Docentes del siglo XXI, orientadores

Es necesario replantear la función pedagógica de los profesores: Ángel Díaz Barriga Casales del IISUE

En el ámbito mundial, la pandemia permitió tomar conciencia de los grandes problemas que tienen los sistemas educativos en el mundo, los cuales ya estaban en crisis, consideró Ángel Rogelio Díaz Barriga Casales, investigador emérito del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE).

Una enorme y creciente brecha digital en el país y la inequidad social que fomenta la deserción escolar son algunos de los más graves problemas del sector en México, planteó el especialista.

En ocasión del Día Internacional de la Educación, que se conmemora el 24 de enero a propuesta de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), el investigador emérito consideró que la forma en que se trabaja en el sistema educativo sigue siendo que el maestro expone clases y temas, mientras el alumno se sienta en serie detrás de su compañero, tomando notas y poniendo atención. “Esto para el siglo XXI definitivamente ya no es suficiente ni adecuado. La función del maestro de dar información tiene que irse readecuando a un contexto social donde la información se pueda obtener por otras vías”, señaló.

La función pedagógica del maestro en el siglo XXI se tiene que replantear como un orientador, como alguien que acompaña y ayuda al estudiante a ir construyendo conceptos, mencionó.

El documento de la Unesco que propone para la efeméride que “imaginemos” o “repensemos” juntos la educación, para Díaz Barriga tiene dos ejes: el acceso a las tecnologías digitales para la educación, reconociendo que hay una brecha social enorme, grandísima en el caso de México; y el de lograr la equidad, reconociendo a la educación como un derecho humano, que debe trabajar contra la discriminación, para la tolerancia, para lograr un concepto de justicia social que vaya formando la vida del estudiante y respetando la diversidad cultural, afirmó.

Situación nacional

Díaz Barriga aseguró que en el país se reconoce que existen 4.5 millones de personas analfabetas. “No saben leer ni escribir, ni las operaciones mínimas de aritmética, pero no significa que no tengan un conocimiento básico que les permite sobrevivir; tienen un saber elemental, pero no los saberes que necesitan para vivir dignamente”, expresó. “Son personas doblemente marginadas: económica y culturalmente”.

Planteó que en la sociedad mexicana persiste un enorme analfabetismo funcional, que se refiere a la cantidad de lectura que puede realizar un sujeto a lo largo de su vida, y cuáles son sus fuentes de información.

“La participación en las redes puede contribuir a este analfabetismo cultural, pues aunque tienen algún tipo de información adecuada y global y facilitan el acceso a libros, también poseen información incorrecta muy esparcida, comentó.

Díaz Barriga dijo que, de acuerdo con el informe del Instituto Nacional de Estadística y Geografía del año pasado sobre uso de tecnologías en educación, para clases a distancia entre personas de tres a 29 años, 65 por ciento de los sujetos solamente usaron teléfono; 18 por ciento computadora fija, siete por ciento computadora portátil, cinco por ciento televisión y tres por ciento tableta.

El investigador añadió que, distribuidos en la población, utilizaron teléfono celular 72 por ciento de los niños de primaria, 70 por ciento de secundaria, 58 por ciento de bachillerato. “Además, solamente 52 por ciento de los estudiantes universitarios empleó computadora”.

“Esto es lo que pasa en el país. A partir de estos datos tendríamos que repensar cómo vamos a trabajar con los alumnos esto que se llama educación híbrida, que más bien es no presencial, porque no se puede interactuar entre el profesor y los estudiantes. Lo que tenemos como híbrido es muy rudimentario”, consideró.

Para Díaz Barriga, los maestros de todos los grupos sociales (primaria, secundaria, bachillerato, universidad) buscan la mejor forma para comunicarse con los alumnos, y en tiempos de pandemia esto no se ha podido reconstruir.

“Vivimos una presencialidad acotada, porque quizá algún día estemos en el salón de clase, en una nueva relación pedagógica con el cubrebocas, con distancia social. Ojalá esto lo aprovechemos los profesores para sentar a los estudiantes en círculo y no necesariamente en serie, y trabajemos presencialmente de forma distinta”, finalizó.

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