Exploración de los puentes entre mente, cuerpo y arte

En Danza mínima, de Evoé Sotelo, el movimiento corporal es el medio para descubrir otros rincones del pensamiento

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Los puentes entre la ciencia y el arte son incontables. El estudio de la esquizofrenia, por ejemplo, se ha enriquecido con el caso del poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud, quien padeció esta enfermedad los últimos 10 años de su vida e intentó curarla y entenderla a través de sus ejercicios escénicos y literarios. La danza, en cambio, ha servido para visitar los rincones más oscuros de la mente mediante una amplia gama de ejercicios coreográficos interpretativos.

De todo esto se habló en el Diplomado en Neurociencias, Arte y Cultura. Camino a la Transdisciplina, que se realiza en distintas sedes universitarias.

“La locura humana ha tenido una gran cantidad de manifestaciones a lo largo de la historia; podría decirse que enloquecemos históricamente”, aseguró la antropóloga y doctora en Filosofía Zenia Yébenes, durante la conferencia magistral que ofreció acerca de la relación entre la  esquizofrenia y la creatividad artística, tomando como ejemplo principal a Antonin Artaud, ese genio incomprendido que es considerado el creador del movimiento conocido como Teatro de la Crueldad.

Diagnosticado con esquizofrenia en 1938 –año en el que publicó su ensayo más célebre, El teatro y su doble– Artaud encontró en las artes escénicas una forma de expresar sus inquietudes sobre la enfermedad. Pero sobre todo de utilizar al teatro como una catarsis, una forma terapéutica de tratar de entender el mundo en el que vivía su mente fragmentada y confundida. “Igual que todos los esquizofrénicos, no veía a su cuerpo como suyo, sino como un ente ajeno del que se puede escapar en cualquier momento para jamás regresar: eso es la descorporeización”.

Neurodanza

La conferencia magistral de la bailarina, coreógrafa y directora de Danza UN Evoé Sotelo también exploró los puentes que se tienden entre el cuerpo y la mente mediante su proyecto de investigación Danza mínima, en el cual se ha descubierto que, a partir de cualquier movimiento ligero, desde un parpadeo hasta la flexión de un brazo, se puede alcanzar el máximo potencial expresivo. “La neurodanza me lleva a pensar que hay muchos puntos de afinidad entre la reflexión científica y el discurso artístico. En Danza Mínima he profundizado en los movimientos cotidianos, los cuales proceso hasta desligarlos de su referente original para resignificarlos. El fin es recuperar la belleza de lo cotidiano que a menudo no reconocemos valioso en términos estéticos”, explicó Sotelo, quien en mayo pasado presentó su pieza Neurodanza y coordinación interpersonal: la emergencia del togetherness corporal, cuyo objetivo era encontrar datos neuronales a partir del movimiento del cuerpo.

 

 

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