Mario Molina y el Protocolo de Montreal

Su implementación buscaba proteger la capa de ozono eliminando de manera gradual los productos químicos que la agotan

La Revolución Industrial, acontecida a lo largo del mundo a principios del siglo XX (sobre todo en el hemisferio norte), fue acompañada por la utilización de una serie de sustancias –las cuales contribuyeron a mejorar procesos químicos, agropecuarios, sanitarios, etcétera– que fueron expulsadas a la atmósfera de nuestro planeta de manera intensiva.

Durante los años 70 del siglo pasado, los científicos Frank Sherwood Rowland y el químico mexicano Mario Molina –egresado de la Facultad de Química de la UNAM– realizaron una serie de estudios en los que determinaron que si se mantenía la expulsión de grandes clorofluorocarbonos (CFC), cerca de una tonelada al año, a la atmósfera con el tiempo terminarían por destruir la capa de ozono. Gracias a estas investigaciones, ellos y Paul Crutzen recibieron el Premio Nobel de Química en 1995.

Ante eso, y por medio de la Organización de las Naciones Unidas, se promovió la primera iniciativa para paliar los efectos de estos gases, conocida como la Convención de Viena que a la postre daría pie al Protocolo de Montreal, el cual fue firmado inicialmente por 46 países.

Dicho acuerdo mundial, como explica el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés), surgió en 1987 y entró en vigor en 1989. Su objetivo principal era eliminar “gradualmente los productos químicos que lo agotan. Este plan de eliminación incluye tanto la producción como el consumo de sustancias que agotan la capa de ozono”.

Las investigaciones sobre este tema le dieron el Premio Nobel al destacado universitario
de la Facultad de Química. Foto: Archivo Gaceta UNAM.

Además, las naciones firmantes acordaron reunirse una vez al año para tomar decisiones que aseguren la implementación exitosa de este acuerdo. “Esto incluye ajustar o enmendar el Protocolo, lo que se ha hecho seis veces desde su creación. La enmienda más reciente, la de Kigali, pedía la reducción gradual de los hidrofluorocarbonos (HFC) en 2016. Estos HFC se utilizaron como reemplazo de un lote de sustancias que agotan la capa de ozono eliminadas por el Protocolo de Montreal original. Aunque no acaban con la capa de ozono, se sabe que son poderosos gases de efecto invernadero y, por lo tanto, contribuyen al cambio climático”, añadió la UNEP.

México ratificó y firmó el acuerdo en 1988, desde 1990 se han desarrollado más de 120 proyectos de inversión para eliminar el consumo de las sustancias agotadoras del ozono estratosférico y se ha reducido 99 por ciento el consumo de este tipo de gases, de acuerdo con el Gobierno Federal. En la reunión más reciente de las partes, durante la reunión anual de la Sociedad Meteorológica Americana, se anunció que gracias a la implementación del Protocolo de Montreal la capa de ozono está en camino de recuperarse dentro de cuatro décadas.

“Si se mantienen las políticas actuales, se espera que la capa de ozono se recupere a los valores de 1980 (antes de la aparición del agujero de ozono): para 2040, en casi todo el mundo; en 2045, en el Ártico, y alrededor de 2066 en la Antártida. Las variaciones en el tamaño del agujero de ozono antártico, en particular entre 2019 y 2021, se debieron en gran medida a las condiciones meteorológicas”, apuntó la UNEP.

Ilustración: Andrés Otero.
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