Moretones, un retrato sensorial y místico

El documental dirigido por Ginan Seidl y Daniel Ulacia Balmaseda participa en la sección “Ahora México”

Unas vacaciones fueron el punto de arranque para Moretones (2023), documental dirigido por Ginan Seidl y Daniel Ulacia Balmaseda, que se proyecta como parte de la sección Ahora México de la decimotercera edición del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM).

El proyecto marca la primera colaboración entre los artistas visuales y se trata de una propuesta “sensorial del crepúsculo entre dos mundos. En un pueblo de la costa sur de México, una pequeña comunidad vive en un complejo vínculo espiritual con los animales de la naturaleza”, como explica su sinopsis oficial.

Antes de la presentación de Moretones en el festival, platicamos con sus realizadores sobre su acercamiento a la Costa Chica de Guerrero, su elección de personajes y la búsqueda por retratar lo místico.

¿Cómo surgió su colaboración?

Ginan Seidl (GS): Nos conocimos en Alemania, en un lugar donde ambos estuvimos becados y en residencia, yo la tenía en México –en San Luis Potosí– y Daniel en Alemania. Vi sus películas y me gustaron mucho, en los créditos había mucha gente que conocemos y así empezamos a tener ese diálogo sobre películas y vimos que tenemos, en nuestra idea de cómo trabajar y los temas, mucho en común. Así empezó la colaboración, el proyecto nos llevó 6 años más o menos, en ese tiempo se profundizó esa idea de trabajar juntos. Coincidimos en muchas cosas y en algunas somos diferentes, eso también es bueno para complementar al otro.

Daniel Ulacia Balmaseda (DUB): Tanto Ginan como yo venimos de una formación artística, estudiamos artes visuales –principalmente escultura–, eso nos ayudó mucho a conceptualizar este proyecto desde la noción del espacio mismo y de lo matérico, estos acercamientos a las pieles, al suelo, a la materia misma de las cosas y también a entender que desde un inicio que nos interesaba mucho el territorio. El espacio como un personaje principal. Este vínculo escultórico nos ayudó a entendernos, a saber conceptualmente qué era lo que queríamos, qué buscamos.

Siguiendo el tema del territorio, Moretones recorre la Costa Chica de Guerrero, ¿cómo llegaron ahí, qué llamó su atención?

DUB: Ahí llegamos primero de vacaciones, a la playa de Marquelia. En el camino nos llamó mucho la atención la forma en la que la costa o el mar trata las cosas, el espacio, el óxido de los coches y los anuncios. Así empezamos a pensar en hacer un proyecto en esa región, porque nos llamaba mucho la atención cómo se veía y se sentía.

Después decidimos dedicarle un viaje a investigar, para hacer entrevistas a la gente en la región, donde conocimos más acerca de los movimientos por el reconocimiento de los pueblos afros. En ese entonces se estaba peleando para el reconocimiento a nivel federal, que después existió –hasta el 2019–. También empezamos a conocer las ligas con la espiritualidad y este entendimiento desde los tonos, cómo la gente lo percibía. Fue un poco que llegamos de vacaciones, pero también poco a poco nos fuimos como adentrando.

¿Esas entrevistas los llevaron a los cuatro protagonistas?

GS: Tuvimos entrevistas con muchas personas y había muchas historias, personajes muy chidos. Por un lado sabíamos que queríamos no sólo un personaje, sino hacer una forma de retrato del paisaje, del territorio, de la cosmología. La idea fue trabajar con varias personas, aunque no fuera el mismo pueblo, unos están cerca del mar –son los que trabajan en la pesca– y otros están más arriba, cerca de un río que se conecta a ese mar, pero es una zona mucho más seca y árida.

Decidir con quién trabajar fue mucho un proceso de ver quiénes tenían ganas de estar frente a la cámara para compartir sus historias, pero no sólo contar sino también “performar”, tener ideas propias de cómo poner su vida en escena. Ese proceso nos interesaba, no sólo la observación cinemática, más bien un trabajo híbrido con la gente para buscar una forma en que se sintieran representados. No sólo estábamos buscando hombres o mujeres, sino personas más grandes o jóvenes que tuvieran una perspectiva diferente sobre los tonos.

Ese fue poco a poco el tema central de nuestro proceso, nos dimos cuenta que era el hilo rojo de la película y que todos los personajes tienen una relación diferente con sus tonos y esa cosmogonía.

La película se estructura a través de la vida de estas cuatro personas, que se mezcla con las texturas del lugar y sus creencias. ¿Cómo trabajaron ese acercamiento sensorial?

DUB: Originalmente nuestra intención era estar filmando y desarrollando escenas con cada uno de los protagonistas durante largos periodos de tiempo. La escaleta original que teníamos involucraba que la historia se fuera contando con una de ellas, luego el siguiente protagonista y después el siguiente. Poco a poco pasar de uno a otro y que la narrativa tuviera que ver con el cauce de los ríos, las temporadas, la lluvia, la seca, el mar, la tierra.

Muchos de los momentos transicionales que existían tenían que ver con el territorio como personaje principal desde el que se tocan las vidas de los protagonistas. La pandemia nos hizo en cuestiones de producción reestructura, lo que dio tiempo también a repensar algunas cosas dentro de la narrativa. Siempre hubo esta búsqueda por ese espacio liminal, esta cuestión espiritual, la mezcla entre la memoria colectiva y la relación con los tonos, desde algo que no es visible.

También queríamos trabajar con cámara infrarroja, por ejemplo, porque fue parte de la investigación. Queríamos recrear un poco estas cámaras de vida salvaje, que te permiten ver esas relaciones de vida, el estudio de la naturaleza, de la biología, de la fauna desde una cuestión observacional. Desde entonces estábamos buscando un poco cómo relacionar ese estilo de imagen con la película y con esta otra capa buscar era algo que no fuera tan visible, tan inmediato. Lo pensamos desde un inicio y se mantuvo dentro de esta línea que implicaba la memoria colectiva o los tonos, poder jugar con estos puntos de vista, cómo se produce la mirada de los tonos dentro del material que estábamos produciendo.

Hicimos algo muy sensorial porque no queríamos que se explicara qué era un tono, qué era este lugar o qué pasaba aquí, sino que fuera sensorial en el sentido más atmosférico, transmitir lo que sentimos cuando estábamos ahí, mientras estuvimos desarrollando la película todos esos años.

GS: Fue la búsqueda de encontrar una forma de expresión o de visualización, pero también de cómo abrir ese espacio para las huellas de la historia, es una historia que tampoco es visible, no es muy conocida. Hay pocos textos, poca investigación sobre ello. Es algo que se siente ahí y no se puede verificar de alguna manera, era la única forma que nos parecía como gente de fuera justo para retratar las huellas del colonialismo y la violencia. Buscar una forma que exprese eso de manera sensorial y liminal. Hay una relación entre las huellas de la historia y lo místico, de los seres no visibles.

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