Suceso que puso a la ciencia en manos de la política

En 1962 Robert Oppenheimer visitó Ciudad de México para dar una conferencia titulada Meditaciones sobre la ciencia y la cultura, en la que habló de la responsabilidad de la humanidad con el uso de las tecnologías.

En ese entonces Ana María Cetto era una joven preparatoriana atraída por la física y, emocionada, acudió a la conferencia. Cuando lo escuchó hablar sobre el significado de la bomba atómica y la importancia de un mayor entendimiento entre los países, quedó impactada. En ese momento entendió que un físico tiene una responsabilidad social y política que va más allá de su trabajo.

Aunque a la joven Ana María le gustaba la biología y la geología, reafirmó su decisión por estudiar física. Hoy es investigadora del Instituto de Física y profesora de la Facultad de Ciencias, ambos en la UNAM, además de que fue la primera mujer con doctorado en Física en México.

Curiosamente, su principal área de investigación son los fundamentos de la mecánica cuántica, teoría que también investigó y enseñó Oppenheimer, antes de embarcarse en el Proyecto Manhattan.

La conferencia

La conferencia se llevó a cabo en el Instituto Mexicano Norteamericano de Relaciones Culturales, ubicado en la Zona Rosa. Ana María recuerda muy bien el auditorio, la figura delgada de Oppenheimer y su expresión tanto verbal como corporal.

A través de sus gestos dejó en claro su preocupación sobre el buen uso de la energía nuclear, la necesidad de frenar el desarrollo de las armas y sobre todo que los países llegaran a un entendimiento en vez de seguir compitiendo por tener las armas más potentes. Desafortunadamente no fue escuchado.

El físico estadounidense fue invitado a México por Manuel Sandoval Vallarta, un científico de gran prestigio nacional e internacional. Él había estudiado Física con Oppenheimer en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), y mantenía una relación estrecha con él.

La bomba atómica

La bomba atómica es un dispositivo muy complejo. Por eso trabajaron en el Proyecto Manhattan centenares de científicos de Estados Unidos, Inglaterra, Hungría, Italia y Alemania, que en esa época sufrió una emigración importante de científicos por la persecución nazi.

En este proyecto participaron científicos con diferentes motivaciones. Particularmente, Oppenheimer tuvo la capacidad de convocar y dirigir a una pléyade de físicos teóricos y experimentales para resolver los problemas conforme se presentaban. Por eso fue nombrado jefe del proyecto.

Sin embargo, ni él ni los otros científicos tenían la capacidad para decidir cómo o dónde se usaría la bomba atómica, esas decisiones siempre se encuentran en manos de los militares y políticos.

Cuando los productos de la ciencia terminan en manos de la política, los científicos quedan hechos a un lado. A 78 años del bombardeo sobre Hiroshima y Nagasaki (ocurridos los días 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente) surge la pregunta si era necesario lanzar las bombas sobre estas ciudades cuando con la prueba de la bomba Trinity había quedado demostrado quién tenía el máximo poder de destrucción.

Posteriormente llegó la Guerra Fría, las grandes potencias nucleares multiplicaron su arsenal, y surgieron uno tras otro los tratados para la prohibición o el control de este tipo de armamento.

En 1957 se creó el Organismo Internacional de Energía Atómica, con la finalidad de frenar el desarrollo de estas armas y vigilar que los países no continuaran con su creación. Al mismo tiempo hubo movimientos, como las Conferencias Pugwash, con científicos de primera línea, quienes buscaban frenar la escalada armamentista.

Aun así, las potencias nucleares mantienen arsenales cada vez más eficientes, poderosos y dotados de nuevas tecnologías, añadió la académica universitaria.

Sin embargo, en Latinoamérica ha ocurrido otro fenómeno. En 1967, surge en México el Tratado de Tlatelolco, que establece que en toda América Latina no pueden desarrollarse ni emplearse armas nucleares.

Así, nuestro país es pionero en el establecimiento de zonas libres de armas nucleares. Más recientemente, encabezó la iniciativa que condujo al Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, que entró en vigor hace un par de años, sin que las potencias nucleares se hayan adherido a él, concluyó

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