En México no tiembla más en septiembre, es una percepción que desaparece si se miden los sismos a una escala mucho mayor que la humana, como muestran los registros del Servicio Sismológico Nacional (SSN), realizados desde hace 111 años, aclararon sismólogos e ingenieros de la UNAM ante los rumores y afirmaciones que han inundado redes sociales.
Vistos los datos con una perspectiva más amplia, se observa que el mes con mayor frecuencia de movimientos telúricos es diciembre, pero esto no quiere decir que sus temblores sean los más severos, porque se recordará que los temblores fuertes más recientes ocurrieron en febrero y junio, informaron durante una conferencia de prensa.
“Si nos guiamos por la historia de los sismos importantes, nos daremos cuenta que esta distribución no tiene un pico en septiembre, si es que la muestra se toma suficientemente amplia”, explicó Arturo Iglesias Mendoza, jefe del Servicio Sismológico Nacional (SSN).
Al dar detalles sobre el sismo del pasado 7 de septiembre, de magnitud 7.1 con epicentro cerca de Acapulco, el director del Instituto de Geofísica (IGf), José Luis Macías Vázquez, mencionó que hasta el lunes 13 de este mes a las ocho de la mañana han ocurrido 772 réplicas de ese evento.
Iglesias Mendoza refirió que Guerrero es una zona del país con gran potencial de sismos y de tsunamis, por lo que siempre hay que estar pendientes y preparados para nuevos temblores en la zona en el futuro.
Recordó que el SSN es una entidad creada en 1910, que tiene 111 años de vida, que está a cargo de la UNAM, y que su misión principal es localizar los sismos, dar su magnitud y cooperar en la toma de decisiones. Además, el Sismológico hace el acopio y resguardo de los sismogramas digitales y en papel para avanzar en el conocimiento científico.
Registro
Jorge Aguirre González, investigador del Instituto de Ingeniería, dijo que en dicha instancia están interesados en registrar los movimientos fuertes ocasionados por temblores de gran magnitud y que, para ello, se utilizan los acelerógrafos, que registran oscilaciones intensas y generan mapas de intensidad, que muestran la distribución espacial de los movimientos, es decir, qué tan fuerte se sintieron en diferentes lugares.
Señaló que durante el sismo de la semana pasada hubo un millón 113 mil personas que lo experimentaron de manera muy fuerte; alrededor de 22 millones 450 personas lo sintieron de manera moderada y 16 mil 516 de forma leve.
De la infraestructura que se encontró expuesta hallaron 210 hospitales que experimentaron el sismo de manera fuerte, tres mil 90 de manera moderada y dos mil 570 de manera leve.
Precisó que en Guerrero, en 20 localidades se sintió el movimiento de forma fuerte, 14 localidades moderado y las demás leve. La aceleración más grande que se captó fue en una estación de Acapulco.
“Tuvimos la oportunidad de registrar los movimientos de diferentes estados (Guerrero, Oaxaca, Puebla, Morelos) y verificar los niveles de aceleración de estas sacudidas”, apuntó.
En Ciudad de México se compararon esos registros con los códigos de construcción y se vio que los movimientos estuvieron muy por debajo de los últimos sismos que se han presentado como el del 19 de septiembre de 2017 o el de 1985.
Brecha sísmica
Por su parte, Luis Quintanar Robles, secretario académico del IGf, subrayó que hay que recordar que la costa de Guerrero es una de las zonas de México donde ocurren más sismos junto con la zona costera de Oaxaca.
Esa área es la que contiene la famosa brecha sísmica de Guerrero, donde no ha ocurrido un temblor muy grande desde 1911, entre Acapulco y Zihuanatejo, y el cual podría causar daños catastróficos a la capital del país dada su cercanía, alertó.
Enfatizó que el sismo de la semana pasada ocurrió en uno de los extremos de la brecha sísmica de Guerrero. “Todos estos eventos se deben a la subducción de la placa oceánica, o de Cocos, por debajo de la placa continental, o de Norteamérica”, concluyó.
Esteban Hernández Quintero, coordinador de Servicios Geofísicos del Instituto de Geofísica, informa que las luces de los sismos podrían deberse a la triboluminiscencia. Esto es, que rocas de la corteza terrestre como el basalto y el gabro tienen pequeñas imperfecciones en sus cristales que, cuando una onda sísmica golpea, la fricción libera cargas eléctricas.
El especialista indicó, en una viñeta difundida por Pictoline, que las cargas se juntan y salen disparadas a la superficie a gran velocidad, manifestándose en el aire en forma de descargas eléctricas y luz.
En tanto, Víctor Manuel Cruz, sismólogo del Instituto de Geofísica, afirmó al diario El País que “la interacción del movimiento del suelo con la atmósfera es real. Hay registros que muestran que con un sismo se pueden producir perturbaciones dinámicas y señales electromagnéticas”.
Sin embargo, Carlos Valdés, investigador del Instituto de Geofísica, dijo en entrevista con el noticiero En Punto de Televisa que hay otro factor más simple: que lo más probable es que esto se deba a choques o explosiones de cables eléctricos.
Con la oscilación de un sismo tan importante como el del martes 7 de septiembre, de 7.1, los cables comienzan a golpearse y generan chispas o al jalonearse ocasionan que los transformadores generen cortos.
Valdés apuntó que hay otro fenómeno, “pero éste se da cerca del epicentro, en donde el esfuerzo que está a punto de causar el sismo genera estrés a las rocas y éstas pueden liberar gases contenidos en sus pequeños poros y que ésos reaccionen con la atmósfera y den una coloración de triboluminiscencia”.