¿Para qué el Orgullo?

Entre los colores que acompañan a la gran diversidad de personas LGBTIAQ+ es muy común encontrarse la palabra Orgullo. Este término está presente tanto en las marcas que se reapropian de las luchas sociales, como en los mismos movimientos donde exigimos nuestros derechos de múltiples formas. Incluso la marcha más importante de la comunidad se nombra desde este concepto. Y uno de los cuestionamientos más recurrentes suele ser: ¿Orgullo de qué?

En ciertos contextos aun parece que es un término banal, pero, históricamente el Orgullo ha tenido una gran importancia en las luchas por los derechos de las personas LGBTIAQ+. El ejemplo más representativo, y por el cual se conmemora la marcha del Orgullo en junio alrededor del mundo, es lo suscitado en 1969 tras las protestas del club Stonewall Inn en Nueva York. Tras años de persecución policiaca a personas no-heterosexuales y con expresiones de género no convencionales, la redada que se realizó en este sitio resultó en una serie de protestas exigiendo el fin de estas violencias y los derechos de esta población. Fue así como, con Orgullo, personas como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera tomaron las calles a pesar de las miradas lascivas de quienes transitaban la calle, y el sensacionalismo de los medios quienes les documentaban con morbo.

Pero Stonewall Inn no ha sido el único lugar donde este concepto ha tenido un papel valioso. En México, a pesar de la represión de las autoridades en los años 70 del siglo pasado se gestaron movimientos de gran importancia y obras artísticas que sacaron adelante los movimientos disidentes. El nombre de Nancy Cárdenas resalta entre quienes salieron a tomar el espacio público para conmemorar la matanza de Tlatelolco así como exigir los derechos de la comunidad lésbicagay y el fin de las razias a finales de la década. Se enfrentaron a la gente que juzgaba con machismo las exigencias y la propia existencia de quienes se salían de la norma. Desde entonces la marcha es recurrente en Ciudad de México y sigue teniendo un gran peso.

Parecen distantes estos acontecimientos. Pero, a pesar de la actual (aunque insuficiente y muchas veces inoportuna) representación en medios de comunicación y productos audiovisuales, el machismo sigue al acecho y continúa imponiendo vergüenza por el simple hecho de ser quienes somos.

Aun podemos encontrar LGBTIAQ+fobia disfrazada de comedia en la televisión, en espectáculos, incluso en la sobremesa con familiares o amistades. Ser disidente de sexo, orientación sexual o identidad de género sigue siendo motivo de injuria y culpa. Los discursos que tratan de ridiculizarnos e invalidarnos están presentes todavía con fuerza.

El deslindarnos de esta vergüenza es una forma de lucha. Al alzar la voz y nombrarse y mostrarse como lesbiana, gay, bisexual, trans, intersex, asexual, no binarie, pansexual, etcétera da un mensaje con un gran poder: “Estoy tomando una decisión sobre mi propia identidad y de mi cuerpo. Existo a pesar de las violencias y los mandatos del cisheteropatriarcado y a pesar de los prejuicios de la sociedad. Me amo de esta forma”.

Esta acción quita el significado peyorativo de cada palabra y anuncia que existir no debe ser motivo de culpa o vergüenza. Además, el expresarse a través del arte o simplemente usando los espacios retando lo normativo lleva a hacer notar que no somos invisibles, que somos personas con derechos a exigir y estamos luchando por todas las personas que encarnamos diariamente la LGBTIAQ+fobia. Las etiquetas se resignifican y se vuelven símbolos de los movimientos disidentes, al igual que las banderas, expresiones artísticas y las acciones. Nos liberan de la injuria y nos permiten hacer comunidad para poner un alto a las violencias que vivenciamos.

Además, el que otras personas se muestren orgullosas de ser quienes son, comunica a quienes se están cuestionando su identidad de género y/o su orientación sexual que no son una abominación y las acompaña en su proceso. Ayuda a normalizar acciones tan simples como amar y existir. A la vez sensibiliza a familiares, amistades, docentes, personal de salud, entre otros, invitándoles a cuestionarse: ¿Por qué imponer vergüenza por existir?

El Orgullo es una forma de exigir nuestros derechos y de luchar contra las violencias que aún vivimos. Porque aún existe el morbo cuando se descubre que alguien es lesbiana. Aún existe la culpa cuando alguien se encuentra como gay, la invalidación cuando alguien trans quiere cambiar sus documentos, el acoso cuando alguien no binarie se nombra en “elle”, los cuestionamientos cuando alguien se vive como pansexual, la fetichización de las personas bisexuales, el estigma cuando se descubre que alguien es intersex y los procesos de normalización cuando alguien es asexual.

El Orgullo está presente de múltiples formas, con diversas voces que lo encarnamos y es motivo de celebración vivir más allá de la norma. Es necesario para la lucha por nuestros derechos y lo será hasta que existir no sea motivo de morbo, burla, rechazo, violencia y vergüenza para nadie.

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