Un género en sí mismos: los Chilam Balam, textos colectivos de mayas para mayas

La doctora Florencia Scandar, del Instituto de Investigaciones Estéticas, estudia actualmente las imágenes y cómo al relacionarse con los textos dan información adicional antes ignorada

Los Chilam Balam son libros escritos por mayas yucatecos principalmente entre los siglos XVIII y XIX, aunque diversos expertos e investigadores han apuntado que sus contenidos pueden ser rastreados hasta el S. XVI. Los nueve que se conservan en la actualidad han sido una fuente importante para conocer la cultura maya, ya que estos volúmenes se creaban de manera colectiva y se modificaban con cada generación.

La comunidad científica “ha llegado al acuerdo que los Chilam Balam son un género”, comentó en entrevista la doctora Florencia Scandar, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM (IIE), “tienen muchos géneros dentro de sí mismos. Como son compilados de otros manuscritos que los mayas iban copiando, haciendo, quitando, tocan una gran variedad de temas, son muy heterogéneos.”

Pueden abordar, explicó, tópicos como historia, mitos, calendarios prehispánicos, pronósticos, remedios con hierbas, narraciones europeas, astrología europea, santos católicos o temas “proféticos augurales, relacionados con el tzolkin y los ciclos de katunes, sobre si cierto periodo será favorable o desfavorable, si determinado día es bueno para sembrar, cosechar u otras actividades, normalmente cotidianas”.

Los primeros acercamientos

Los nueve volúmenes sobrevivientes muestran en sus páginas la manera en que los mayas del período colonial absorbieron la cultura europea, reelaborándola para unirla a sus conocimientos y a su cosmovisión. Esta hibridación cultural llevó a que durante muchos años los investigadores se concentraran en el contenido eminentemente maya, desestimando aquello que consideraban “contaminado”.

“El estudio de los Chilam Balam fue muy importante durante años, coincidió con la época en que no se podían leer los jeroglíficos”, detalló la investigadora del IIE, “la lectura jeroglífica estaba perdida en el sentido que no éramos capaces de leerla. Los Chilam Balam eran la fuente más directa que teníamos”.

Fue en el S.XIX que comienza su estudio –el primero fue Juan Pío Pérez– y de manera posterior, “los investigadores se fijaron en ellos desde una perspectiva de intentar estudiar al maya prehispánico, buscando extraer lo prehispánico de los Chilam Balam. Lo europeo o aparentemente europeo se consideraba contaminación, incluso artículos científicos usaban esa palabra”, señaló la doctora Scandar y añadió:

“Es importante tenerlo en cuenta porque recién a finales del S.XX eso cambia y hay una nueva perspectiva en su estudio que trata de acercarnos a los mayas del periodo colonial, a cómo ellos entendían el mundo, cómo lo reelaboraban, cuáles eran sus intereses. Parece mentira, pero eso empezó en los 90 y se consolidó en la primera década del S.XXI”.

El cambio de paradigma

Actualmente la doctora Scandar trabaja en un proyecto de investigación titulado Las imágenes de los libros de Chilam Balam: traducción cultural, intermedialidad y nueva tradición visual en unos manuscritos mayas virreinales, en el que busca resaltar, además de la importancia de la hibridación cultural que dio pie a los Chilam Balam que conocemos, la relevancia de su contenido gráfico.

“Los investigadores que trabajamos ahora entendemos que la riqueza del manuscrito es justamente la hibridación de ambas tradiciones, aún cuando nos interese más lo prehispánico o lo colonial”, aseguró y recalcó que esta nueva visión del Chilam Balam fue una de las razones principales de su acercamiento a las imágenes en su interior, tras haber dedicado su tesis doctoral, en la Universidad Complutense de Madrid, a Juan Pío Pérez, uno de los pioneros en su campo.

Folio 16r del Chilam Balam de Chumayel dedicado a los eclipses (Cortesía de la Princeton University Library. Princeton Mesoamerican Manuscripts, no. 4 (C0940); Manuscripts Division, Special Collections, Princeton University Library).

“El objetivo de los Chilam Balam no era que lo leyera un español, sino un maya. Muchos mayas eran analfabetas, entonces el Chilam Balam funcionaba como lectura en voz alta. Se leían en comunidad. La información llegaba vía oral, pero a través del texto escrito. El destinatario maya es una de las diferencias con otros manuscritos y es una de las características que define un Chilam Balam. La autoría siempre es colectiva, va pasando de persona en persona, unos añaden y otros quitan cosas. Es un proceso de muchos años, incluso siglos, porque el tiempo y el clima deterioraban el papel y entonces había que copiarlo”, especificó.

Aunque investigadores como el doctor Erik Velásquez García –también del Instituto de Investigaciones Estéticas– habían tocado el tema de las imágenes, su análisis no había sido ejecutado de manera sistemática. Siendo las razones principales, de acuerdo con la especialista, que aparecen con menos frecuencia –en comparación con el texto–, que a primera vista aparentan ser “de pobre ejecución”, y que la mayoría de los investigadores “no están especializados en imágenes, generalmente son historiadores, etnohistoriadores o arqueólogos. No tienen una formación que los lleve a fijarse en las imágenes”.

¿Qué ha encontrado durante la investigación?

La catedrática del Posgrado de Historia del Arte de la UNAM admitió haber dejado de lado en primera instancia las imágenes, como muchos de sus colegas; sin embargo, impulsada por el doctor Velázquez García, decidió estudiar “temas visuales, teoría del arte, retórica visual, relación texto e imagen” para poder comprender su alcance y cómo funcionaban con el texto.

“Hasta ahora he encontrado que las imágenes, aunque estén referidas a un texto o vinculadas a éste, no necesariamente significa que hablen de lo mismo, cosa que muchas veces se dio por hecha, sino que hay numerosas contradicciones. No corresponden del todo. En el caso de los eclipses, por ejemplo, puede haber un diagrama de cómo se creía que ocurrían. Luego el texto puede estar hablando de un eclipse de Luna y la imagen no, ésta puede representar un eclipse de Sol o de ambos, incluso otra cosa”.

Además, subrayó, “puede pasar que el texto refleje la visión indígena de los eclipses, la visión prehispánica, y que la imagen refleje la visión europea. Varían, pero he visto que no podemos dar por hecho que la imagen está relacionada al texto directamente, se debe analizar la imagen por sí misma y ver qué nos dice, porque no hay correspondencias exactas”.

“Otra cosa que estoy trabajando, que está en marcha, tiene que ver con que el maya yucateco usa muchos demostrativos en su lenguaje. Lingüísticamente es común hasta nuestros días. Observé que los Chilam Balam tienen un exceso de demostrativos, con una exageración de demostrativos en los casos que se hace referencia a la imagen”, argumentó y agregó:

“Aunque falta investigación, propongo la idea de que los demostrativos tienen una relación con la écfrasis –la descripción precisa y detallada de un objeto artístico–, en el trabajo que estoy haciendo se confirma. El exceso de demostrativos al hablar de la imagen no es nada raro, porque todo el tiempo se hacen referencias a las imágenes”.

La última vertiente de su investigación está relacionada con “cuáles son las figuras retóricas visuales más habituales, a nivel verbal la figura retórica predominante es el paralelismo y diferentes tipos de figuras de repetición. A nivel visual vemos casi lo mismo, hay una predominancia de ese tipo de figuras retóricas. No sorprende pero era necesario constatarlo, queda mucho por investigar”, sentenció.

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