¿Querer y no poder?

Cuatro medallas de bronce y siete cuartos lugares: ese fue el balance de la delegación mexicana en Tokio 2020

La máxima expresión onírica de cualquier deportista bajo el sol es la gloria olímpica, medida en tres colores metálicos. Quienes se apartan de esto son cuestionados en lo individual. Sin embargo, el deporte de alto rendimiento es una actividad imperativamente colectiva y sistemática, coincidieron especialistas universitarios.

Con la esgrima como acción de vida y deporte, ya sin la careta y la postura en guardia, Angélica Larios Delgado, la primera mujer mexicana y universitaria en competir en la especialidad de sable en unos Juegos Olímpicos, analizó en su doble faceta, atlética y como profesional de la psicología, la actuación de la delegación mexicana en la máxima justa deportiva, ocurrida en Japón.

“El valor que la sociedad mexicana le da a su deporte es lo que está reflejado en el medallero. Porque no sólo es un tema de responsabilidad institucional, sino también de responsabilidad social, así como somos corresponsables de la salud y de la educación”, aseguró la participante en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

Doctorada en Análisis Experimental de la Conducta por la Facultad de Psicología, expresó que no es de querer y no poder, porque desde la ventana es muy fácil juzgar, sino se trata de entender que son procesos largos, complejos, que tienen que ver con la estructura y el sistema deportivo para alcanzar una medalla olímpica.

“San Marino llevó a Japón cinco deportistas y conquistó tres medallas. La clave es el trabajo que hay detrás de un atleta, es un tema de trabajo de equipo. No es el deportista el que está ahí solo, él representa lo que es el sistema.”

Sergio Varela Hernández, socioantropólogo del Deporte de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, afirmó que se juega mucho la medalla en lo previo, en el entrenamiento y en las competencias anteriores, porque los deportistas tienen procesos largos, de años.

“Un cuarto lugar no es cualquier cosa, es un sitio importante en el ámbito. En general para los atletas mexicanos que van con números en contra, sus marcas no dan y no daban para que estuvieran en otro sitio”, comentó.

Agregó que el deporte, como muchas actividades de la modernidad, es colectivo, porque no sólo está en juego el desempeño de los propios atletas, sino además el de directivos, médicos, entrenadores, masajistas y más especialistas.

“De querer y no poder, pues creo que todos quieren. México desea tener acceso más amplio a las medallas, y no es el caso. Si lo vemos de alguna otra manera el desempeño de la delegación mexicana en estos juegos, fue promedio, no le veo gran diferencia con lo que hemos tenido en otras ediciones”, destacó.

Raza de Bronce

Según las cifras oficiales, desde la primera participación de México en los Juegos Olímpicos de París 1900, hace ya 121 años, la representación mexicana promedia en 24 ediciones tres medallas. Con un global histórico de 73 preseas: 13 de oro, 24 de plata y 36 de bronce.

El meollo del asunto, dijo Angélica Larios, es que tiene que haber una verdadera profesionalización desde la política pública general del país.

Es decir, entender al deporte como esta herramienta que te dará salud y bienestar para la población, aun cuando sea de manera recreativa o social, y motivar a la postre al alto rendimiento. El problema en México es que nunca se ha visto así.

Al referirse a la corresponsabilidad de los directivos del deporte, la exesgrimista universitaria mencionó que debe modificarse el actual sistema deportivo, que está convertido en un círculo de lucro.

“El sistema deportivo no prevé qué vas a hacer con ese deportista que ya usaste, explotaste y a veces abusaste: pues lo reciclo y lo hago entrenador con cursos, o presidente de asociación, y así continúan los vicios con gente o funcionarios que no tienen la preparación adecuada o una formación real”, resaltó.

“Lo mismo: corrupción y amiguismo, porque el que tiene que ocupar el cargo debe ser apto y preparado, no tu amigo.”

Atletas emocionales

La especialista en ciencias del comportamiento dejó en claro que las actuaciones de los atletas mexicanos en las máximas justas, ya no es “falta de mentalidad triunfadora”, ese ya no es el factor principal.

“Resiliencia hay. Cuando ves a un mexicano que clasifica a Juegos Olímpicos es porque la tiene, es capaz de superar adversidad tras adversidad, y el mejor ejemplo son los paralímpicos, ellos siempre traen medallas”, apuntó.

Es la inteligencia emocional la que falla aún, abundó, es el trabajo emocional de cómo gestionar ese estrés, porque es justo donde está la barrera del cuarto lugar. El llegar a la medalla tiene que ver mucho con esta gestión de atención, de concentración, además porque los deportistas mexicanos tienen un extra de estresores que no deberían.

“En Japón 2020, también contó el tema de la pandemia. Todos los deportistas estuvieron sujetos a un extra de tensión, que nunca antes nadie había vivido, para decir esta es la fórmula. Y a eso súmale que el sistema deportivo mexicano no afrontó la pandemia con los atletas”, concluyó.

En época de nueva normalidad, la transfiguración del humano, de lo humano, nos ha llevado al enmascaramiento. Embozados hablamos, nos quejamos, aullamos hoy los poemas de la desgracia. Pero aun en estas circunstancias de avasallamiento por enfermedad, el mundo se ha dado el tiempo de jugar a jugar. Durante dos semanas de Juegos Olímpicos, Tokio extendió sus brazos y abanicó al planeta haciendo una media fiesta y formando en la fila a la esperanza colectiva de recuperación de la salud. Diríase que la pandemia, el invisible coronavirus, aflojaron allá de a poco su ferocidad por la única y buena razón de la reunión de negros y blancos, amarillos, rojos, aborígenes, mestizos, hombres, mujeres, gais, transexuales, titanes del lanzamiento de martillo o figuras exquisitas hendiendo el agua al caer en la piscina. Concentrémonos hoy sólo en los cantos imaginarios, convocantes a la unión, fraternidad y bienestar de los pueblos. Al fin la utopía es maravillosa siendo lo que es: utopía. Su imposibilidad nos hace caminar, buscarla, silbarle desde la esquina de alguna calle arbolada y con el perfil respingado del Sol tratar de atraparla. El escritor uruguayo Eduardo Galeano la cortejaba así. Eso creo. Hagámoslo nosotros también. Nada se pierde y sí se gana al andar. Quince días en los que, ciertamente, todos triunfamos, del primero al último lugar. Bienvenidas las medallas conseguidas por la multitud entre el oleaje de voces sin voz, voces a las que no les importó adelgazar, enflaquecer hasta los huesos para alentar a los atletas y a la vida completa. Quince días en un escenario mundial de set televisivo y angustias de telenovela. Ya llegará la hora de corear la victoria sobre el coronavirus. Y, por qué no, tal vez entre el viento divino que impidió al guerrero mongol Gengis Jan conquistar a Japón. Entonces dejaremos de aullar los poemas de la desgracia. Todo a su tiempo.

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