Repensar y privilegiar las condiciones del futuro, clave para el desarrollo humano

Es indispensable replantear cómo se piensan las condiciones humanas del futuro desde lo político y lo social, para poder revertir las diferentes crisis que están amenazando las condiciones de vida en el mundo, coincidieron destacados académicos y filósofos de talla internacional.

Durante la conferencia magistral “Pensar el futuro” en el marco del primer Coloquio Internacional La humanidad amenazada: ¿quién se hace cargo del futuro?, el filósofo y sociólogo francés Edgar Morin arrancó su participación con una definición lapidar y contundente: “el futuro se llama incertidumbre, porque no sabemos qué va a llegar en donde todos los escenarios parecen desastrosos”.

Destacó que desde finales del siglo pasado se registra una tendencia a la mundialización del poder sobre el planeta y una crisis universal de la democracia en el mundo; se observa una regresión política y una sumisión total de las sociedades ante el poder, como en China, por ejemplo, en donde el control numérico sobre la población es total.

Hay rasgos marcadamente regresivos, dijo, que se agudizaron tras la pandemia y la crisis de la guerra en Ucrania con las consecuencias económicas que además, se suman al grave deterioro de la biósfera y todas las implicaciones del cambio climático.

El filósofo francés subrayó que la ciencia y la tecnología han venido desarrollando dos posibilidades antagónicas sobre un futuro inmediato; por un lado, la creación de mecanismos de control sobre la gente y las sociedades mediante la llamada inteligencia artificial, dominada por un grupo privilegiado en el mundo y una élite que se encargará de la toma de decisiones; o bien, apostar por el mejoramiento de las acciones humanas con base en la solidaridad y la consciencia.

Ante estas posibilidades, enfatizó, se necesita observar, como un modo de conocimiento y a través de la educación, las condiciones humanas para reflexionar sobre las acciones en colectivo y sobre todo, resistir contra las tareas que hoy en día se hacen cada vez más potentes, como las barbaries del odio, el desprecio y la tortura que continúan en varias naciones, además de la fría y calculadora del pensamiento exclusivamente económico.

“No debemos desesperar, no hay fatalidades, sino probabilidades entre las que se encuentra la resistencia de la mente, de la fraternidad y la del pensamiento, sobre todo para quienes tienen una responsabilidad educativa para los pueblos”.

En su oportunidad, Daniel Innerarity, filósofo español y director del Instituto de Gobernanza Democrática, destacó que nuestras sociedades están construyendo el futuro de una manera insostenible, desde un punto de vista ecológico, demográfico y financiero.

Agregó que somos sociedades distraídas con la inmediatez y en el corto plazo e incapaces de tomar con suficiente consideración y responsabilidad el futuro, tal y como lo están exigiendo las actuales circunstancias.

Señaló que la incapacidad de asociarse con el futuro se explica por la asociación de las decisiones públicas a lo inmediato, lo que reduce las actuaciones al presente y limitan a los gobiernos a tomar decisiones de costo beneficio, pero a corto plazo.

“Los gobiernos tienen que tomar decisiones que no sólo distribuyan costos y beneficios entre diferentes sectores y grupos vivos en el presente, sino que implican también varios periodos de tiempo y que impactan a varias generaciones.”

Advirtió que no puede haber una verdadera democracia sin que se establezca una concordancia entre quienes toman decisiones y a quienes les impactan; esto requiere siempre pensar en el futuro y cómo las decisiones que se toman ahora afectarán en años posteriores.

“La política actual padece de un gran déficit de capacidad estratégica. Nuestros políticos son administradores aplicados que trabajan en un horizonte temporal muy corto y ceden con frecuencia a la tentación de desplazar el futuro a costa de las diferentes generaciones”.

Este desdén del futuro apuntó, se debe a la falta de incentivos de un sistema en el cual se forma a los actores a responder a lo urgente de “manera inmediata”, y esto es trasladado a los contextos electorales, en los que la discrepancia entre abordar los problemas complejos y tiempos electorales no coinciden; por tanto, impactan de manera negativa.

Para revertirlo, dijo hay que volver a situar al futuro en un lugar privilegiado en las agendas políticas y democráticas y tratar de empatar los tiempos de gobernanza con el interés de velar por las políticas públicas a largo plazo.

Tarea urgente e insoslayable

En su momento, el sociólogo Ramón Ramos Torre consideró que pensar en el futuro en la actualidad es urgente e insoslayable, pues tiene características que contrastan vivamente con las que se presuponían en los debates relativos a la modernidad y la posmodernidad.

Estamos ante un problema nuevo que requiere soluciones nuevas, enfatizó, y el futuro es un cúmulo de riesgos en el sentido amplio de que está abierto a daños que nos importa evitar, aunque todas las acciones deben hacerse en escenarios de plena incertidumbre.

“La complejidad del tema sobre pensar el futuro no debe llevarnos al desánimo, pues nada ganamos optando por la lamentación; es necesario actuar y no quedarnos con los brazos cruzados. Hay que enfrentar las cosas con realismo asumiendo simplemente las tareas que demandan los tiempos que vivimos”.

En este sentido, Ramos Torre habló sobre tres indicaciones que se tienen que atender de cara a estas reflexiones para pensar el futuro. La primera, reconocer que nos encontramos ante futuros plurales y en una disputa que cada vez es más patente en el mundo social en el que nos encontramos. “Vivimos, nos guste o no, en sociedades diferenciadas que no están ni pueden estar prearmonizadas y, en consecuencia, estamos abocados a una negociación entre sus propios futuros. Debemos atemperar y concordar futuros disimiles y en disputa generando un entramado siempre precario.

La segunda, considerar que hay todo un ambiente alrededor de las tecnologías de la incertidumbre, pues el futuro es constitutivamente incierto, lo ha sido siempre a pesar de que hayan ido construyendo asideros de sentido que prometían limitar lo incierto recurriendo a ideas tan brillantes como el destino, la providencia o el progreso.

El problema radica en que ese asidero tenga sentido y sus tecnologías correspondientes muestren sus limitaciones cuando se abordan problemas tan complejos como el cambio climático.

Y la tercera, observar a la ciencia como un problema, pues aun cuando no podemos ni debemos renunciar a ella o a los expertos que la producen, el problema que enfrentamos está en la llamada ciencia posnormal, en la que los especialistas no pueden tener el monopolio del saber, tomando en cuenta que son incapaces de dictar las recetas curativas para los problemas del futuro.

Finalmente consideró que la opción está en la democratización de la ciencia y en asumir acciones colectivas que rompan con el desánimo, la despreocupación y la tendencia a inhibirse ante algo que ni se entiende y ni se sabe cómo actuar.

“Este es el gran problema que debemos enfrentar y las soluciones deben estar abiertas al escrutinio y sean tomados en cuenta todos los actores que configuran esta humanidad, entre distraída y atemorizada de la que formamos parte” concluyó.

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