¿Qué fenómenos geológicos potencialmente peligrosos amenazan a México?

Conferencia de Wendy Morales Barrera, experta en gestión y reducción del riesgo geológico

Terremoto, 19 de septiembre de 2017, Ciudad de México.

Son muchos los fenómenos geológicos que ocurren en la superficie terrestre de México, explicó Wendy Morales Barrera, investigadora del Instituto de Geología. La especialista en el estudio de la gestión y reducción del riesgo geológico, en particular el asociado a los deslizamientos de laderas, indicó que parte de los fenómenos de mayor recurrencia en México son los relacionados con la actividad volcánica y la sismicidad, producto de la interacción con las placas tectónicas.

Dijo que México se ubica en el contexto de cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos, lo que hacen a la llamada Faja Volcánica Transmexicana una zona potencialmente de mayor actividad, la cual atraviesa la región centro del país.

En su conferencia Fenómenos Geológicos Potencialmente Peligrosos, Morales Barrera señaló que precisamente esa es una de las zonas de mayor actividad volcánica en el territorio nacional y en esa franja tenemos algunos volcanes activos y de alto riesgo, como el Popocatépetl, cercano a Ciudad de México. “En el país tenemos varios volcanes activos ya sea por flujos piroclásticos (mezclas de material volcánico y gases que se desplazan sobre las laderas del volcán), pero también aquellos asociados a actividad de tipo hawaiana, es decir, que sólo emiten flujos de lava de composición basáltica”.

Resaltó que son varios los fenómenos asociados a la actividad volcánica que podrían significar riesgos para la población, el entorno y la infraestructura, entre ellos las nubes piroclásticas que llegan a representar un nivel de peligro por la caída de cenizas que afectan la salud humana (irritación de ojos y pulmones, por ejemplo), limitar el flujo de vuelos aéreos o alterar las condiciones de acidez de suelos destinados a la siembra. Pareciera que dos o tres centímetros de cenizas no tienen repercusiones; sin embargo, sus efectos en la salud, en el ambiente y en los suelos son de importancia.

Como parte del Encuentro con la Tierra. Del Suelo a las Cuevas, una Odisea de Conocimiento, organizado por el Instituto de Geología, Morales Barrera mencionó que en el caso de una erupción podrían presentarse lahares (corrientes de lodo y escombros volcánicos que descienden por las laderas del volcán) que inundarían las zonas bajas.

Dichos depósitos quedan sobre los flancos de los volcanes y al presentarse una lluvia extraordinaria se saturan y pueden generar grandes extensiones de flujos de lodo que llegan a cubrir kilómetros y kilómetros de terreno que avanzan sobre las barrancas, cubriendo poblaciones.

Al respecto, comentó que por la velocidad con que se presentan esos fenómenos pueden ser muy lentos (aquellos que avanzan milímetros por año) o muy rápidos (avance de milímetros o metros por segundo). En función de ello y de la importancia del deslizamiento será la magnitud del peligro. Un ejemplo reciente de ello fue el del deslizamiento de un enorme talud en el Cerro de Chiquihuite.

Interacción con placas tectónicas

Por otra parte, la universitaria refirió que otro fenómeno recurrente en México y que se ha generado a partir de los cuatro mil 600 millones de años de la Tierra, es precisamente la actividad sísmica vinculada a la interacción con las placas tectónicas, que impactan al territorio nacional y que representan un peligro para la sociedad y la infraestructura.

“En el país de manera recurrente tenemos sismos de entre tres y cuatro grados que no son potencialmente peligrosos. Sin embargo, cuando sobrepasamos esas magnitudes y la infraestructura no está preparada para soportarlas, se convierten en un riesgo.”

La sismicidad está asociada a la destrucción de las estructuras, sin embargo, esta actividad desencadena otro tipo de fenómenos geológicos que, en un momento dado no asimilamos que hayan sido desencadenados por ello y que son potencialmente más peligrosos, en particular los deslizamientos, como los ocurridos en Morelos durante el sismo de 2017.

Así como el efecto de licuación (deformación en el terreno), que causa el hundimiento de infraestructuras; los tsunamis asociados a las zonas costeras; cambios en los niveles de los mantos freáticos o aparición y desaparición de cuerpos de agua, como en el caso de los manantiales también en el sismo de 2017.

“Debemos estar preparados ante el impacto de estos fenómenos, conocerlos bien para estar en posibilidad de entender su dinámica y tomar las acciones adecuadas y necesarias para evitar esa condición de peligrosidad”, finalizó Wendy Morales.

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