Un eclipse donde se escuchaba al Sol…

Gracias al dispositivo Miimdam, diseñado en el Instituto de Astronomía, esa experiencia fue posible para personas que viven con una diversidad visual

Leonor llegó temprano a Las Islas de Ciudad Universitaria para presenciar el eclipse. Tiene 7 años y fue vestida con un traje espacial. Hizo calor, pero ella mantuvo su personaje; llevó el logo de la NASA en el pecho, unos guantes plateados y una especie de casco de tela. El lunes fue una fiesta para ella. Acudió con sus papás y su hermana.

Sueña con trabajar en la NASA y ve colores en las estrellas. No ha tenido mucha experiencia mirando por telescopios, pero la Sociedad Astronómica de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, Safir, distribuyó siete telescopios para que las personas pudieran ver el cielo con seguridad y asomarse al eclipse.

La pequeña miró por el telescopio y parecía que quería seguir observando, aunque la fila para tomarse un instante para ver el cielo era larga. Sonrió y habló de su sorpresa consigo misma, mientras miraba descubrió algo que estaba pasando en tiempo real.

Leonor habló con Evelyn Munive, de Safir. Los estudiantes de la sociedad de Ingeniería no trajeron únicamente telescopios, tenían consigo el dispositivo Miimdam, una pequeña cajita a través de la cual, las personas que viven con una diversidad visual pudieron escuchar el eclipse.

Miimdam significa “luz que se escucha” en tepehuano y Evelyn explicó: “Es un dispositivo intrasensorial diseñado para convertir la luz del Sol en sonido que se pueda oír, dirigido a las personas que tienen una discapacidad visual y así lograr que este evento fuera mucho más incluyente”.

Foto: Erik Hubbard.

Demostración

El Miimdam fue creado en el Instituto de Astronomía (IA) de la UNAM. Se puede conectar a unos audífonos para tener una experiencia más personal o a una bocina.

Evelyn lo encendió para hacer una demostración. El Sol se escuchó agudo, pero cuando Leonor pasó su mano sobre el dispositivo con su guante de astronauta, hizo sombra y la obscuridad sonó diferente, su sonido fue grave.

Las personas presentes miraron con expectativa, tomaron videos y fotos. Si bien, el eclipse se pudo ver con lentes especiales, ninguno de los asistentes pensó en que podría escuchar al Sol y a la Luna cuando estuvieran juntos.

Leonor expresó que fue un “honor poder estar aquí”, sabía perfectamente que el próximo eclipse será en 2052 y tendrá que esperar todo ese tiempo. Cuando eso suceda, tendrá 36 años y tal vez sea astronauta, como ahora lo sueña.

Verlo con la imaginación

Entre las 65,000 personas que se congregaron en Ciudad Universitaria, se abrió paso José Carlos, tiene 35 años y lo acompañó Margarita, su madre. José Carlos es parte de la diversidad visual y su condición no le permitió mirar el eclipse; sin embargo, en la UNAM lo pudo escuchar.

José Carlos vio el eclipse con la imaginación y pensó que el Miimdam era un casco con unos audífonos. Evelyn puso el dispositivo en las manos de José Carlos y le explicó su funcionamiento. El chico lo entendió casi de manera intuitiva y puso atención al sonido del Sol y posó su mano sobre el aparato para escuchar la ausencia del mismo. José Carlos estuvo muy emocionado y prometió volver a la UNAM cuando haya otro fenómeno tan interesante como el eclipse del pasado 8 de abril.

En silla de ruedas

Alfonso estuvo bajo la sombra de una jacaranda. Llegó a Las Islas en silla de ruedas. Lo trajo su hija Kat, porque quería compartir con él el momento del eclipse. Alfonso recordó el eclipse de 1991, cuando su hija todavía no había nacido. Hoy tiene 60 años.

Estaba en una oficina en Taxqueña haciendo presupuestos cuando vio la transmisión desde el Bosque de Chapultepec: “Las flores se empezaron a cerrar, los pájaros comenzaron a acurrucarse para dormir, los animales empezaron a esconderse como si fuera de noche; la temperatura comenzó a descender y se puso obscuro”.

Kat estuvo muy emocionada por compartir con su papá y ver lo que él vio hace 33 años. Dice que él le inculcó la curiosidad para ver cosas desconocidas y maravillosas como las estrellas y la Luna. Pensó que haberlo traído a la UNAM a ver el eclipse fue una forma de devolverle algo de todo lo maravilloso que le ha mostrado.

La familia trajo una cámara prestada con la modificación de un filtro que desarrolló uno de sus amigos para poder capturar el gran momento del eclipse, querían compartir esas imágenes con aquellos que no estuvieron presentes el lunes con ellos.

En medio de Las Islas de CU hubo unos tendederos con lentes para ver el eclipse. Por unos segundos, más de 50 personas pasaron al área de los filtros para verlo y si así lo deseaban, volverse a formar.

No todos trajeron lentes para mirar hacia el cielo y algunos de los instrumentos que llevaron no eran los indicados para exponer sus ojos al eclipse.

Los miembros de Safir hicieron una demostración para enseñarle a la gente que los lentes que llevaron no poseían un filtro seguro. Pero hay muchas formas de mirar el eclipse y repartieron unos cartones, por medio de los cuales la proyección de dicho fenómeno pudo verse en una superficie plana en el piso.

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