Mitos y realidades de las cooperativas de vivienda

Los arquitectos no podemos pretender que nuestros proyectos y obras se mantengan intactas, tal como fueron planeadas; debemos recordar que el lema es libertad para construir. En ocasiones lo hacen acertadamente desde el punto de vista constructivo y de seguridad, pero en otras no.

“Es decir, cuando se trabaja con grupos sociales debemos acostumbrarnos a que los arquitectos somos el conducto para que exista el proyecto”, planteó Alejandro Suárez Pareyón, académico de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, al dictar la conferencia magistral Mitos y realidades de las cooperativas de vivienda.

En el marco del Tercer Congreso Internacional de Estudios sobre la Ciudad. Derecho a la Ciudad, Derecho a la Vida. Interacciones, aproximaciones, perspectivas, el arquitecto universitario resaltó que el tema de las cooperativas de vivienda es poco conocido, si bien existen muchas experiencias, trabajos, proyectos, planos y una gran cantidad de fotografías de las primeras experiencias, todo ese material está disperso.

Suárez Pareyón recordó que las cooperativas de vivienda tienen una larga tradición histórica, surgieron en Inglaterra, también existen ejemplos en Alemania y Francia, y son resultado del desastre provocado por la Revolución Industrial en relación con los trabajadores de la incipiente industria y de la migración del campo a la ciudad.

Esto también se dio en México a partir de 1950, durante el periodo de la posrevolución como aplicación de lo planteado en la Constitución de 1917 y en la lógica política de hacer justicia a los sectores sociales con menor nivel de ingreso, prosiguió el académico universitario.

Entonces surgieron las primeras cooperativas las cuales fueron apadrinadas por el gobierno posrevolucionario que después sería el PRI, una vez que el grupo que triunfó en la Revolución planteó una serie de políticas para el desarrollo de la ciudad y encontrar una solución para el problema de vivienda, dada la aceleración del proceso de migración campo-ciudad.

Mencionó que debido a que los movimientos sociales en Ciudad de México son los más numerosos y los que de una u otra forma se organizaron para tratar de resolver la situación de vivienda de sus integrantes, se dio cabida a las cooperativas, ello dentro del concepto producción social de vivienda; aunque no sólo está dirigido a la población de estratos bajos, pueden beneficiarse de ello grupos organizados, gremios profesionales e institutos de asistencia técnica, entre otros, que realizan procesos de autogestión para desarrollar la producción social del hábitat y de la vivienda sin fines de lucro.

“Fue toda una hazaña de los grupos sociales y hoy es uno de los ejemplos de esos movimientos sociales, por supuesto en muchos casos se mostró cómo era este proyecto y toda la ingeniería financiera, social, técnica que hubo que desarrollar”, concluyó Suárez Pareyón.

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