Certeza científica y educación sobre el cambio climático

El gran parteaguas de la contribución del universitario fueron los trabajos que llevaron al Protocolo de Montreal: Eduardo Bárzana

Foto: archivo Gaceta UNAM.
Rigor en el conocimiento científico, innovación en sus temas de estudio, liderazgo mundial para atender la reducción del agujero de la capa de ozono en la atmósfera y preocupación social para convencer a gobernantes y sociedades sobre el nocivo efecto que las actividades humanas tienen para mantener e incrementar el cambio climático global, son cualidades que distinguieron a José Mario Molina Pasquel y Henríquez, mexicano galardonado con el Premio Nobel de Química 1995.

A un año de su fallecimiento, Carlos Amador Bedolla, director de la Facultad de Química, consideró que su principal legado es doble; por una parte, ese trabajo único, distinguido, singular e importante en el mundo sobre la reducción de la capa de ozono que le mereció el Premio Nobel; y el liderazgo académico que mantuvo posteriormente ante la comunidad científica aprovechando esa plataforma del galardón internacional.

“Hoy contamos con las instituciones que ayudó a generar, en especial el Centro Mario Molina.”

Sobresalió por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico. Compartió el Premio Nobel de Química de 1995 por dilucidar la amenaza que representan los gases clorofluorocarburos a la capa de ozono de la Tierra.

Sus investigaciones y publicaciones sobre el tema condujeron a la elaboración del Protocolo de Montreal de la Organización de las Naciones Unidas, el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.

Eduardo Bárzana García, director ejecutivo del Centro Mario Molina, opinó que, en efecto, “en términos históricos el gran parteaguas de la contribución de Mario Molina fueron los trabajos que llevaron al Protocolo de Montreal, un acuerdo a partir del cual hubo el compromiso de muchísimos países para evitar el uso de los clorofluorocarburos, que eran los elementos químicos que estaban afectando la capa de ozono y causando ese agujero”.

Fue el primer acuerdo internacional para atender un problema producto de la actividad humana, totalmente antropogénico y con efecto en todo el globo terrestre, afectando a muchísimos seres vivos. Bárzana García recordó que gracias a esa iniciativa en la ONU tomaron muy en cuenta la llamada de alerta de Mario Molina y otros colegas, que llevaron a seguir estos ejemplos, como la denominada Conferencia de las Partes, los Acuerdos de París de 2015 y próximamente la COP 26 que se efectuará en Glasglow.

“Mario Molina demostró que la ciencia es el único camino posible para entender los problemas ambientales y proponer soluciones. Se necesita una ciencia verdadera, con rigor, con mucha dedicación y colaboración internacional, porque los problemas ambientales son multitemáticos y multidisciplinarios. Este modelo de la ciencia como la única manera de atender las grandes dificultades de la humanidad es otro gran legado en el que participó el Nobel mexicano.”

Urgencia

Amador Bedolla y Bárzana García coincidieron en que entre los nuevos aportes que se han generado a partir de los trabajos de Mario Molina destacan la urgencia por resolver el cambio climático, ese convencimiento de que no hay oportunidad de errar y la necesidad de seguir una directriz que no puede ser negociable.

“Toda esta alerta producida por los problemas del cambio climático, donde Molina fue un gran impulsor, ha llevado a una explosión de publicaciones, reportes y grupos de investigación trabajando no sólo en las causas de la contaminación, sino además en los efectos que esto puede tener, por ejemplo en el sector salud”, anotó Bárzana García.

Amador subrayó que desde ese trabajo seminal de Mario Molina a la fecha “hemos podido desarrollar la ciencia de tal manera que tenemos plena certeza de que entendemos las causas y los efectos de ese cambio climático. Hace 50 años podíamos tener dudas, pero en la actualidad tenemos la certeza, fuera de cualquier duda razonable, de las causas y los efectos que tiene la producción de la actividad humana en la modificación del clima y de estructura atmosférica de nuestro mundo”.

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