebés con factores de riesgo de daño cerebral; con la Unidad de Resonancia Magnética que ha realizado más de 60,000 estudios especializados a pacientes tanto del ámbito público como privado; o con el desarrollo de protocolos de investigación traslacional para el tratamiento de varios padecimientos (retinopatías, cáncer, dolor crónico, entre otros). En el INb se han graduado ya 1,204 estudiantes (entre ellos 289 doctores y 490 maestros en ciencias) y se han generado más de 2,400 publicaciones con impacto internacional. Nuestras redes de colaboración incluyen 606 instituciones extranjeras y 175 nacionales. Estos breves indicadores señalan que el INb ha venido cumpliendo con su misión original.

Como mencioné, con el CNb nació el Campus Juriquilla. Los terrenos se donaron en 1994. A partir de entonces, no ha habido un año en que no se construya algo, contribuyendo así a su crecimiento y consolidación. En el desarrollo de este proyecto se constató una característica de la UNAM: que siempre es fiel a sí misma y honra los compromisos que asume, con una visión de largo alcance. A diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos, en la Universidad no se parte de cero en cada periodo rectoral, sino que se avanza sobre lo existente y, en su caso, se reorientan objetivos para buscar mejores opciones para construir el futuro.

El Campus Juriquilla de la UNAM es un ejemplo contundente de ello. Véase si no: hasta el momento hemos contado con el invaluable apoyo y empatía de cinco rectorados (Sarukhán, Barnés, de la Fuente, Narro y Graue) que le han dado continuidad y viabilidad al compromiso de constituir un polo de desarrollo en esta región del país. Así, además de Neurobiología, durante estos periodos se han instalado sucesivamente los actuales Centro de Geociencias y el Centro de Física Aplicada y Tecnología Avanzada; la Coordinación de Servicios Administrativos, el Centro Académico Cultural, la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación de la Facultad de Ciencias; el Laboratorio de Investigación en Procesos Avanzados de Tratamiento de Aguas del Instituto de Ingeniería, la Unidad de Alta Tecnología de la Facultad de Ingeniería; la Unidad del Instituto de Matemáticas y el Laboratorio Internacional de Investigación sobre el Genoma Humano; las Unidades de Resonancia Magnética, de Investigación en Neurodesarrollo y de Biomecánica, el Laboratorio Nacional de Visualización Científica y el de Imagen por Resonancia Magnética; la Escuela Nacional de Estudios Superiores- Juriquilla y, recientemente, el Centro de Preservación Documental de la Biblioteca y Hemeroteca Nacionales, además de áreas deportivas y diversas ampliaciones a las entidades académicas. Por ello, nuestro más sentido agradecimiento.

También hay que reconocer los esfuerzos realizados por la UAQ y el Cinvestav, nuestras instituciones hermanas en la construcción conjunta de este importante polo científico, tecnológico y educativo, que también se han venido fortaleciendo.

Cuando iniciamos este viaje con la creación del CNb éramos sólo un puñado (alrededor de 75), con un sueño compartido y la convicción de trabajar para convertirlo en realidad. A esa quimera se fueron sumando muchos colegas más, tanto de las entidades de la UNAM que acabo de mencionar, como de la UAQ con sus Facultades de Ciencias Naturales y de Informática, respectivamente; así como del Cinvestav, con su Laboratorio de Materiales. Actualmente, la comunidad universitaria que integra a las tres instituciones ubicadas en Juriquilla supera las 4,100 personas que laboran aquí cotidianamente. Es decir, en 30 años ¡se creció 55 veces! Entre las tres instituciones se tienen cerca de 850 académicos, alrededor de 2,800 estudiantes y 460 trabajadores administrativos. En el Campus se imparten 17 programas de licenciatura y se ofrecen 19 programas de posgrado, varios de ellos con maestría y doctorado.

En nuestras aulas y laboratorios se han formado varios miles de alumnos que se desempeñan como profesionistas, investigadores, profesores y técnicos al servicio de la región y del país. También nos vinculamos con el sector público, social y privado; en el entorno educativo y en el de la salud; con múltiples interacciones en el ámbito industrial; con los gobiernos municipales y estatales, en el desarrollo de políticas públicas, en el diseño de protocolos y monitoreo de riesgos y de protección civil, así como en el cuidado del ambiente; entre muchos otros.

En el Campus Juriquilla, la UNAM ha construido casi 70,000 m2 de instalaciones especializadas, con equipamientos científicos sofisticados y poderosos, que permiten hacer investigación competente en el mundo y formar con alta calidad a nuestros estudiantes. Albergamos a varios laboratorios nacionales y tenemos acceso a facilidades internacionales. Hemos graduado a 2,646 estudiantes (1,025 de maestría y 567 de doctorado) y generado alrededor de 7,100 publicaciones científicas y 45 patentes. Contamos también con un espléndido auditorio para promover la divulgación científica, las actividades culturales y artísticas entre los universitarios y la sociedad queretana.

El potencial que se ha logrado conjuntar –por parte de las tres instituciones en el Campus– es enorme. Sin duda, el polo académico que trabaja con dinamismo en Juriquilla es ya una de las grandes fortalezas de Querétaro, del Bajío y del país. Representa un modelo para promover la ciencia, la tecnología, la innovación, la educación superior y la cultura en apoyo al desarrollo regional. ¡Esa es una muy buena noticia que debe conocer mejor la sociedad! Por ello, con motivo de la conmemoración de estos fructíferos primeros treinta años es importante convocarnos a redoblar los esfuerzos y a reiterar nuestros compromisos iniciales, para fortalecer las interacciones interinstitucionales, a fin de plantearnos nuevos retos a alcanzar conjuntamente.

Así, ante la pregunta que hacía al inicio respecto a los tiempos complicados que se viven ahora, la respuesta es que no hay espacio para el escepticismo; por el contrario, hay que seguir buscando las áreas de oportunidad, sin importar las dificultades. ¡A pesar de los obstáculos, la Universidad prevalecerá! Lo que ha pasado para crear este Campus (y otros, hay que decirlo) nos muestra lo que se puede hacer. Necesitamos pensar y discutir ahora cómo seguir consolidándonos y hacia dónde queremos dirigir el rumbo para asegurar el futuro de este polo en las siguientes décadas. No es menor el desafío, por lo que exhorto a todos a sumarse para enfrentarlo con creatividad, con entusiasmo, con los mismos ánimos y esfuerzos de quienes, hace tres décadas, soñamos con un mejor porvenir.

Parafraseando al Dr. Narro: “Mientras que, en muchas instituciones en nuestro país, lo indispensable, lo necesario, no se puede conseguir, en la UNAM las utopías, los sueños, se convierten en una realidad”. Agradezco la oportunidad que la Universidad me ha brindado para poder colaborar con muchos colegas y atestiguar, desde distintas responsabilidades, que ello se ha podido realizar aquí.

Tenías razón Flavio, cuando me enseñaste a apreciar el poema de Constantino Cavafis sobre Ítaca: ¡lo más importante, lo realmente relevante –a lo largo de esta aventura que ha ocupado ya la mitad de mi vida– ha sido el viaje! Invito a todas y todos a continuarlo, a seguir buscando nuevos derroteros y puertos donde atracar, a fin de continuar construyendo el futuro del INb y del Campus Juriquilla, para que ¡por nuestra raza persista hablando el espíritu de su Universidad!

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