Caleidoscopio académico en torno a la Revolución Mexicana

Exponen historiadores sus puntos de vista sobre el pensamiento y obra de políticos y caudillos

Fotos: Víctor Hugo Sánchez.

Francisco I. Madero, mexicano cuyo pronunciamiento contra el régimen de Porfirio Díaz desencadenó la Revolución Mexicana, y Francisco León de la Barra, presidente interino tras la renuncia de Porfirio Díaz, así como los movimientos armados que derrocaron al revolucionario, fueron temas del diálogo entre historiadores en la segunda sesión del ciclo de conferencias Reflexiones en torno a la Revolución, a 110 Años de su inicio.

En el encuentro virtual, organizado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Edgar Urbina, profesor de la entidad universitaria, expuso que una revolución significa un cambio extremo y radical, mediante medios armados o no. Este término comenzó a tener un sitio destacado durante el siglo XVII y tomó mayor relevancia en el XVIII, mientras que en el XIX fue determinante. “No por nada Eric Hobsbawn lo denominó la era de las revoluciones”.

Tampoco puede considerarse revolucionario un golpe de Estado o un conflicto armado que no modifica el orden político y se limita a cambiar las figuras en el poder; como tampoco pueden ser considerados aquellos movimientos de reforma social con un objetivo específico y determinado.

En el tiempo y espacio del México de la segunda década del siglo XX, ese concepto se utilizó con bastante ligereza, como sinónimo de levantamiento armado, incluso se les llamó revolucionarios a personajes como Félix Díaz.

Edgar Urbina mencionó que el lema de campaña de Francisco I. Madero, “Sufragio efectivo no reelección”, es antidemocrático, pues la democracia es el poder que reside en el pueblo, y si éste decide otorgarle un nuevo periodo de gobierno al presidente, tendría o estaría en su total derecho de hacerlo.

Resaltó que Madero fue un hombre decidido que primero realizó una campaña política que le dio la legitimidad que requería y organizó un levantamiento armado que causó la caída del antiguo régimen y comprometió estabilidad, seguridad económica y su propia vida por alcanzar sus principios. Sin duda, el movimiento encabezado por él significó un punto de inflexión en la historia de México.

Sus propuestas políticas quedaron cimentadas en la política nacional y uno de sus principios, la no reelección, sigue siendo intocable, al menos para el que ocupa la presidencia.

Grupo maderista

Felipe Ávila Espinosa, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras, explicó que la revolución maderista fue el primero de los movimientos que conformaron la Revolución Mexicana, y como parte del compromiso pactado en Ciudad Juárez entre líderes revolucionarios y el gobierno de Porfirio Díaz, el grupo maderista aceptó compartir el poder con un sector de la clase política porfirista.

De esa manera, abundó, comenzó la transición entre el Porfiriato y los revolucionarios maderistas, el periodo más intenso y agitado en la historia de la Revolución.

Al referirse al gobierno interino de Francisco León de la Barra, Ávila Espinosa recordó que este personaje fue secretario de Relaciones Exteriores de Porfirio Díaz, y asumió la presidencia interina ante la renuncia de Díaz y de Ramón Corral a la vicepresidencia.

Apuntó que uno de los cambios más significativos de la revolución maderista fue la sustitución de las autoridades locales de todo el país, lo que llevó al poder, en la mayoría de los casos, a gente comprometida con el movimiento.

Sin embargo, aseveró, fue un proceso complicado que generó nuevos problemas entre las fuerzas políticas, las élites y los caudillos locales, además de nuevas fracturas en la coalición maderista, pues la mayoría de los gobernadores provisionales volvieron a proponerse como candidatos y utilizaron su puesto para obtener ventajas sobre sus adversarios.

El nuevo partido se llamó Constitucional Progresista y postuló a Madero para la presidencia de la nación y a Pino Suárez como vicepresidente; “pronto quedó claro que la nueva fuerza política dominante era el partido maderista”.

Consideró que el gobierno interino de León de la Barra se fue consolidando, ganó fuerza y presencia política paulatinamente, y por medio del Ejército logró establecer la paz en la mayor parte del territorio, sofocando la revuelta magonista en Baja California, y permitiendo que los nuevos gobernadores pudieran tomar el control de sus estados.

De la Barra fue muy hábil en ganarse el apoyo del Ejército, y esta institución, que había sufrido la humillación de la derrota ante la revolución maderista, tuvo cada vez mayor presencia y se convirtió en una de las figuras centrales del interinato. En su corta gestión hubo una continuidad en instituciones, legislación, programas de gobierno y en buena parte del personal administrativo gubernamental.

Asimismo, reafirmó su compromiso con la no reelección y el cumplimiento de su palabra de no contender por la presidencia del país, entregando unas finanzas públicas sanas. De ese modo llegó a su fin el interinato, periodo breve, pero decisivo en la historia de la Revolución Mexicana.

Derrocamiento

Por su parte, Edwin Alberto Álvarez Sánchez, del Museo Casa de Carranza, hizo referencia a los movimientos contra Francisco I. Madero que llevaron a su derrocamiento. Surgieron dos armados: por un lado, el de los antiguos revolucionarios como Emiliano Zapata, los hermanos Emilio y Francisco Vázquez Gómez y Pascual Orozco, y por el otro, el de antiguos federales vinculados al régimen porfirista, como Bernardo Reyes y Félix Díaz. Sin embargo, fue el Ejército el que derrocó a Madero en febrero de 1913, pero debe hacerse un estudio más cuidadoso de este proceso, porque durante 1912 quienes sostuvieron a Madero fueron justo los militares federales. Ellos fueron quienes durante el mandato de Madero y el interinato de Francisco León de la Barra, conservaron a Zapata en su zona de acción y desbarataron la importante rebelión orozquista que involucró directamente a los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila, y amenazaba con extenderse aún más, pero el Ejército federal, encabezado por Victoriano Huerta, contuvo y desmanteló esa rebelión.

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