Geografía e historia natural, plataformas epistemológicas de la ciencia mexicana

La certeza sobre el papel capital de la geografía y la historia natural en el desarrollo científico de nuestro país tiene su fundamento en el rol que desempeñaron, desde el siglo XVI, para la Corona española y el Virreinato de la Nueva España, así como para los gobiernos del México independiente.

Todos ellos expresaron la necesidad de producir conocimiento sobre la naturaleza y el territorio, y se dio lugar a la institucionalización de protocolos para la recopilación de datos y especímenes, y la creación de mecanismos para traducirlo en prácticas sociales y políticas, afirmó Luz Fernanda Azuela Bernal, integrante del Instituto de Geografía (IGg).

Al referirse a La geografía y la historia natural: plataformas epistemológicas de la ciencia mexicana en el siglo XIX, la experta señaló que la investigación científica se llevó a cabo mediante la intervención de diversos actores relacionados con la Corona o los gobiernos locales, y se convirtió en herramienta indispensable para la consecución de sus metas y objetivos.

Durante su participación en el coloquio Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana de los siglos XIX y XX, mencionó que ambas fueron disciplinas de especial interés para los grupos de poder y la sociedad letrada, pues se consideraba que la investigación racional, el territorio y los recursos naturales garantizarían la consolidación del poder y el progreso material.

En consecuencia, abundó la universitaria, las élites intelectuales y políticas atendieron el desarrollo de la geografía y la historia natural en aspectos teóricos y prácticos dentro de las instituciones y asociaciones de alcance nacional, regional y local, y propusieron iniciativas para aplicar estos conocimientos en la explotación de los recursos naturales y la educación científica de la sociedad. Por ejemplo, desde 1824, el gobierno de Guadalupe Victoria realizó tres expediciones de reconocimiento geográfico, entre ellas, la de la comisión de límites con los Estados Unidos, porque no eran muy claros.

Más allá de la capital, en diversas ciudades del país, se incentivó la conformación de comunidades intelectuales cuyo dinamismo y capacidad epistémica fueron comparables a las de naciones europeas y americanas en el mismo periodo.

Ambas ciencias, detalló, estuvieron presentes en los proyectos políticos, económicos, educativos, industriales y culturales en el nivel regional y urbano de las capitales de los estados.

Azuela recordó que, en 2005, en colaboración con la Fundación para el Estudio del Pensamiento Argentino e Iberoamericano, un grupo de investigadores inició sus estudios sobre la geografía y la historia natural en México, Costa Rica, Argentina y Paraguay. Fue en esa experiencia compartida, que tenía el objeto de hacer una historia comparada, donde se advirtió la primacía que habían gozado esas disciplinas durante el siglo XIX en esos países, así como el papel que habían desempeñado como plataformas epistémicas para la exploración territorial, el registro de las variedades naturales y la creación de instituciones de investigación con rasgos locales, entre otros aspectos.

Nuestras más recientes investigaciones enfatizan la relación local y global en la producción y circulación del conocimiento científico, en el marco de las diversas empresas económicas y las políticas gubernamentales de México, en las que se advierte tanto la producción de conocimiento nuevo, como la intención de potenciarlo en proyectos institucionales y de integrarlo a nivel global, especialmente a través de los nexos con la ciencia europea y estadunidense.

Ana Barahona, Manuel Suárez y Luz Fernanda Azuela. Fotos: Víctor Hugo Sánchez.

Apertura

En la apertura del coloquio, Manuel Suárez Lastra, director del IGg, recalcó que en las ponencias del encuentro se presentaron y discutieron temas que tienen que ver en cómo la geografía y la historia natural han impactado en las ciencias de los siglos XVIII al XX.

Es relevante que se sepa que, desde la perspectiva histórica, las ciencias tienen un efecto en el territorio en el caso de la geografía. “Lo más importante es generar nuevas preguntas y debate; deseo que ese sea el resultado de este coloquio”.

Ana Barahona Echeverría, coordinadora del Seminario Universitario de Historia, Filosofía y Estudios de las Ciencias y la Medicina, expuso que la creación del propio seminario trae a la palestra la idea de que la historia de las ciencias es ornamental, porque en realidad es una parte de la explicación de las mismas.

En el coloquio híbrido, realizado desde el auditorio del IGg, señaló que es muy importante conocer la historia de las disciplinas para entender cuál es la práctica científica en la actualidad, y la relevancia de la ciencia en nuestra sociedad y el mundo.

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