La verdad de la muerte de Venustiano Carranza


A cien años de la muerte del constitucionalista Venustiano Carranza, la versión de su suicidio tiene que ser eliminada de la historia, porque se trató de un asesinato probado, manifestó el historiador Javier Garciadiego Dantan, integrante de la Junta de Gobierno de la Universidad.

En la conferencia virtual Carranza y la Revolución a 100 años de su Muerte, organizada por la Sede UNAM-San Antonio (Escuela de Extensión Universitaria), a propósito de la conmemoración de la Revolución Mexicana, el 20 de noviembre, el también director de la Academia Mexicana de la Historia, aseveró que la versión del suicidio de Carranza se mantuvo durante décadas “porque le convenía a todos los involucrados”.

“Beneficiaba a Álvaro Obregón, que buscaba la Presidencia de la República, a todos los sonorenses de Agua Prieta con los que tuvo diferencias, a Rodolfo Herrero, quien planeó su ejecución, y a los mismos acompañantes de Carranza para que no fueran acusados de falta al honor militar”, explicó.

Ante las sedes de la UNAM en Estados Unidos, el también recipiendario de la distinción Caballero Gran Cruz de la Orden  de Isabel la Católica, por el gobierno de España en 2005, dejó en claro que es imposible que la muerte de Carranza se tratara de un suicidio “por la cantidad de heridas en el pecho”.

Además, porque los disparos fueron de diferentes calibres y no se encontraron restos de pólvora en la camisa de la víctima, lo que refrenda que él no se disparó a sí mismo, como se hizo creer.

Sectores populares

Históricamente, la muerte de Venustiano Carranza fue también la conclusión y el inicio de una nueva etapa en la Revolución Mexicana, consideró Garciadiego Dantan.

“Con el asesinato de Carranza termina el periodo (1910-1920) en que la Revolución había sido dirigida por las élites del noreste del país, incluido Francisco I. Madero, las cuales no habían integrado a sectores populares”, indicó.

Aquí comenzó, resaltó el también exdirector de El Colegio de México, el verdadero periodo revolucionario, porque se integraron no sólo los mencionados sectores populares, sino igualmente las clases medias revolucionarias no radicales, que fueron beneficiadas por la reforma agraria, e integradas culturalmente.

Carranza fue el último presidente en funciones asesinado violentamente, el primero fue Francisco I. Madero en 1913, citó Javier Garciadiego.

Cuando Carranza salió de Ciudad de México en 1920 amenazado por sus adversarios sonorenses rumbo a Veracruz, el plan, detalló el académico, sólo era cambiar la sede del poder, pero finalmente se convirtió en huida.

“Fue atacado en su convoy por el mismo Jesús Guajardo, en Villa de Guadalupe, el mismo individuo que ya había asesinado a Emiliano Zapata, pero Carranza logra continuar y busca refugio en la sierra de Puebla acompañado de Luis Cabrera, como un plan de emergencia”, relató.

Tras días de travesía serrana en caballos y mulas, la comitiva que acompañaba a Don Venustiano, de miles de hombres, se adelgazó a menos de 200 personas.

Foto: Erik Hubbard.

“Me dieron en la pierna”

El 20 de mayo, entre Necaxa y Villa de Juárez, se encontraron a Rodolfo Herrero, exmilitar desempleado de la zona, porfirista y huertista, quien sabía dónde pernoctaría Carranza esa noche.

Así, continuó Garciadiego, alrededor de las cuatro de la mañana del día 21 de mayo de 1920, se escucharon los gritos dentro de la choza principal. “Me dieron en la pierna, me la rompieron”, “veo verde”, era la voz de Venustiano Carranza, quien murió asesinado por los disparos que desde el perímetro había hecho el grupo de Herrero con otras consignas como “¡Viva Peláez!”, “¡Viva Obregón!”.

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