Avances en el conocimiento de este fenómeno natural
Ciclo sísmico, más complejo de lo imaginado

En el coloquio “Sismo de 1985. 40 años. Evolución del conocimiento”, Eduardo Reinoso Angulo, investigador del Instituto de Ingeniería (II), recalcó los avances en el conocimiento de los sismos y la respuesta de los edificios, incluidos en el reglamento de construcciones.
El experto destacó que desde 1985 esa entidad trabaja conjuntamente con el Instituto de Geofísica (IGf) y “hemos encontrado que no importa de dónde viene el temblor: el comportamiento de amplificación –de las ondas sísmicas– en la zona del lago (donde en el pasado hubo agua) es muy similar”.
Hace cuatro décadas aprendimos que los edificios resisten más de lo que creemos, pero no todos. ¿Por qué se caen? Los que se ubican en esquina, con dos muros atrás se mueven mucho y colapsan; además, los que tienen una planta baja débil, “ese defecto es muy grave y sin importar la duración del sismo, la construcción será más vulnerable”.
Y si se juntan ambas características, asimetrías de esquina alta y planta baja débil, el peligro será mayor. En 2017, uno de cada tres de esos edificios colapsó en la zona de Ciudad de México, que tuvo mayores daños, alertó Reinoso Angulo.
En el edificio de Viaducto Miguel Alemán 106 que se vino abajo, también en 2017, se sumó que al inicio tenía muros, pero se los quitaron. “Este es un caso de cientos que hemos detectado. Es un problema de irresponsabilidad de los dueños que nadie verifica”.
A pesar de ello, los avances son notables. “Esta es prácticamente la única ciudad del mundo donde un ingeniero puede calcular los llamados espectros de diseño dando clic en un mapa en el sitio donde se va a ubicar la edificación, y eso es posible gracias al trabajo de investigación que se ha hecho”. Incluso, anunció, este mismo año la Sociedad Mexicana de Ingeniería Sísmica publicará ese software, pero para todo el territorio nacional.
Como parte de los avances, puntualizó Eduardo Reinoso, también se pueden hacer simulaciones de los sismos como si ocurrieran en la actualidad, y estimar pérdidas.
En la mesa 1, “El terremoto de 1985: historia y avances de la sismología al día de hoy”, Gerardo Suárez Reynoso, investigador emérito y ex director del IGf, señaló que conmemorar no es sólo recordar, sino pensar a futuro y reflexionar el momento en el que nos encontrábamos y lo que se ha hecho desde entonces.
Antes del 19 de septiembre de 1985, recordó: “Estábamos convencidos de que el sismo que tendríamos que enfrentar eventualmente, vendría de la brecha de Guerrero. De tal modo, el II colocó una serie de instrumentos a lo largo de la costa”.
Ese acontecimiento fue un punto de quiebre y a finales de los años 80 y principios de los 90 hubo un cambio tecnológico fundamental en las telecomunicaciones, cómputo y bancos de memoria, expuso en el Auditorio Tlayolotl-Dr. Ismael Herrera Revilla del IGf.
La instrumentación del Valle de México era un poco mejor. Estaba formada por seis estaciones del II y cinco funcionaron; los acelerogramas mostraron ondas monocromáticas, continuas, de dos o tres segundos de periodo, con una duración de dos o tres minutos.
Después de 1985, rememoró, se inició un proceso de modernización del Servicio Sismológico Nacional. Se cambiaron los instrumentos analógicos por digitales, por ejemplo. Un desarrollo fundamental fue hacer transmisiones vía satélite.
Los avances son notables: conocemos mejor la zona de subducción, la existencia de los sismos lentos y tremores que no se conocían y en lo cual México ha sido pionero, entre muchos otros, enumeró Suárez Reynoso.
Los sismos de 1985; el del 7 de septiembre de 2017 (que “no refleja el movimiento relativo de las placas, sino que es otra cosa” y que es probablemente uno de los dos más grandes que han ocurrido en México, con magnitud 8.2); el del 19 de septiembre de 2017 y la reactivación de algunas fallas en el Valle de México, muestran que el ciclo sísmico es más complejo de lo que imaginábamos, sentenció.
Finalmente, Shri Krishna Singh Singh, también investigador emérito del IGf, refirió que antes del 19 de septiembre de 1985 se instalaron acelerógrafos en la zona de subducción de las placas tectónicas con la idea de registrar temblores fuertes en la zona epicentral (en la costa del Pacífico).
La colocación de esa red de instrumentos, gracias a un proyecto conjunto del II y la Universidad de California en San Diego, terminó justo antes del temblor, por lo que el fenómeno natural fue muy bien registrado, destacó.
El sismo de 1985 dejó una ciudad devastada, con 10 mil muertos, 30 mil heridos y pérdidas de miles de millones de dólares, según estimaciones.
Los datos útiles para la sismología vinieron de la mencionada red de instrumentos en Guerrero, y de los acelerógrafos que estaban en el Valle de México. “Las aceleraciones en el Valle de México fueron lo más sorprendente. La amplificación en la zona del lago es impresionante, y aún ahí hay variaciones tanto en periodo, duración y amplitud”, finalizó.