LOS INICIOS DE UNA EPOPEYA

En 1921, durante el gobierno de Álvaro Obregón, se dio el escenario propicio para la creación de instituciones en los replanteamientos del nuevo orden postrevolucionario, como fue el caso de la federalización de la enseñanza en la Secretaría de Educación Pública. El primer secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, ante la gran demanda educativa, el elevado índice de analfabetismo y de grupos étnicos que no hablaban castellano, concibió un programa educativo en el que el arte y las imágenes emplazadas en los muros de los edificios públicos, funcionaran como agentes de comunicación didácticos y formativos sublimados por la emoción estética. Entonces convocó a los pintores de la época para realizar este trabajo “decorativo”, transmisor de conocimientos y valores que redundarían, por añadidura, en una necesaria cohesión social.

Los pintores Roberto Montenegro, Jorge Enciso, Gabriel Fernández Ledesma, Xavier Guerrero y el vitralista Eduardo Villaseñor fueron contratados en 1922, para ejecutar el primer encargo de pintura mural en un vetusto edificio novohispano, convertido en cuartel de las tropas revolucionarias, en el que Vasconcelos decidió instalar una Sala de Discusiones Libres. Montenegro y Enciso regresaban de Europa con una visión fresca del contexto vanguardista, iniciando una primera versión del mural que presentaba a un hombre semidesnudo, atado a un árbol, asaeteado por algunas mujeres, en una clara alusión al tema de San Sebastián. La rapidez con que la figura de este andrógino fue sustituida por la del guerrero con armadura que hoy vemos, denota la poca aceptación que seguramente tuvo el diseño original por el patrocinador Vasconcelos.

Pese a que Vasconcelos afirmaba que confería a sus pintores absoluta libertad para su trabajo, en sus memorias afirma que él mismo dio a Montenegro el tema, evocando una frase de Goethe: “¡Acción supera al destino: vence!”, frase cuyo significado se asocia con la empresa de cruzada del programa vasconcelista que estaba por iniciarse. Montenegro emplaza la composición de manera simétrica: un árbol frondoso señala el eje vertical; su exuberante ramaje llena con flores, frutos y fauna la parte superior del muro, en una ornamentación que recuerda el trabajo artesanal de las lacas de Michoacán. El conjunto y en particular las flores acusan similitudes con las propuestas pictóricas de Adolfo Best Maugard en su Método de dibujo aplicado en las escuelas primarias por esos años. El Hombre, la figura axial, es a la vez centro del universo y medida de todas las cosas, extiende su dominio al mundo de la naturaleza y su riqueza sirve de marco a la actividad humana. En su mismo nivel, las 12 figuras femeninas que le acompañan ataviadas con túnicas y peplos, evocan a las diosas y musas que auxiliaban a los héroes antiguos en gestas y epopeyas. Esta escena afirma la acción redentora del conocimiento, la ciencia y el arte en una exaltación humanística de los logros culturales y espirituales del ser humano. Mensaje muy acorde con la ingente y ambiciosa empresa que Vasconcelos ponía en marcha en la recién fundada Secretaría de Educación Pública. El dibujo fino y cuidadoso, así como la profusión de dorados en lo que fuera el retablo del templo, le da al conjunto un sentido de evocadora sacralidad. La nave está decorada con frisos, guirnaldas y jarrones en las pechinas de la cúpula del crucero, así como signos cósmicos en las bóvedas. En la parte inferior de los muros, a manera de guardapolvo, Gabriel Fernández Ledesma realizó un lambrín con azulejos de Aguascalientes y diseños de Montenegro y del propio Fernández Ledesma. Xavier Guerrero aportó sus conocimientos y experiencia en las técnicas de pintura mural. En la nave del crucero se emplazan los vitrales La vendedora de pericos y El jarabe tapatío, y en el muro de la fachada surge el recién diseñado escudo universitario, obra de Jorge Enciso, con el lema vasconcelista de nuestra Universidad.

Es claro que en este primer trabajo mural llevado a cabo por un equipo de artesanos y artistas se encuentra ya la caracterización de lo que será la primera etapa del muralismo: un gran sentido decorativo impregnado de remanentes de la estética modernista; ausencia de contenido político y exaltación de valores universales ante una incorporación simultánea de motivos vernáculos tradicionales. Queda claro también el alto valor conferido al arte y a la experiencia estética en concordancia con el misticismo de la cruzada educativa, en el patrocinio de un movimiento pictórico como el muralismo que aceptó los desafíos de una ingente labor en una sociedad en reconstrucción postbélica, así como de una cultura mediática y visual en formación.

Ciudad de México, 11 de marzo de 2022.

También podría gustarte