“¿Si hubiera sido hombre, cómo me hubieras llamado?”

Hoy en día, se sabe que la identidad es el resultado de la experiencia, congruencia y concordancia interna de cada persona

Si hubiera sido hombre, ¿cómo me hubieras llamado?” preguntó Nitzia a su mamá, luego de confesarle que oficialmente cambiaría de género ante todos. Su madre guardó silencio un momento y respondió: “Antes de nacer, estaba segura de que serías hombre y por eso te llamaría Sebastián”.

El desafío de crecer sin identificarse con el sexo asignado al nacer

Desde temprana edad, Nitzia sintió que no se identificaba con el sexo que se le había asignado por el personal médico y por su entorno al momento de nacer. Hoy, a sus 30 años y tras tres años de comenzar su transición, todos lo conocen como el “Sebas”.

Sebas recuerda que, siendo pequeño, las niñas tomaban leche “despacito”, sin mancharse, mientras él lo hacía rápido y quedaba con bigotes blancos. Entonces, ellas le decían: “¡Oye, tomas muy agresivo, igual que un niño, toma como niña!”.

Él lo intentaba, porque sentía una parte de sí que quería encajar, pero había otra que era lo contrario y le resultaba más habitual.

Conforme pasó el tiempo y con todo lo que aprendió en esta sociedad, pensó que no debía ser como su naturaleza, sino de una forma que gustara a todos. Así, sintió que debía verse como mujer para complacer al mundo que la rodeaba.

Término propuesto por la Organización Mundial de la Salud

La disforia de género, término propuesto por la Organización Mundial de la Salud, se refiere a cuando una persona experimenta discordancia entre su identidad de género y la asignación sexual al nacer, explicó Eusebio Rubio Aurioles, profesor del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina.

Esta situación ocurre desde una edad temprana, cuando la persona no se identifica con el género que le dicen que es, añadió el también director de la Asociación Mexicana para la Salud Sexual. “La disforia es como tener dos corazones, uno en la cabeza y otro en el cuerpo”.

El cambio de perspectiva a lo largo del tiempo

Hace 50 años, la hipótesis más aceptada era que las personas nacían con un sexo y si lo cambiaban era porque algo había pasado en su desarrollo o porque alguien más los convencía.

La sociedad no aceptaba que las personas rechazaran el sexo que se les había asignado al momento de nacer y quienes lo hacían eran consideradas con un trastorno o enfermedad. Las personas debían aceptar a la fuerza el nombre con el que fueron registradas, a pesar de representar una denominación externa y no una decisión individual. Sin embargo, investigaciones más recientes han descartado que se trate de un trastorno o enfermedad mental.

La perspectiva científica y la transformación social han cambiado la comprensión de esta condición. Hoy en día, se sabe que la identidad de género es el resultado de la experiencia, congruencia y concordancia interna de cada persona.

La ciencia ha entendido la disforia de género mediante la neurobiología; es decir, a través del estudio del cerebro. Se ha identificado que no hay gran diferencia entre un cerebro femenino y uno masculino, pero sí existen ciertos detalles. En el caso de alguien que presenta disforia, se observan diferencias tanto estructurales como funcionales.

Avances sociales

Actualmente, se han realizado cambios legislativos que favorecen la conciencia social para respetar el derecho a la identidad de género. Esto ha permitido que la expresión o identificación del fenómeno se realice mucho más temprano de lo que se hacía antes.

Por ejemplo, se utiliza el lenguaje inclusivo y, aunque algunos lo han criticado, ha servido para visibilizar a las infancias trans.

Se trata de avances sociales muy importantes, ya que la niñez que experimenta disforia de género tiene mayores posibilidades de no sentir condena ante sus emociones o falta de apoyo familiar. Hace algunos años, un estudio en México mostró que el rechazo familiar y la falta de aceptación son factores que generan problemas mentales, como falta de adaptación, presión, ansiedad y emociones negativas, según Rubio Aurioles. Si la disforia de género se acompaña de aceptación y reconocimiento legal, facilita la congruencia y la expresión de la niñez que siente tener otro género. Además, la aceptación social produce un desarrollo mucho más saludable.

Al aceptarse comenzó a fluir y se sintió liberado. Foto: cortesía Sebastián.

Sebastián: del descubrimiento de su identidad de género a la aceptación

Desde muy niño, Sebastián mostraba actitudes masculinas y un comportamiento diferente. Un día, “salió del clóset” como lesbiana, pues consideraba que ser lesbiana era lo más cercano a lo que conocía. Sin embargo, siempre se identificó como hombre y elegía ropa masculina.

Llegó un momento en que no pudo ocultarlo más y comenzó su cambio físico. Aunque no habló con su familia al respecto, sus redes sociales fueron testigos de su transformación. Al aceptar su nueva identidad, comenzó a fluir y se sintió liberado.

Cuando confrontó a su familia y les dijo la verdad, muchos miembros y amigos lo apoyaron. Su padre lo aceptó desde pequeño, pero para su madre fue más difícil, pues tenía otras expectativas. A pesar de ello, al final lo aceptó y quiso acompañarlo en su proceso, incluso ayudándole a elegir su nombre de varón.

Resistencia social y el impacto en la salud mental

A pesar de los avances, aún existe resistencia en la sociedad para aceptar a las personas transgénero, explicó David Barrios Martínez, dirigente del Centro Integral de Sexualidad y Educación Sexual. Cuando se ignora a la niñez transgénero, tienden a aislarse, deprimirse y adoptar conductas autoagresivas. Más tarde, durante la pubertad o adolescencia, pueden recurrir a drogas e incluso tener ideas suicidas.

Cuando la familia apoya de manera amorosa y solidaria la identidad de la persona, ésta se siente acogida. Sin embargo, es importante observarla a lo largo de los siguientes meses y años para confirmar su idea de pertenecer a un género distinto.

Si, por el contrario, hay represión por parte de los padres, es muy probable que se acentúe el malestar emocional junto con la disforia de género. Por ejemplo, si un niño se siente niña y quiere jugar con juguetes femeninos, pero se le reprime e impide esa expresión, seguramente la va a pasar muy mal.

Es fundamental que los profesionales intervengan de forma respetuosa y empática para lograr un proceso de acompañamiento en la condición trans. La empatía y el respeto son clave para brindar un apoyo adecuado a las personas que atraviesan esta situación.

El dilema de las operaciones y tratamientos hormonales

Cuando un varón llega a la pubertad, le cambia la voz, le crece la manzana y le sale barba, lo que puede intensificar su disforia de género, explicó David Barrios Martínez. En estos casos, se puede bloquear la pubertad para que las características sexuales que generan malestar no se desarrollen. Por eso, es fundamental escuchar a las personas transgénero desde la infancia.

Hace algunos años, se pensaba que todas las personas transgénero debían someterse a cirugías para completar sus transiciones. Hoy en día, se entiende que la cirugía es sólo una alternativa y no siempre es necesaria.

Los límites de la cirugía en el cambio de género

La cirugía sólo modifica físicamente algunos componentes del cuerpo, pero los cromosomas permanecen. En el caso de Sebas, siempre pensó que un varón debía ser alto y fuerte, y que, si no lo era, no era lo suficientemente hombre. Esto le generaba conflicto porque no tenía un físico típicamente masculino. Sin embargo, reflexionó al respecto y decidió no tomar hormonas para cambiar su apariencia. Al final, comprendió que ser hombre va más allá de tener barba y voz gruesa.

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