¿Por qué incorporar la perspectiva de género en la docencia?

De cara al #8M vale la pena hacer una pausa y mirar a nuestro alrededor. Sin duda, el mundo y las sociedades han cambiado, en mayor o menor medida, las mujeres hemos avanzado en la construcción y consecución de una agenda que atiende necesidades diversas, porque diversas somos. En ese contexto, la Universidad, fiel a su tradición vanguardista, ha hecho parte de su proyecto educativo la incorporación y transversalización de la perspectiva de género en planes y programas de estudio, a través de la creación de instrumentos, normatividad e instancias que, entre otras responsabilidades, tiene la de sensibilizar y capacitar a la comunidad, particularmente al profesorado.

Pero llegar a este horizonte no ha sido fácil ni rápido. Este proceso de institucionalización que hoy vemos expresado en la Coordinación para la Igualdad de Género ha tomado tiempo y no está exento de vicisitudes. El camino hacia la adopción de otros enfoques o pedagogías requiere más que disposición y recursos; implica apertura a nuevas formas de aprehender y habitar el mundo, así como un trabajo de autorreflexión permanente por parte de quienes ejercemos la docencia.

En un intento por compartir mi experiencia y motivar a más colegas, puedo decir que luego de varios años en las aulas e incontables aprendizajes dentro y fuera de éstas, reconozco que el feminismo llegó a mi vida como un tsunami para trastocarlo todo. Fue en el año 2016, cuando por primera vez asistí a un taller de sensibilización en materia de género del Programa de Actualización y Superación Docente de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico, impartido por el entonces Programa Universitario de Estudios de Género (actualmente Centro de Investigaciones y Estudios de Género).

Este primer acercamiento despertó en mí la curiosidad por el feminismo, el enfoque y los estudios de género, así como la inquietud de incorporar temas afines a mis cursos y transformar mi práctica docente. Pero, formarme con los anteojos del género no ha sido una tarea sencilla ni rápida como pensé, me ha llevado tiempo.

Soy profesora universitaria desde hace 17 años, egresada de la carrera de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Durante el tiempo que cursé mis estudios en la Facultad (2000-2004), nunca me pasó por la cabeza ni me cuestioné por qué no leíamos autoras, mucho menos otras voces consideradas epistémicamente “no pertinentes” en la academia. Salvo por algunos textos en los cursos avanzados de metodología, es decir, ni una sola mención en los primeros semestres; recuerdo haber leído a Margaret Mead y más tarde a Rosa Luxemburgo en una asignatura llamada la Tradición marxista, fuera de estas autoras, no viene a mi mente ninguna más.

He compartido esta vivencia de mi paso por la licenciatura para destacar que este sesgo “androcéntrico” en mi formación inicial no fue casual; por el contrario. Hoy que repaso mis años de estudiante en la licenciatura y más tarde en el posgrado de la Facultad de Contaduría y Administración, donde cursé la maestría en Administración, y corroboro que esa omisión –o esa violencia epistémica hacia las mujeres– ocurre de manera sistemática en una y otra disciplina: se trata de un sesgo estructural que se presenta en todos los niveles educativos y campos del saber.

Hoy que soy más consciente del impacto social que ha tenido esta omisión, celebro que cada vez más se hable y reconozca el trabajo, así como las aportaciones de las mujeres –al igual que el de otras poblaciones históricamente invisibilizadas–, particularmente en la academia. Como docente universitaria, estoy consciente del papel transformador y de la responsabilidad que tenemos en tanto formadorxs de nuevas generaciones de profesionales, por lo que deseo motivar a más colegas a participar en los programas de formación y actualización docente con perspectiva de género que nos ofrece la propia Universidad, y nos permiten identificar sesgos de género en los planes de estudio y en programas de asignatura, en el aula, en la práctica docente y en la investigación.

Trabajemos juntxs en repensar contenidos, objetivos, actividades de aprendizaje y recursos de estudio, con énfasis en la bibliografía; es importante e impostergable visibilizar las aportaciones de las mujeres, no sólo es un acto de justicia y reparación a quienes fueron olvidadas o borradas por la historia de la disciplina, es lo que toca hacer en adelante.

La experiencia de incorporar la perspectiva de género a mi práctica docente además de gratificante es fundamental para promover espacios de diálogo con la comunidad estudiantil e impulsar la participación de todxs. Estoy convencida de que en la medida en que más docentes dialoguemos e incorporemos la perspectiva de género a nuestra práctica y a nuestros cursos, se contribuye a eliminar sesgos y estereotipos de género, al tiempo que cerramos brechas entre nuestro estudiantado.

*POC y docente de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM

También podría gustarte