Desaparecer, dramaturgia de impacto con un gran elenco

Se abordan emociones al límite; ahonda en las repercusiones del abandono, la pérdida y el dolor ante la ausencia del ser querido

Funciones hasta el 5 de abril. Foto: Juan Antonio López.

El reconocido y multipremiado dramaturgo y director francés Pascal Rambert presenta Desaparecer, su más reciente puesta en escena en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón, obra en la que “ahonda en las repercusiones del abandono, en la pérdida y el dolor ante la ausencia del ser querido”.

Rambert dio forma a los personajes tras conversar con distintas actrices y actores, mediante una serie de entrevistas y workshops, sin dejar de pensar en ciertos cuerpos y voces para construir los diálogos, siempre tan poderosos y punzantes como navajas.

Desaparecer trata de un joven cineasta llamado Ángel que viaja al desierto de Sonora para filmar algunas imágenes. Semanas después de su partida, familiares y amigos desconocen su paradero. Cada uno cuenta su propia versión de los hechos, cada uno lamenta la ausencia y se pregunta qué le pudiera haber ocurrido en el camino, si aún se encuentra con vida o ya sólo permanece en sus recuerdos tan dispares entre sí, a la vez de poco fidedignos.

Atmósfera de expectación y solemnidad para reflejar una tragedia mexicana que nos duele cotidianamente. Expresiones de un dolor envolvente de ocho individuos, siete de ellos con vestimenta de color negro, en un luto por la desaparición de alguien tan cercano. Ocho angustiosas miradas que se fragmentan en la finitud de la memoria, y rondando una joven mujer que encarna a la muerte que se mantiene al acecho y declara: “No hay nadie en quien apoyarse en este país. Todos se hunden, se resbalan y se unen a los muertos”.

Rambert transforma escénicamente el vacío que dentro del pecho se produce por la no presencia de nuestros seres queridos, que de un momento a otro ya no están con nosotros, como si se los hubiese tragado la tierra, y es entonces que nuestras vidas se desbaratan y nos llenamos de preguntas que son como brasas, sin hallar respuesta. Toda certeza posible se disipa en un instante.

En Desaparecer se abordan emociones al límite en un amplio espacio escénico, con la caja teatral totalmente desnuda y dispuestas sobre el piso y en desorden blancas sillas de plástico que son el refugio temporal de los dolientes. Múltiples varas para conformar un techo de luz blanca. Al fondo un piano de media cola que habrá de tocar uno de los personajes en un par de ocasiones para acompañar el colectivo de voces esperanzadoras, pese a todo esperanzadoras.

¿Qué ha sido de Ángel? ¿Dónde está ahora? ¿Lo habrán secuestrado o, en el peor de los casos, asesinado? “Este país está lleno de fantasmas que flotan silenciosamente en el fondo de nosotros”, dice su abuela Conchita. Es evidente la presencia de la muerte. Estamos en una nación en la que la tierra está repleta de muertos. Desaparecer es tan fácil. Un cuerpo más que no vuelve y que no se encuentra. Que no se entierra.

Corazones rotos, sillas vacías, llantos entrecortados. Miedo y a la vez coraje. Nos damos cuenta de que somos muy vulnerables. Si me desaparecen no es por azar ni mala suerte; tampoco por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado; es un problema político, y en eso hay que estar muy claros. Desaparecer así lo expone y lo hace de manera impactante para que el espectador se conmueva con la idea de que la ausencia es la presencia más dolorosa.

Dramaturgia escrita especialmente para el elenco encabezado por Julieta Egurrola, en compañía de Concepción Márquez, Arcelia Ramírez, Paulina Dávila, Antonio Rojas, Sofía Espinosa, Emilio Carrera, Fernando Álvarez Rebeil y María del Mar Nader. En el proyecto colaboran Teatro UNAM, la Cátedra Ingmar Bergman en Cine y Teatro, el Centro Universitario de Teatro, la Compañía Nacional de Teatro y el IFAL.

Funciones hasta el 5 de abril, los jueves, viernes y sábados a las 19:30 y los domingos a las 18 horas.

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